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Crítica | Mentes poderosas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El temor de los millennials

Une la clásica fantasía adolescente de los superpoderes con la descripción de una realidad distópica

Un fotograma de 'Mentes poderosas'.
Un fotograma de 'Mentes poderosas'.

Todo objeto cultural tiene el potencial de acabar convertido en un resto arqueológico, una huella de la que acaso podrían inferirse algunas conclusiones sobre el contexto histórico en el que nació. Y Mentes poderosas, primer largometraje de imagen real de Jennifer Yuh, responsable de dos secuelas de Kung Fu Panda (2008), es uno de esos trabajos que, en su asumida modestia, son capaces de decir muchísimo sobre los síntomas culturales y las neurosis corporativas del presente: por un lado, es una prueba más de que la industria audiovisual de las primeras décadas del milenio vive la crispada fiebre de encontrar la nueva franquicia de oro entre la efervescencia de sagas editoriales destinadas al lector adolescente; por otro, ofrece -¡y van!- otra metáfora sobre el problemático lugar en el mundo que cree –o teme- ocupar la generación millennial, incomprendida por quienes la han precedido y profundamente preocupada ante la perspectiva de pasar por el mundo sin dejar huella.

MENTES PODEROSAS

Dirección: Jennifer Yuh.

Intérpretes: Amandla Stenberg, Mandy Moore, Harris Dickinson, Gwendoline Christie.

Género: ciencia-ficción.

Estados Unidos, 2018

Duración: 105 minutos.

Basada en la saga editorial de Alexandra Bracken, que ha alcanzado seis títulos, Mentes poderosas une la clásica fantasía adolescente de los superpoderes con la descripción de una realidad distópica de campos de concentración y facciones militares enfrentadas por la explotación estratégica de una población mutante menor de edad. En el fondo, no es ni mejor, ni peor que las numerosas ficciones cortadas por el mismo patrón que han asaltado las multisalas en los últimos años. En cualquier caso, la concisión de su metraje es una cierta virtud. Y su previsibilidad, una condena.

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