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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El derecho, a equivocarse

Fernando Claudín ha prologado el libro Recuerdos y reflexiones de Ernets Fischer. Y yo me atrevería a decir que entre el prologuista y el autor (ya fallecido) parece haberse establecido una sutil complicidad no sólo en el terreno del talante político sino también -y sobre todo- en la propia biografía. Ernets Fischer es, igual que Fernando Claudín, un militante que regresó del frío, y cuyo regreso se ha visto acompañado de una reflexión meliculosa sobre el fenómeno stalinista y el deshielo. Lo que para Claudín fue esa obra monumental (La crisis del movimiento comunista) de historia, podría serpara Fischer este bello ensayo autobiográfico. No es de extrañar, pues, que Claudín haya escrito con especial cuidado y entusiasmo el prólogo que abre Recuerdos y reflexiones.

Fischer, Ernets:

Recuerdos y reflexionesPrólogo de Fernando Claudín Siglo XXI de España. Madrid, 1976. 501 páginas

Ernets Fischer es conocido en nuestro país por dos obras de envergadura traducidas (La necesidad del arte y Los problemas de la generación joven), pero su producción es mucho más extensa: teatro, ensayo científico, literatura de combate, periodismo, etcétera. Hasta que tras la invasión de Checoslovaquia por los tanques soviéticos, Fischer fue expulsado del Partido Comunista austriaco, este intelectual de origen burgués había dedicado su vida y su obra a la revolución. Recuerdos y reflexiones es precisamente la narración por menorizada de su vida, o si se prefiere la primera memoria apasionada en la que el protagonista mezcla sus inquietudes sociales con la descripción de sus crisis como joven y adolescente y como militante en un ambiente (el austrohúngaro) marcado por la provisionalidad. Fischer cuenta cómo era su familia, cuáles fueron sus amistades, como de un ambiente asfixiante y ultramontano, pudo evolucionar hacia posiciones reformistas primero y revolucionarias después. Y por qué, en un momento dado, marchó a Moscú para formar parte de aquél «estado mayor de la revolución» que pretendía ser la internacional comunista. Estas memorias terminan precisamente cuando Austria. es liberada y la segunda guerra mundial toca a su fin más tarde Fischer formaría parte del primer gabinete provisional antifascista de su país y durante más de quince años sería elegido diputado y miembro del Comité Central del Partido Comunista austriaco.

Estas reflexiones autobiográficas, en las que se intercalan fragmentos de su obra literaria anterior, intentan algo que hasta ahora casi nadie ha sabido explicar: cómo fue posible que durante tantos años una persona normal, más bien sagaz e inteligente, con una sorprendente capacidad crítica, hubiese aceptado el mito y el terror que representaba José Stalin. Fischer narra su experiencia como funcionario de la internacional comunista y retrata con gran eficacia a las personalidades que en aquel tiempo poblaban Moscú: Dimitrov, Marty, Togliatti, etcétera. En sus páginas no hay saña ni rencor, si acaso nostalgia. Pero sobre todo en ellas se descubre una personalidad pasional, juvenil, abierta al mundo nuevo: la confesión de un hombre que reivindica a cada instante el derecho a equivocarse.

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