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Aire de derrota en la asamblea de los democristianos italianos

Juan Arias

La gran familia democristiana está desconcertada y preocupada. La importante y tan esperada asamblea nacional, preparada con meses de debates para lanzar la gran reforma del partido italiano de inspiración cristiana, se está quedando en una pompa de jabón. De las mil personas que se esperaban entre delegados e invitados externos no se ha presentado ni la mitad.Los más irritados son los llamados externos, es decir, toda esa tarea de intelectuales y trabajadores que nunca ha estado dentro del partido, pero que son los que empujan con más fuerza para que la democracia cristiana vuelva a ser de clara inspiración católica y se purifique de tantos escándalos.

La presentación de la ponencia programática fue leída por Luigi Gui, un hombre tan poco nuevo que ha sido 35 años diputado, nueve veces ministro y hasta acusado y después absuelto por el escándalo Lockheed.

El palacio de los Congresos, donde se está celebrando la asamblea nacional democristiana, está bloqueado y protegido como un bunker. Fuera se oyen los gritos de los desocupados, de los sin casa. Tiran a los líderes flores rojas, pero de papel. Levantan pancartas que dicen: "Hay mucho podrido en vuestro partido", o bien, "Queréis rehaceros la cara. Dadnos antes una casa".

En los momentos de pausa se oye en la sala semivacía música de Beethoven. Hay caras serias. Se respira aire de derrota. Durante la lectura de los 150 folios de Gui, después de un cuarto de hora nadie escuchaba. Se hablaba, se leía el periódico, se iba y venía al bar. Hasta que, avergonzado, el presidente del partido, Arnaldo Forlani, tuvo que coger el micrófono y apostrofar con estas palabras: "Si los delegados continúan correteando por los pasillos, nadie podrá escuchar, y en ese caso, no veo cómo se podrá discutir mañana".

Desde la base se afirma que esta asamblea "está dominada por las viejas reliquias del partido", que es la asamblea "del miedo", que no se desea una transformación a fondo del partido, sino más bien "una simple operación estética".

Y el juicio más duro lo escribió ayer el conocido politólogo Giampaolo Pansa: "La democracia cristiana se presenta en esta asamblea nacional como un partido obligado a jugar a la defensiva, nostálgico de su pasado, irritado de su presente e incierto por su futuro".

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