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Pat Metheny, un concierto polar

Es una verdadera suerte que la pasada ola de frío abandonara su crudeza antes de que Pat Metheny, guitarrista americano, viniera al pabellón madrileño Antonio Magariños. Sí, porque de no haber sucedido en esta forma, es probable que ninguno de los asistentes hubiera vivido para recordar el concierto, tal era la gelidez que por valor de 800 pesetas pudo disfrutar el respetable. Un frío culposo, por cuanto la calefacción no por apagada resultaba menos visible, recordándonos a todos lo bien que hubiéramos podido estar de no mediar un concepto algo mezquino del ahorro energético.Es muy triste que un concierto pueda, en un futuro, ser mejor recordado por el frío que hacía que por sus virtudes musicales. Y es que, si bien la actuación de Metheny estuvo bien, no pudo lograr lo que normalmente se llama romper el hielo y que en esta ocasión resultaba expresión chistosa y obligada.

Buen gusto

Metheny, utilizando todo tipo, de guitarras (acústica, eléctrica y sintetizada), mostró lo mejor de sí mismo. Un extraordinario buen gusto para las piezas lentas y un eclepticismo que, de tan amplio, se transforma en virtud. Si bien lo que hace no contiene mayor misterio y puede resumirse en una especie muy evolucionada de rhytom and blues con fuerte influencia country, los desarrollos de estas bases lo mismo pueden conducirle a Keith Jarret que a Weather Report o Milton do Nascimento.

Esto, que en sí mismo no parece negativo ni positivo se combina con un sonido muy especial de la guitarra que viene a ser casi lo único característico de este hombre. Sorprendía también lo lineal. de algunos trozos, junto a secuencias rítmicas con grandes soluciones de continuidad y una valoración del silencio que ya viene a ser típica de su casa grabadora, la muy selecta ECM (de la cual Metheny es uno de los vendedores más fuertes..

Sus acompañantes (teclados, bajo, batería y voz y percusión) se situaban a parecido nivel de competencia que el líder, adoleciendo así mismo de una falta de originalidad sólo compensada por lo nítido y cambiente de los arreglos. Finalmente, esta muestra de jazz moderno (que no de vanguadia) quedaba agradable y llevadera aunque algo blanda.

Sería cosa de preguntarse si con otro ambiente, algo menos gélido, el espíritu se hubiera atrevido a salir del cuerpo, meciéndose luego en las tranquilas parrafadas de unos músicos a los que se percibía cuando menos honrados y posiblemente valiosos. Y es que, por lo escuchado, Pat Metheny puede ser el Mlke Olfield inquieto de estos tiempos, pero eso sí, en primavera.

La actuación de Burning

Cambiando rápidamente el tercio es cosa de mencionar el concierto que ofreció en el Rock Ola uno de los grandes grupos sumergidos del rock español. Hablo de Burning y digo sumergidos porque tal grupo tuvo la mala suerte de fichar por una discográfica (Belter) cuya buena intención de modernizarse nunca corrió pareja con su capacidad para hacerlo. Ocurre por tanto que Burning, con un buen número de elepés u de buenas canciones en su haber, siguen pareciendo unos outsiders cuando debieran ser unos líderes. ¿Líderes? ¿De qué? Pues sencillamente de rock callejero cuya única expresión no tiene porque ser el heavy en cualquiera de sus formas.

Burning son duros pero también sutiles y los guitarreros de Risi (uno de los mejores guitarras que se suben hoy a nuestros escenarios), combinados con el piano, absolutamente rocker de Jonny o la voz sensual de Antonio, más sus habitualemente buenas secciones rítmicas, acaban. dando forma a un grupo que merece mucho más reconocimiento. Que merecen vender, trabajar y forrarse.

A continuación y en la misma sala actuó el grupo Ultimo sueño. Su primer sencillo había acusado cierta expectación pero su presencia en vivo no respondió a. lo que de ellos podía esperarse.

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