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15.000 personas asistieron, al festival de "rock" duro de Usera (Madrid)

Lo malo de un festival de rock duro es que todo suena desoladoramente igual. Las diferencias entre un grupo y otro son siempre de matiz, pero ¿qué matiz puede distinguirse en una música atronadora y que busca provocar los sentimientos y las reacciones más básicas?Eso es lo que ocurrió el pasado sábado en el estadio Román Valero, de Usera. Allí se congregaron unas 15.000 personas, para escuchar a tres figuras de estilo: Deff Leppard, UFO y Rainbow.

La entrada al campo, que se presumía conflictiva, fue casi una balsa de aceite debido a la disuasoria presencia de unos veinte microbuses de la Policía Nacional y a los cristales partidos y alambre de es pino que festoneaban las paredes. Nada o casi nada por ese lado, para gran descanso de las decenas de chiringuitos expendedores de los más variados materiales ingeribles (desde la pérfida absenta hasta un bocata supervegetal).

Así pues, entramos para contemplar un escenario impresionante sobre el que ya evolucionaba UFO, primer grupo de la terna. Dentro de lo que cabe, UFO son los melódicos de este asunto, pero ya dejaban muy claro cuáles son los ejes de lo que íbamos a escuchar a lo largo de unas cinco horas: voz desgarrada y chillona (recuerdos a Led Zeppelin, Deep Purple y otros), una guitarra trinadora, llena de escalas veloces y de efectos raros (gracias a los mismos), y una sección rítmica machacona hasta decir basta (igual que antes).

Imagen emocionante

Una música que, sin embargo, conseguía levantar a una gente que no se había sentado y que alzaba los brazos al cielo en una imagen emocionante de motivación y entrega.Según Roger Glover, actual bajista de Rainbow y ex miembro de Deep Purple, la gracia de esta música reside en poder tocarla en directo. Lógico; si se tiene en cuenta que lleva haciendo lo mismo desde hace más de once años, que ya lo ha hecho todo. Por el contrario, los más recientes Deff Leppard (que van de los diecisiete a los veintiún años) se explicaban mejor por boca de su cantante (garganta dicen ellos) Joe Elliot: «No tenemos ningún interés en hacer algo nuevo; sólo queremos hacer esto lo mejor posible. El rock duro se desarrolla, mejora, pero no cambia, y nosotros aportamos frescura, ilusión e ideas para ese desarrollo».

De donde salimos para ver a Rainbow, que utilizan, ¡a estas alturas!, muchísimo humo, reflectores para iluminar el mar de brazos enhiestos y finalizan con un bonito juego de bengalas y guitarra destrozada.

Joe Lynn Turner canta bien, y Ritchie Blackmore, uno de los mayores mitos de este invento, demuestra que tiene muchos años de oficio y menos de imaginación. Incluso atacan la Novena de Beethoven con peor estilo que los Ríos (Miguel y Waldo). Pero es igual, la gente está encantada, divertidísima, hace una noche preciosa, las hierbas son acogedoras y esto es marcha pura o casi. Lo que se buscaba.

Cuando Rainbow acaba, una notable muchedumbre se filtra hacia el último metro, pero todavía queda la suficiente como para que la actuación de Deff Leppard no sea una desgracia. En realidad, son los más excitantes, los más rápidos, los más jóvenes, los que más se lo creen. Parecen casi andróginos en un mundo de pelucos machotes, pero su música tiene músculo aunque sea tan repetitiva como la de sus antecesores.

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