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La actriz sueca Ingrid Bergman murió, en Londres, a los 67 años

Desaparece una de las grandes damas del cine mundial

La vieja dama, cuya entereza y resistencia al dolor subrayaban ayer las crónicas, dio la primera lección de inteligencia, modestia y honestidad artística cuando, a su llegada a la meca del cine, a principios de los años cuarenta, se negó a cambiar de nombre y de imagen, de acuerdo con la tradición de Hollywood. Ingrid Bergman, en todo este tiempo -y fueron 45 largos años los que dedicó intensamente al cine y al teatro-, representó el papel de la frescura y la inocencia en las, pantallas, pero, sobre todo, la imagen de una actriz de carácter y autenticidad, muy alejada de los otros rostros femeninos que compitieron con ella por la popularidad. Siendo tan bella como las otras, no terminó en juguete roto como Marilyn, como Rita Hayworth o como Ava Gardner. Prefirió parecerse a la otra escandinava, Greta Garbo.En su vida y su carrera excepcionales, que incluyen tres maridos, cuatro hijos, 46 películas y una docena de obras teatrales, la Bergman estuvo sometida a nuínerosos altibajos. Así, de la noche a la mañana dejó de ser, en la América puritana de los cincuenta, la mujer sin maquillaje ni sofisticación, sana e intachable, para convertirse en un monstruo de inmoralidad. Es que se había casado con Roberto Rossellini, al que llegó a amar antes de conocerle, a través de la película Roma, ciudad abierta. Hasta un senador se levantó en el Congreso norteamericano para increparla por esos amores. El incidente obliga a Indrid Berginan a abandonar el cine norteamericano por un tiempo. Eso que ganó el europeo, con las cinco películas que rodó junto a su nuevo marido.

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Ingrid Bergman nació en Estocolmo el 29 de agosto de 1915 e inició su carrera en pequeñas compañías de teatro de aficionados. Descubierta para el cine por Gustav Molander, con el que rodó seis películas entre 1937 y 1939, triunfó con dos de ellas, Intermezzo (1936) y Un rostro de mujer (1938), por su madurez interpretativa. Cuando en 1937 contrae matrimonio con un médico sueco, Peter Lindstrom, la actriz ya tiene sus esperanzas en Hollywood, donde, David SeIznic le había hecho una buena oferta. Su "sueño dorado", explicó la actriz más tarde. En realidad, sólo era una nueva versión de Intermezzo (1939) aunque esta vez al lado del actor Leslie Howard. Pero inmediatamente llegaron nuevas películas y, en 1944, la que rodó a las órdenes de Cukor, Luz de gas (1944), que le valió el primer oscar, al que sumaría en 1956 otro más con Anastasia (1956), de Anatole Litvak. Entraba en la meca del cine por la puerta grande.

Pero faltaban todavía obras maestras. Casablanca, junto a Humphrey Bogart -todo un clásico del cine-; Juana de Arco en la hoguera (1954), No me digas adiós (1961), El extraño caso del doctor Jekill (1941), Recuerda (1945), Atormentada (1949), el papel de la campesina española en la versión cinematográfica de la famosa novela de Hemingway sobre la guerra civil, Por quién doblan las campanas (1943), al lado de Gary Cooper... Siempre estuvo dirigida y acompañada por. los mejores directores y actores del momento, aunque sólo hace dos años que cumplió otro sueño de su vida: actuar bajo las órdenes de su compatriota Ingmar Bergman, en Sonata de otoño.

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