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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más brechtiano que Brecht

Brecht creó un gran teatro personal y causó enormes, destrozos en el teatro de los demás. Su creación estaba repleta de teoría; quienes han querido seguirla directamente se han estrellado. No se puede hacer buena cocina con un libro de recetas. Lo importante de Brecht, aparte de su propio teatro, es una cierta impregnación; lo grave son las imitaciones.Un hombre es un hombre, obra de 1926, refundida y recreada por su autor varias veces desde su primera escritura, se representa ahora en Madrid, dirigida por Friedo Solter, que es director del Teatro Nacional de la República Democrática Alemana, en Berlín, y parece una imitación de Brecht. Podría decirse que es demasiado brechtiana. Las desgracias de estos grandes creadores suelen ser siempre las mismas: unos discípulos que descuartizan su cadáver teórico y pelean entre sí (el ejemplo quizá mayor es el del freudismo y el psicoanálisis), por una parte, unos imitadores que no sólo hacen mal su labor, sino que contribuyen a debilitar la del inventor; porque en los imitadores malos son siempre más patentes los defectos originales.

Un hombre es un hombre, de Bertolt

Brecht, versión de Pablo Sorozábal Serrano, música de Paul Dessau con canciones y dirección musical de Roberto Camaleón Rodríguez. Intérpretes. Isabel Ayucar, Eusebio Lázaro, Miguel Palenzuela, Ricardo Moya, Miguel Foronda, Angel Egido, Héctor Sturman, Julieta Serrano, Juan Matute, Antonio Roa Godínez, Marina Saura.Dirección de Firedo Solter. Con la colaboración de la Dirección General de Música y Teatro. Estreno: AIcalá Palace, 8 de octubre de 1981.

Todo esto viene a suceder en Un hombre es un hombre, verdadera acumulación de efectos brechtianos que termina por empachar. El discurso didáctico de Brecht, que precisamente había inventado su teatro para que ese discurso fuera audible, inteligible, humano y claro, se pierde, por el exceso de descoyuntamiento de la acción, donde se conduce a los actores como una zaragata de círco -gritos rotos, caras enjalbegadas-, con mezcla de music-hall -canciones, bailes, girls- y de viejo cine mudo -Charlot-, sobre un espacio escénico muy ampliado. Todo esto ya no se ve hoy con la sorpresa y curiosidad con que se veía en la primera mitad del siglo; se ha convertido en tópico y en repetición. Como ya no se escucha con la misma tensión de ánimo y la misma ilusión -o la misma hostilidad- el mensaje de Brecht.

El choque del director alemán y de la teoría de Brecht con los actores españoles no ha sido benéfico para estos. Se ve en todos ellos, a partir de Julieta Serrano y Eusebio Lázaro, un enorme trabajo, una disciplina importante, pero poca posibilidad de que la escuela española se adapte a otra tradición y a otra cultura. Este tipo de trasplantes son siempre muy difíciles.

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