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La líder conservadora británica completa su aprendizaje para asumir el poder

Juan Cruz

Margaret Thatcher, la primera mujer británica que dirige un partido político, parece estar preparada ya para serjefe de Gobierno como líder conservadora. Ha recorridb un largo camino y ha visitado muchos países, pero en el Parlamento de Londres convenció a los ingleses en la última madrugada de que ya ha culminado el aprendizaje.

Su actuación parlamentaria coincidió con un triunfo del Gobierno en una votación de confianza sobre el programa económico pero la victoria dialéctica fue para la señora Thatcher, la hija de un tendero inglés que cuando fue elegida para su cargo, hace ahora dos años, no ofrecía garantía alguna de permanencia.

Para un periodista del conservador Daily Telegraph, la intervención de Margaret Thatcher en el debate económico fue una combinación de las teorías del economista Milton Friedman, y los caracteres de Bette Davis, Oscar Wilde, Elena de Troya y el coro del ejército rojo.

El humor, su nueva arma

En efecto, casi por primera vez en su larga carrera política, la sucesora de Edward Heath hizo del humor su arma más poderosa. Para dirigir a los británicos hace falta sentido del humor, y en las circunstancias más difíciles eso es lo que ha salvado al actual jefe del Gobierno, Jarnes Callaghan, que ha hecho de su risa estentórea el rasgo más recordado de su personalidad.La que los ingleses llaman «la bomba rubia» ha dejado viejos hábitos. Su vida como líder se inició con discursos incendiarios contra la penetración de la Unión Soviética en Europa. Es famoso uno que pronunció en Alemania sobre el eurocomunismo como táctica de la Unión Soviética, que disfraza con aquel apelativo a los lobos que quieren dominar el continente.

Cambio de estilo

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Ahora está más preocupada por lograr que su gabinete fantasma consiga una «detente» con los sindicatos y éstos le permitan gobernar cuando le llegue la hora. En política exterior le ha dado la iniciativa a un conservador moderado, John Davies, que estuvo hace unos días en Madrid, y que hace unos meses sustituyó a un político de la línea dura de la derecha conservadora, Reginald Maudling.Margaret Thatcher se ha ido disociando de las posiciones de ultraderecha que en un principio se le achacaron. En este sentido, ha sido simbólica su actitud respecto de España. Ella era consciente de que a su partido se le suponían simpatías por la Alianza Popular y, sobre todo, por su líder, Fraga Iribarne. Cuando Adolfo Suárez ganó las elecciones se precipitó a deshacer esa presunción con un telegrama que, dada la sobriedad de la líder británica, debe haber entusiasmado al primer ministro español.

Un aspecto de la estabilidad que Margaret Thatcher ha conseguido como líder de su partido lo da el olvido en que se ha sumido a Edward Heath, su antecesor. Y todo el mundo asume en Gran Bretaña que en un Gobierno dirigido por esta mujer seca con los periodistas, amable con los tenderos y sofisticada en las ceremonias públicas, no estará el primer ministro conservador que fue derrotado en 1974 por los mineros y que, un año más tarde, perdió el liderazgo tory a manos de la «dama de acero».

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