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Emocionante puerta grande para Juan del Álamo

El torero salmantino cortó una oreja a cada toro tras una faena elegante y otra vibrante a una mansa e interesante corrida de Alcurrucén

Antonio Lorca
Juan del Álamo cruza la puerta grande a hombros de los aficionados.
Juan del Álamo cruza la puerta grande a hombros de los aficionados.Álvaro García

El presidente fue muy exigente con Juan del Álamo al no atender la mayoritaria petición de la segunda oreja tras la muerte de su primer toro; y, quizá, tenía razón, pero se habían concedido trofeos tan baratos en esta feria que parecía injusta la extrema dureza del palco.

Pero el torero salmantino se propuso salir por la puerta grande y lo consiguió a base de pundonor, de entrega y de arrojo ante el deslucido sexto. Pero el público estaba con Del Álamo, y cuando se volcó sobre el morrillo como lo hacen los que deciden jugarse la vida de verdad la plaza se cubrió de pañuelos, y el torero vivió la experiencia mágica de ver la calle de Alcalá por encima de los demás.

Ya era hora de que Juan del Álamo dejara de ser el torero de orejas solitarias y protagonizara una tarde vibrante que le ayude a despegar definitivamente como figura de altos vuelos.

ALCURRUCÉN / EL CID, ADAME, DEL ÁLAMO

Un toro de El Cortijillo —el primero— y cinco de Alcurrucén, bien presentados, distraídos y muy mansos; descastados los dos primeros, nobilísimo el tercero, encastado el cuarto, noble el quinto y deslucido el sexto.

Manuel Jesús El Cid: estocada y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación).

Joselito Adame: pinchazo, media, pinchazo —aviso— y tres descabellos (silencio);estocada que asoma —aviso— dos pinchazos y bajonazo (silencio).

Juan del Álamo: estocada (oreja, petición de la segunda y dos vueltas al ruedo); estocada (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.

Plaza de Las Ventas. Vigesimonovena corrida de feria, 8 de junio. Tres cuartos de entrada.

Se encontró, primero, con un manso de libro, como toda la corrida, que huía de su sombra, pero llegó a la muleta con una dulce embestida de altísima calidad. El comienzo por bajo, ganando terreno en cada muletazo, fue espectacular; el toro corroboró su bondad en la primera tanda con la mano derecha, y se entregó en tres más por el pitón izquierdo en los que destacaron algunos naturales y, especialmente, los pases de pecho. El público cantó de forma desmedida la buena labor del torero, que acabó con unos singulares ayudados por bajo. Mató de una estocada certera y llegó la gran bronca al presidente al negarle la segunda oreja, lo que obligó al torero al dar dos vueltas al ruedo.

La faena tuvo un pero: duró una exhalación; o, al menos, esa fue la impresión que dio. Faltó templanza, faltó largura en los muletazos, faltó que se recreara en la obra. Pero en comparación con otras orejas baratas…

Y en el sexto se jugó el tipo con entrega, pundonor, arrojo… Fue una labor deslavazada de un torero arrollador que no le perdía la vista a la puerta grande. Y la abrió con la ayuda de unos tendidos dispuestos a todo con tal de disfrutar.

Los mejores muletazos -lo que son las cosas- los dio El Cid ante el cuarto, un toro encastado, codicioso y repetidor, con el que dibujó dos tandas de naturales bellísimos, largos y de enorme hondura. Fue el mejor Cid de los últimos tiempos; pero pinchó, como siempre que torea bien, y se esfumó la oreja bien ganada. No ofreció, sin embargo, su mejor versión ante el deslucido primero.

Y Joselito Adame no tuvo su día. Apagado y derrotado se mostró ante el áspero segundo de la tarde, y anodino y sin garra ante el noble quinto. Los ajustados estatuarios iniciales no fueron más que un espejismo.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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