Grandes intérpretes para dos escenarios granadinos
Se llenó el patio renacentista de Carlos V para escuchar el primer concierto de la Orquesta Nacional, dirigido por el valenciano José María Cervera, con la granadina Maribel Calvín en la parte solista de los Nocturnos, de Falla. La pianista tiene raza, garbo y color, y así, de su versión de Noches en los jardines de España emana un indudable encanto hecho de perfume (algo concretamente físico) y esencia, valor que circula ya por las galerías del misterio.Maribel Calvín, descubierta cuando era una niña por Gallego y Gurín, formada principalmente por la gaditana Julia Parody, siguió también los cursos de Alicia de Larrocha, lo que se advierte en su manera de entender la obra de Falla. Tuvo un éxito grande y debe satisfacerle que a la estimación artística se uniera el cariño de sus paisanos.
Cada nueva actuación del valenciano José María Cervera le confirma como un director nato, como un maestro de casta, cuyo saber y ejercitar se templó en las aulas de Sergio Celibidache y de Franco Ferrar, personalidades ambas no sólo cercanas, sino hermanadas en el criterio como en la amistad. La obertura de Oberón nos mostró la lógica musicalidad del pensamiento, la sosegada continuidad de quien quiere dar importancia a cada pasaje, aireándolo, acentuándolo, pronunciándolo, con exactitud y elegante corrección.
Dos profesores españoles de acreditado prestigio en la interpretación de los géneros de cámara ofrecieron en el auditorio Falla una sesión de primera categoría. El dúo formado por el violinista tinerfeño Agustín León Ara y el pianista de Madrid José Tordesillas nos llevó de Brahms a Beethoven, de la Tercera sonata del hamburgués a la dedicada a Kroeutzer por Beethoven, a través del puente sentimental y mediterráneo de los Sonetos de Eduardo Toldrá.
