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Aguardando a Beyoncé bajo el sol

Miles de espectadores esperan para acceder al Estadio Olímpico de Barcelona

Largas colas bajo un duro sol de seguidores de Beyoncé alrededor del Estadi Olimpic de Barcelona.
Largas colas bajo un duro sol de seguidores de Beyoncé alrededor del Estadi Olimpic de Barcelona. Albert Garcia
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Menos humedad, menos gente y con el añadido del simple sonido de las chicharras podía pensarse en un secarral del interior peninsular. Pero no, es Barcelona, y a las 16:30 de la tarde de este miércoles, bajo un calor poco menos que turolense, el público ya aguardaba pacientemente la apertura de las puertas del Estadio Olímpico. Allí, Beyoncé cerrará el tramo europeo de su gira mundial en el que será su único concierto en España, conseguido según sus promotores, Live Nation, en una ajustada negociación que dio sus frutos a última hora. En consecuencia, los jóvenes más osados, en realidad habría que decir osadas, esperan junto a los accesos el momento mágico que seguramente recordarán de por vida. Y es que en un concierto de estas magnitudes, cerca de 49.000 personas, el espectáculo comienza mucho antes de la primera canción.

Pero que nadie piense que el vulgo es el único que guardaba cola. En una carpa situada en la zona alta del exterior del estadio, los tenedores de entradas VIP se achicharran bajo el sol en pos de su localidad. Sí, los VIP también hacen colas, más cortas, eso sí, aunque colas al fin y al cabo. Los que ya habían recogido su localidad pasean ufanos con su pase VIP laminado pendiendo del cuello, con una foto de Beyoncé en rojo sustentada por una llamativa cinta amarilla. Parecían asistentes a un congreso de ¿fitness?, a tenor de los deportivos atuendos. Por cierto, a primera hora no había más que espectadores y algún turista errático, reconocible por su cara de pasmo y por el tono rojo de la piel, castigada por el mismo sol que aplastaba a todo bicho viviente. También a los policías, algunos embutidos en uniformes útiles para disolver una manifestación de estibadores airados. Y, claro, nadie hacía footing, running o como se llame desde hace dos semanas eso de correr al aire libre. Mucho, demasiado calor para el deporte, aunque aquello fuese la montaña olímpica.

Cerca de los accesos las más entregadas fans, aguardan desde hacía dos, tres y hasta ¡diez! días allí. Solo una ventaja: en estas fechas no hay de responder a la sempiterna pregunta de los periodistas, ¿y las clases? Alguna afirma querer ser de mayor como Beyoncé, pasando por alto que para ello su piel precisaría recorrer el camino inverso de Michael Jackson. Hay seguidores venidos de todos los puntos de España aunque, será casualidad o tono, los acentos dominantes eran meridionales. Y casi ningún extranjero a esas horas, todo es lengua castellana o catalana, solo alguien hablaba francés o inglés, idiomas seguro más representados a esas horas en las Ramblas. Las camisetas deparaban las frases más dispares, aunque la leyenda "don't worry be…..yonce", se repetía en bastantes atuendos. Otros, más excluyentes, lucen un "don't worry, be young" que sonaba a publicidad no apta para mayores de cuarenta, que haberlos los hay. Todos ellos, con o sin camiseta graciosa, preguntan la puerta que les corresponde o el horario de apertura de la misma, obteniendo respuestas que iban de las 17:30 a las 19:30 pasando por las 19:00 "en punto, caballero". El más osado de los consultados se atrevió con pasmoso "ya han abierto". Eran las 17:00h y las puertas se abrirían a las 19:30. Valle Inclán flotaba en el ambiente, ya mecido por una brisa que atenuaba el calor.

Y el espectáculo que comenzaría dos horas más tarde durará otras dos, a lo largo de las cuales la diosa capaz de infartar al Robert Crumb creador de las rotundas formas de Angelfood McSpade, interpretará una treintena de piezas distribuidas en seis actos, necesarios para los preceptivos cambios de vestuario. Si se tratase de los Stones, o de Keith Richards para ser más precisos, se podría pensar que esos recesos tendrían alguna utilidad accesoria, pero de sobra es conocida la rectitud y formalidad de Beyoncé. Toda una tarde, o diez días, para ver la nueva diosa del pop, que en la víspera, con su marido Jay Z, su hija y su corte, cenaron en un exótico restaurante japo-brasileño de Barcelona. A ellos apenas les tocó el sol mediterráneo.

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