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Los países árabes fijan una posición común sobre Oriente Próximo

Con una fantasía ecuestre y un soberbio espectáculo folklórico digno de las mil y una noche, que habrá hecho pensar a más de un jefe de Estado que sólo por esto valía la pena venir a Marruecos, el rey Hassan II dio por terminada ayer la parte más importante de la duodécima cumbre árabe de Fez, en su segunda edición.

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La parte que ha concluido concierne a la postura árabe en relación, con la crisis de Oriente Próximo y las diferentes iniciativas que se presentaron para solucionarlo, en particular el plan del presidente norteamericano, Ronald Reagan, y el del rey Fahd de Arabia Saudí.Por una vez, y probablemente a causa de la intransigencia mostrada por Israel con respecto a la posición de Estados Unidos, los Estados árabes parecen haberse puesto de acuerdo sobre una plataforma moderada. La mayoría de los observadores daba ayer por cierta la elaboración de esa plataforma, y otros rumores no comprobados indican que Yasir Arafat, en nombre de la OLP, ha considerado positivo el plan Reagan, modificado, no obstante, por los árabes con puntos del plan Fahd, para poder incluir cláusulas que inviten a la creación de un Estado palestino y el reconocimiento del derecho de todos los Estados de la región a vivir en paz dentro de fronteras seguras.

El segundo problema, al parecer solucionado -solución pírrica, no obstante-, es el de Líbano, que se ha convertido ya en un tema, por el momento, más espinoso incluso que el del Estado palestino. El presidente sirio, Hafez el Asad, aceptó, al parecer, retirar sus tropas de Líbano y sugirió a los países árabes que así se lo solicitaran formalmente, aunque puso dos condiciones casi imposibles de cumplir: la más sencilla, que los Estados árabes financien o ayuden a financiar la reposición de todo el equipo militar perdido por Siria en esta última guerra, que, según rumores, el presidente el Asad ha evaluado en cuatrocientos tanques perdidos y un centenar de aviones (incluyendo pérdidas y necesidades adicionales) y, segundo, y más difícil de cumplir, que Israel se retire también de Líbano.

La retirada israelí

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Este punto, la retirada israelí de Líbano, será, sin duda, lo que obligue posteriormente a una nueva actitud árabe, ya que, al convocar elecciones anticipadas, el jefe del Estado israelí, que está seguro de ganarlas, verá reforzada su intransigencia y exigirá, como lo hace ahora, la firma de un tratado de paz entre Israel y Líbano, o como manifestaron ayer los parlamentarios israelíes, quedarse con una zona de 40 o 45 kilómetros en el sur del territorio de Líbano. Esta última pretensión, es en realidad la vieja posición israelí de considerar el río libanés Litani como su frontera de seguridad.

El presidente Hafez el Asad, cuya ausencia de la primera parte de la duodécima cumbre de Fez, en noviembre de 1981, fue la principal razón de su fracaso, estuvo a punto de hacer fracasar esta también. Sorprendido por la inesperada llegada del presidente iraquí, Sadam Husein, que no tenía previsto asistir, y temiendo tal vez alusiones por parte de Irak "a los países hermanos que nos clavan puñales por la espalda" el servicio de seguridad de el Asad previno al protocolo marroquí el mismo lunes del deseo de Assad de marcharse inmediatamente.

Informado inmediatamente el rey Hassan II, se puso en contacto con el rey saudí, Falid Ben Abdelazis, quien necesitó tres cuartos de hora de ardua persuasión para convencer a su colega sirio de permanecer en Fez.

Las aprehensiones de Asad no se vieron confirmadas, y el presidente Sadan Husein se mostró, al parecer, conciliante en sus intervenciones, limitándose a solicitar el apoyo de los hermanos árabes para su guerra con Irán.

Precisamente este asunto es el que quedaba ayer por discutir por un grupo restringido de jefes de Estado. Arabia Saudí, Marruecos, Jordania, OLP, Siria e Irak se reunieron anoche para intentar lograr una postura común en torno a esa guerra que ha colocado del lado de barricadas diferentes a Irak y Jordania, frente al Gobierno sirio. Hubiera sido difícil para los líderes árabes separarse en esta oportunidad sin una mínima apariencia de acuerdo, sobre todo porque esa concordia parece tácticamente impuesta por la intransigencia israelí.

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