Los musicales "pop", una invasión perfectamente planificada
En vista del éxito de La guerra de las galaxias y de Encuentros..., parecía que 1979 iba a ser el año de los grandes viajes espaciales, de las superproducciones galácticas y de las filosofadas cósmicas para niños y mayores. Parecía, pero en realidad la próxima temporada se va a caracterizar en lo cinematográfico-comercial por los musicales pop. Como botón de muestra, se nos vienen encima The Last Waltz, Grease, FM, Tanhk´s God Its Friday, American Hot Wax, Sargent Peppers o I Want To Hold Your Hand, entre las que ya están rodadas.2001, una odisea en el espacio significó una búsqueda en la que las alucinaciones diletantes, los misticismos orientales y el universalismo cósmico comenzaron a estar bien vistos. Desde entonces han pasado diez largos años y casi todo cuanto planteaban 2001... y sus epígonos literarios o musicales (sólo los comix como los de Druillet o Moebious han sabido mantenerse con cierta dignidad) se ha convertido en un lugar, común tan mercantilizado que el choque con su base espiritualista resulta demasiado brutal.
Sociológicamente se da la circunstancia nueva de que muchas de las vivencias de la generación de jóvenes padres de familia se repiten en sus hijos o al menos en sus sobrinos. Tanto Dylan como los Rolling llevan más de diez años de actividad, y el rock (como movimiento no sólo musical), más de veinte. Entre Elvis Presley y Peter Frampton no existe una diferencia tan brutal como entre aquél y Bing Crosby. Esto hace que los musicales pop se dirijan a una población cuyo espectro abarca más o menos veinte años, segura garantía de su rentabilidad.
El tema comercial aparece mucho más claro y se trata de la creación de modas, de la publicidad y explotación mancomunada de un producto por diversas ramas de la industria del entretenimiento. Si bien los musicales en sus aspectos de Broadway y solistas (Crosby, Sinatra, Presley, etcétera) eran capaces de generar histerias en torno al ídolo, no es ese el aspecto que ahora se utiliza. Ahora se proponen tipos, situaciones asequibles y rastreables al parecer tras cualquier esquina. Se proponen y se lanzan a lo grande. Veamos.
The Last Waltz acaba de ser estrenada en Madrid. En realidad no se trata más que de un largo documental, mediante el cual Martin Scorsese ha fijado para la posteridad, no sólo el concierto de despedida de The Band, sino toda una época de la música. De Monterrey aquí han desaparecido Janis Joplin Jimmy Hendrix, Otis Redding, la Jefferson Airplane y Mamas and Papas. Pero otros continúan. Como tal documental, The Last Waltz no propone nada, y así su capacidad de incidencia en otros terrenos se limita al disco, banda sonora en edición limitada que resulta interesante como documento y que finalmente beneficiará de forma indirecta a CBS debido a la aparición superestelar de Bob Dylan.
FM, por su parte, cuenta una historia absolutamente fantasmagórica sobre una emisora de frecuencia modulada en Los Angeles. Como todo el mundo ha escuchado alguna FM (sobre todo en Madrid), la película parece querer desvelar alguno de los arcanos que se ocultan tras la intangibilidad de las ondas que recibimos. En realidad las cosas no funcionan tal y como nos las cuentan y el final feliz de la película contrasta vivamente con los finales catastróficos a que estamos acostumbrados en nuestro país (cierres drásticos de emisoras, falta de medios, cambios sorpresa en la programación, etcétera). Pero esto no se sabe, y por ello la campaña promocional realizará un concurso nacional para disck-jockeys a través de la Cadena SER, lo cual ayudará a su vez a promocionar la banda sonora, que consiste en una mejorable colección de éxitos del pasado año. Poco más se podrá hacer con ella, pero ya tenemos tres implicados: cine, radio y disco.
Muchos más se juntarán en Grease. Grease viene a ser, con la participación de John Travolta y Olivia Newton Johri, una especie de mezcla entre West Side Story y American Grafitti. No posee el encanto de ninguna de ellas y sí en cambio muchas de sus estupideces. Pese a ello, como la ambientación está bien y la banda sonora (¡con Sha Na Na! ) es original, se presta a un montaje en serio. Polydor, que ya tiene la experiencia de Saturday Night Fever, no va a estar sola con la distribuidora en el empeño. Por lo pronto es más que probable que algún gran almacén lance una moda Grease, que una marca de vaqueros haga lo propio y que otra de refrescos ponga su granito de arena. A ello y a poca imaginación que le echen podría sumarse alguna brillantina (eso es grease) con la esperanza de relanzar sus productos.
Pero esto no es todo, y probablemente Grease nos traiga además un concurso de diseño (para el cartel) y uno de baile de fin de curso tipo high school americano en algún polideportivo. Todos estos esfuerzos se potencian y multiplican, permitiendo que una rama se beneficie de las ventas y publicidad de la vecina. Todo se resume al final en un asunto de coordinación.
En cuanto a American Hot Wax poco se podrá hacer. En primer lugar, trata sobre el nacimiento del rock de la mano de un personaje radiofónico muy conocido en América y muy poco en España: Alan Freed. En segundo, la banda sonora es bastante deficiente, y en tercero, tras American Grafitti y alguna otra del mismo tipo, el revival por el revival ya no resulta tan atractivo.
Thank's God Its Friday viene a ser un remedo de Saturday Night Fever, y ya se sabe que segundas partes discotequeras nunca fueron más allá de las primeras.
Queda Sargent Peppers, que presenta a gentes como Peter Frampton versioneando a los Beatles. El único problema es que si se busca la recuperación de la psicodelia perdida, como es el caso, más vale irse directamente a Performance, que, aparte de ser buen cine, refleja mucho mejor una estética, unas vivencias aplicadas a un género como el policíaco (o así) que se presta mejor al desarrollo de un guión coherente.
Finalmente, I Want To Hold Your Hand. Aparte de estar producida por Sleven Spielberg (Tiburón, Encuentros ... ), su tema, caso de desarrollarse con un mínimo de inteligencia, puede ser el más interesante. Se trata de reconstruir la historia beatlemaníaca. La primera visita de los Beatles a Estados Unidos marcó un verdadero hito en ese país y tres canciones del grupo coparon durante semanas y al mismo tiempo los primeros lugares de las listas. La invasión meticulosamente preparada de la música inglesa fue algo más que una moda y la recreación de aquel ambiente desde un punto de vista americano puede ayudar a completar el inglés que ya vimos hace mucho tiempo en A Hard Days Night.
Esto es todo por ahora. Ya podemos caer en la trampa con la mejor de las sonrisas, lo que sí es seguro es que nadie nos va a librar de ver una o más de una de estas películas. Aunque casi todas ellas no sean mas que mentiras piadosas que, por desgracia, no llegan a constituir siquiera un buen entretenimiento.
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