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TEATRO

Lo "no comercial"

Es arbitraria, insolente y falsa la distinción entre comercial y no comercial, en el mundo del teatro. Es todo eso, pero se entiende. Y está igualmente claro que han comenzado, casi a la vez, las dos temporadas disímiles. Lo que sucede es que la distinción afecta, más que nada, a las normas de producción. Por lo demás -nada menos-, los actores y las obras van y vienen por ambos carriles, con idéntica pretensión: revelar, mostrar, discurrir, maravillar o reflexionar.Por un lado, la Sala Cadarso ha comenzado la I Muestra de Teatro Independiente, en la que se incluye una parcela de teatro infantil que ha abierto, limpia y bellamente, Tris tras triquitrás, del grupo madrileño La Jincacha. De otra parte, también ha iniciado sus trabajos de la temporada el aula de teatro del Ateneo.

Dirige el aula Basilio Gassent, que es al mismo tiempo -aunque parezca difícil-, un ser bueno, culto y apasionado. Gassent es uno de los grandes luchadores del teatro, y sus áreas específicas de actuación -Radio Madrid y el Ateneo-, han estado siempre muy atentas a la evolución de nuestra vida dramática. Así va a ser, también, en este curso que comienza. La línea elegida ahora es no comercial y no profesional, lo que produce, a la vez, inmadureces e insuficiencias, frescura, espontaneidad y formidables hallazgos.

La inauguración, presentada por Lauro Olmo, ha corrido a cargo del grupo teatral de la agrupación cultural de la Telefónica, de Madrid. El grupo, bajo la dirección de Ramón Ballesteros, conquistó con este programa el primer premio en el certamen nacional de Educación y Descanso de este año. El espectáculo concebido engloba dos textos fundamentales de Valle-Inclán: Las galas del difunto y La enamorada del rey. El tremendo esperpento de Las galas del difunto y la tierna farsa de La enamorada del rey ciñen el áspero y hermoso perímetro del teatro de don Ramón. Tres actores admirables -Celia Sanmillán, Gloria Maestro y Julián Gijón- desentrañan las bases del amplio encuentro de personajes.

El grupo, que ha representado a España en Mantua -donde ganó el primer premio- y en Montecarlo, es uno de los equipos vocacionales de más solidez de nuestro censo. Le ha seguido -segundo premio- el Grupo escénico Aguas, de Barcelona, dirigido por Jaume Font, con un estreno: Un bagul groc a Nofre Taylor, de Alexander Ballester. La obra -Un ataúd amarillo para Onofre Taylor-, es un texto crítico, muy bien elaborado, sin estereotipamientos, con una permanente nota burlona, con, voluntad de perdonar y entender; texto universalista, de difícil y bastante bien salvada escenificacíón. Lo presentó Manuel Gómez Ortiz. Y justificó los dos premios conseguidos -mejor actor, Antonio Badia, y mejor director, Jaume Font-. Es difícil y atractivo representar en la abierta sala de la «docta» casa. Pero es un placer ver cómo los grupos modelan su escenografía sobre los condicionantes físicos.

Tenemos, pues, abiertas las tres líneas clásicas de la actividad teatral: escenarios comerciales, espectáculos independientes y representaciones vocacionales. Esta, como ya se ha dicho en estas mismas columnas, es una temporada revisionista. Bien va.

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