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Hay que recuperar el toreo de capa

Por iniciativa de un grupo de aficionados vallisoletanos se ha instituido el trofeo Fernando Domínguez para premiar al torero que ejecute los mejores lances a la verónica en la Feria de San Isidro. Hacía falta una idea de este tipo, porque el toreo de capa está en crisis, más aún que el de muleta. No hacen falta sesudas reflexiones, para detectarlo.

De todas las corridas falleras, de todas las de la Feria de Sevilla, apenas quedan en el recuerdo unas verónicas de Curro Romero. Y casi lo mismo podría decirse de todo el repertorio conocido con el capote: quién instrumenta con alguna frecuencia chicuelinas -y casi siempre es más recorte que el barroco lance que consagró Chicuelo-, quién con menos asiduidad gaoneras; rara vez se ven navarras, y otras suertes ya están en total desuso.Algunos de los queocupan los primeros puestos en el escalafón de matadores se diría que no quieren el capote sino para acompañar el viaje del toro en la fuerte salida de éste, y luego morderlo hasta que suene el clarín para banderillas. Los hay que no saben ni cogerlo, y parece que como si se les cayera de las manos. Algunos son incapaces de utilizarlo para la brega.

Es lamentable y absurdo que por el prurito de perfeccionar la técnica muletera (de otro lado nada perfeccionada, según se ve) se haya abandonado la técnica del toreo de capa, con la que se consiguen las suertes de más belleza plástica que puedan realizarse durante la lidia. Por eso tiene un gran valor que la Escuela Taurina haya incluido en su programa de enseñanzas un repertorio amplísimo de lances. Es cierto que los mejores intentos -y aún los mejores logros en esta modalidad torera se ven en los novilleros, y entre ellos habremos de destacar a los dos franceses -Chinito y Nimeño- que en su presentación en Las Ventas levantaron ovaciones por su labor en los primeros tercios. Esta es una gran esperanza.

El trofeo Fernando Domínguez, puede reavivar el interés de los toreros por superarse cuando se empleen con el capote. Y más se conseguiría aún en este sentido si los presidentes no concedieran la segunda oreja -la pida quien la pida- si el diestro que cuajó una buena faena de muleta no estuvo a parecido nivel con el capote. Así lo dice el reglamento, por lo demás, y los presidentes son los primeros obligados a cumplirlo y a hacerlo cumplir.

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