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La crisis económica favorece las actividades del Ku-Klux-Klan

Muerte al Klan era el lema de una manifestación contra la organización racista del Ku-Klus-Klan, convocada y autorizada por miembros del Partido Comunista de Estados Unidos el pasado 3 de noviembre en la localidad de Greensboro, en el Estado de Carolina del Norte. La muerte asomó su espectro y efectivamente hubo cinco víctimas, no del Klan, sino entre los manifestantes. Un grupo de hombres armados irrumpió en la manifestación, disparando con rifles y pistolas, causando la muerte a cinco personas. Así consta en los informes de la policía y en los documentos gráficos de la dramática manifestación filmados por la televisión local.

El proceso sigue su curso y se espera la sentencia de los seis miembros del Ku-Klux-Klan y del Partido Nazi Americano, acusados de asesinato. La sentencia será pronunciada posiblemente esta semana por el jurado integrado por seis hombres y seis mujeres, todos ellos de raza blanca.Entre los incidentes de primeros de noviembre en Greensboro, y la actualidad, una serie de acontecimientos de tipo racial ha conmovido la vida norteamericana. Desde los violentos sucesos producidos en Miami, a mediados de mayo, cuando un jurado absolvió a cuatro policías blancos acusados de haber golpeado al muerte a un joven negro que se saltó un semáforo en rojo, hasta los últimos de hace unos días en Orlando, también en el Estado de Florida, pasando por los de hace quince días en Chattanooga, en el Estado de Tennesse.

¿Estados Unidos se encuentra ante una nueva ola de incidentes raciales? Pocos comentaristas creen que el polvorín racial pueda estallar otra vez, adquiriendo proporciones como las de 1968, a consecuencia del asesinato de Martin Luter King. Barrios enteros en Nueva York, Washington o Detroit, todavía muestran hoy las huellas de casas quemadas, en señal de protesta, por la minoría negra de Estados Unidos, cifrada en unos veintidós de los doscientos millones de habitantes. Sin embargo, el problema está ahí. Acentuado, si cabe, por la crisis económica que padece la sociedad norteamericana o la llegada masiva de emigrantes cubanos y haitianos que, principalmente en Florida, pueden incrementar el alto índice de desempleo entre la población norteamericana de raza negra.

En medio de este contexto social, la organización racista del Ku-Klux-Klan recobra vigor. Según todos los índices, «el clima social es propicio» al reclutamiento de nuevos miembros, dicen los lideres del Klan, como se denomina en EE UU, organización de larga tradición histórica de violencia, racismo y antisemitismo. Negros, comunistas y judíos figuran en la lista de víctimas de las actividades semiclandestinas del Klan. Semiclandestinas porque, a pesar de ser una organización teóricamente fuera de la ley, el Klan no oculta sus actividades. Todavía es importante e influyente, sobre todo en los Estados del sureste de Estados Unidos, donde nació, en 1865, fundada por oficiales desmovilizados del ejército confederal, con objeto de impedir la participación de los negros en la vida política y social norteamericana.

Kuklos, que significa círculo en griego clásico, fue la palabra inicialmente propuesta por los defensores en pro de la continuidad de la esclavitud de los negros. «¿Por qué no ku klux klan (el círculo del clan de la luz)?», avanzó otro de los oficiales del derrotado ejército confederal. Así nació el Klan, con sus actividades siniestras nocturnas, alumbradas por antorchas y espectáculos de encapuchados blancos danzando alrededor de cruces en llamas.

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Desde hace unos diez años se ha producido una recuperación del Klan. Cifrado en unos 10.000 miembros activos, según las autoridades, el Klan cuenta con las simpatías y la colaboración esporádica de unas 100.000 personas. «Una de cada diez personas, incluso contrarias al racismo, reacciona favorablemente a la publicidad del Klan», dicen sus miembros. Bob Lyons, uno de los simpatizantes del Klan, manifestó recientemente a la Prensa norteamericana, que el Klan es sólo «una organización fraternal de cristianos blancos ultraconservadores que se arman para defenderse». Pero los principios del Klan son claramente racistas y llevan con frecuencia a la violencia: «El matrimonio interracial destruirá la cultura blanca y la sociedad funcionará al servicio de los negros», dice la publicidad del Klan. Es difícil establecer la «barrera» entre los miembros del Klan y del Partido Nazi Americano, cuyas actividades se desarrollan muchas veces en paralelo, como puede acabar demostrando el juicio de Greensboro.

Robert Shelton, líder de United Klans of America (Klans Unidos de América), con sede en Tuscaloosa, en el Estado de Alabama, acusa al Gobierno federal de intentar «infiltrar» la organización para «ensuciar» su imagen pública. Es uno de los argumentos de la defensa del juicio de Greensboro, donde los acusados citan el nombre de Bernard Butkovich, agente de los servicios secretos gubernamentales, que «estimuló» a los miembros racistas y nazis a la violencia en la manifestación de Greensboro. La dimensión de la sentencia de Greensboro centra la atención de las minorías negras norteamericanas. Su contenido acentuará o atenuará la protesta de los negros, pero dejará irresuelto el problema de la integración racial en EE UU.

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