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El polaco Skolimovski presenta en el exilio una parábola sobre Solidaridad

Su filme 'Moonlighting' ha sido estrenado en Cannes

, No ha tenido Jerzy Skolimovski la misma fortuna que su compatriota Polanski. Exiliado como él, no ha podido adaptarse a los mecanismos de la industria europea (Las aventuras de Gerard, era una película penosa), ni ofrecer con éxito sus complejas y fascinantes historia (El grito, sigue, por ejemplo, sin estrenarse en España). Ante los recientes acontecimientos polacos, se ha apresurado a hacer una película, titulada Moonlighting, partiendo de las pocas posibilidades de producción que ahora tiene y del escaso tiempo que separa el golpe militar de diciembre y la celebración del festival de Cannes, donde una película como esta arriesga toda su capacidad de comercialización.

Moonlighting, rodada en Londres, cuenta la historia de tres obreros polacos contratados por un compatriota rico para que reformen una casa recién comprada a la que piensa trasladarse. Regentados por un capataz, único que conoce la lengua inglesa, esos obreros ignoran, en todo momento, lo que está sucediendo en su país, manipulados por quien les controla la información. Sólo trabajan y mal comen, dado que el presupuesto con el que cuentan es también inferior a sus necesidades reales. El capataz trapichea en los supermercados para evitarles la alarma y sólo al final, cuando deben regresar a su país, se enteran de todo.Esta simple parábola se alarga durante hora y media; Skolimovski no tiene más remedio que añadirle -anécdotas que nada aportan al esquema inicial.

La decepción coronó una proyección por la que había cierta curiosidad, toda vez que Skolimovski fue aupado, el pasado año, por el propio festival de Cannes al proyectar una de sus películas aún censuradas en Polonia.

Decepción que se amplió a la película argelina Viento de arena, dirigida por Lakhdar Hamina, ganador en 1974 de la Palma de Oro del festival por Crónica de los años de brasas, aún ignorada en España. La vida de una tribu en el desierto quiere ser expuesta a la manera de Flaherty, pero la monotonía de las imágenes y la excesiva simplicidad del leve hilo argumental agotan, rápidamente, su capacidad de información. Lakhdar Hamina ha querido, en esta ocasión, hacer una película de festival, renunciando a la sinceridad que caracterizaba su primer trabajo.

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