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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Caminos de la abstracción, en Ibiza

Siete caminos de la abstracción. Tal es el título de la exposición que a caballo del presente mes y el venidero quedará abierta en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza, y siete los nombres de sus protagonistas: los españoles Tour Costa (Ibiza, 1927) y Leopoldo Irriguible (Zaragoza, 1946), los alemanes Bechtold (Colonia, 1925) y Micus (Hoexter-Weser, 1925), el norteamericano Kinkel (New Jersey, 1933), el francés Marcel Floris (1944) y el italiano Giorgio Pagliari (Roma, 1933). Diversos en edad, formación y origen, los siete residen en Ibiza y allí comparten el común ejercicio, abstraccionista del arte de pintar.Al margen, enteramente, de su propia entidad natural y popular, Ibiza resultó, hace unos veinte años, algo así como el descubrimiento privado del siglo. Fiel a esta enigmática (por cuanto que muy cacareada) privatidad, la isla se convirtió luego en moda, supuso cobijo para hippies más o menos sofisticados, concentró a toda una juventud deseosa, entre otras, de la experiencia al aire libre, regaló pasatiempo a errabundos, alentó un sempiterno y siempre inacabado proyecto de comuna, constituyó una especie de climatérica estación de turismo a la greña ... y llegó a alzarse como santo y seña de un alegre propósito libertario.

Siete caminos de la abstracción Bechtold, Floris, Irriguible, Kinkel, Micus, Pagliari, Tour Costa

Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza

Y si muchas de estas y otras mil aventuras fueron flor de un día o sol de un verano, hubo una, la del arte, que echó raíces y medró en obras duraderas como la Bienal y el Museo de Arte Contemporáneo, llamados, ambos, de Ibiza. Un grupo de artistas de diversa nacionalidad asentó allí su residencia y desde ella han venido sus componentes alumbrando un quehacer de común entronque abstraccionista y no pocas similitudes de estilo, que a alguien ha querido bautizar como escuela ibicenca. La diversidad de las obras expuestas y la similitud estilística que media entre los expositores hacen que José Corredor Matheos nos replantee el problema en estos términos literales: «Son artistas de diversas procedencias, con personalidades claras, pero características esenciales de sus obras justifican que así, conjuntamente, se presenten en una exposición. (...) Sin pretender referirme a una posible escuela de Ibiza (...), quien se enfrente a todas estas obras se preguntará en qué medida han intervenido la simpatía artística y la personalidad y la causalidad.»

¿Por qué han elegido esta parcela insular y la han convertido en un foco de lo que Daniel Giralt Miracie ha llamado localismo-universalismo? Corra la respuesta a cargo de los propios artistas. Eduard Micus se expresa así: «Ibiza me parecía la encarnación de las imágenes que estaba buscando. He venido para ver crecer las almendras, para vivir con la arquitectura arcaica.» Bechtold da esta otra explicación: «He venido aquí para encontrarme a mí mismo y para estar solo con mi obra por ciertos años. Pero no es el sitio el que te condiciona, eres tú que quieres hacer algo determinado y buscas el sitio adecuado.» Kunkel, por su parte, agrega: «Ibiza parecía la respuesta correcta a mis deseos de vivir y pintar; es un miniuniverso, tiene la suerte de conjugar con el cosmopolitismo un ambiente de naturaleza y mantener una historia y una tradición propias.»

Ibicenco y residente en Ibiza, Tour Costa es el que menor Importancia atribuye al medio insular. Para Marcel Florit el proceso creador se hace en Ibiza más diáfano, en atención a la ausencia de agresividad. «Viviendo aquí -concluye Leopoldo Irriguible-, los sucesos y acontecimientos te influyen de forma distinta a como sería estando en Barcelona o Zaragoza. Ibiza te sirve de tampón amortiguador. Ello es bueno y malo. »

Constituyan o no escuela, sean o no directamente afectados por el medio que ellos mismos han elegido, parece más que claro que su arte, en conjunto, se ajusta a un patrón común (la abstracción) y se explica a través de una coincidencia unánime en indicar, por encima de todo, aquel aspecto de fenómeno original que Goethe juzga el más propio del espacio: delante de él, en efecto, no hay referencias, y tras él tampoco se vislumbran señales. Siete caminos de la abstracción, confluyentes los siete en la particular angulación u orientación, eminentemente abstracta, de ese mismo y concreto ámbito espacial que por tierras, aguas y soles de Ibiza llega a convertirse, de tan pleno, en auténtica y gozosa soledad de soledades.

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