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El día que Castro dijo ante la cámara que La Habana tenía las mujeres más bonitas

El líder cubano participó en su juventud en México como actor de reparto en producciones estadounidenses e impulsó el cine en la isla

Andrés Rodríguez
Escena de Holiday in Mexico.
Escena de Holiday in Mexico.

La muerte de Fidel Castro a los 90 años es el final de una era. Se ha dicho ya casi todo sobre el líder cubano, uno de los políticos más influyentes del siglo XX y casi uno de los últimos supervivientes de la Guerra Fría. Pero no se ha hablado tanto de su pasión por el cine. Aparte de ser el actor fetiche -sin quererlo- del director estadounidense Oliver Stone, casi no se conoce, entre otras, su faceta de aspirante a actor en Hollywood y su labor en la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICT) en San Antonio de los Baños.

En una ocasión, el escritor Gabriel García Márquez, amigo íntimo de Castro, lo llamó “el cineasta menos conocido del mundo”. El líder cubano, sabedor del poder e impacto social del séptimo arte, 82 días después de su entrada triunfal en La Habana, en enero de 1959, creó el ICAIC. Veinticinco años después, junto al Nobel colombiano, crearon la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en 1985 y un año después la EICT.

Castro era un ferviente admirador de la actriz francesa Brigitte Bardot y amigo de Gerard Depardieu. Decía conocer todos los largometrajes de Charles Chaplin, ser capaz de reír “tres o cuatro veces” con las películas del cómico mexicano Mario Moreno, Cantinflas, y haber sido seducido por la poderosa imagen de la italiana Sofía Loren. A Stone, autor de dos documentales sobre él -Comandante (2002) y Looking for Fidel (2003)- le confesó que no pudo ver muchas producciones cinematográficas después de la caída de la Unión Soviética, en 1991, “por falta de tiempo”. Títulos como Gladiador y Titanic fueron algunos de los filmes que vio en formato de videocasete.

Para Castro, el cine era  una “batalla política”, en la que incluso legitimó la censura como arma para defender su revolución. En 1961, en el conocido discurso Palabras a los Intelectuales defendió el “derecho” de su Gobierno a “regular, revisar y fiscalizar” películas por su “influencia en el pueblo” como una responsabilidad “en medio de una lucha revolucionaria”.

Su pasado en Hollywood

Igual que dos de sus grandes némesis estadounidenses, John F. Kennedy –un político entregado al imaginario de la pantalla grande- y Ronald Reagan –un actor prestado a la política-, Castro también tuvo una inclinación hacia los platós cinematográficos.

Un joven Fidel Castro, durante su breve exilio en México, mucho antes de la Revolución cubana, logró trabajar en algunos largometrajes estadounidenses, con apariciones muy cortas como extra y actor de reparto. La primera de la que se tiene conocimiento es Escuela de sirenas, una producción de 1944 que fue catalogada como una de las mejores de la era dorada del estudio Metro Goldwyn Mayer (MGM). El largometraje lo protagonizaba la estrella Esther Williams, mundialmente conocida por los musicales con espectáculos acuáticos. En el filme, un veinteañero sin barba interpretaba a un estudiante que se preparaba para un concurso de preguntas en la televisión. Su escena fue eliminada en la versión de video.

Dos años después, Castro volvió a estar en un cartel con Williams en una cinta de mayor presupuesto de la MGM, Fácil de casarse. El que sería futuro líder cubano aparecía al borde de una piscina, admirando el traje de baño rojo de una pieza de la actriz. El largometraje fue codirigido por Buster Keaton y también contó con Lucille Ball, de la famosa serie Loco por Lucy. El director de orquesta español Xavier Cugat, que trabajó con él en dos producciones, lo describió como “el típico latin american boy”, según cuenta el crítico uruguayo Álvaro Sanjurjo en una investigación que actualiza desde los noventa.

En Vacaciones en México aparece como uno de los bailarines que se mueven al ritmo de una orquesta dirigida por Cugat. La revista Variety dio a conocer que el personaje de Castro tenía una línea en la película: "Sí yanqui, La Habana tiene a las mujeres más bonitas y de sangre más caliente del mundo, te gustará esto", exclamó. Sin embargo, su escena fue eliminada de la versión final. Las cintas fueron prohibidas en Cuba y distintas autoridades del ICAIC, cada vez que se les preguntaba por el tema, afirmaban desconocer la información.

El pasado actoral de Castro también ha dado lugar a mitos y leyendas. Aparte de las tres películas citadas, se dice que tuvo una participación como extra en las escenas rodadas en La Habana de la película Rompiendo las cadenas (1949), dirigida por John Huston, según cuenta el crítico y escritor argentino Diego Curubeto. El autor sudamericano explica en un artículo que la historia narra la crónica real de un grupo de insurgentes que buscaba derrocar al dictador Gerardo Machado y Morales, años antes del ascenso de Fulgencio Batista.

El expresidente cubano también habría trabajado en producciones mexicanas, asegura Juan Carlos Garrido, director del Sindicato de Trabajadores Técnicos y Manuales de la Producción Cinematográfica de México. En concreto, en distintas películas de Juan Orol, uno de los principales promotores del llamado cine de rumberas de la época de oro de la cinematografía de ese país norteamericano. Aunque todavía no se ha podido identificar el nombre del caudillo de la revolución en la isla en los archivos. El cine, como muchos hechos de la vida de Castro, todavía esconde luces y sombras, incluso después de su muerte.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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