Guitarras en el desierto
Bombino se ha convertido en una voz de paz del pueblo tuareg
La primera vez que Bombino vio una guitarra fue en Tamanrasset, ciudad al sur de Argelia, en la región montañosa del Hoggar, a la que había llegado con su abuela huyendo de la insurrección de los tuaregs en Níger y Mali. Y la primera que tuvo –una acústica- se la regaló un tío suyo, pintor, que regresaba siempre de sus exposiciones en Europa con instrumentos.
Omara Moctar -Bombino es el apodo que se puso él, por el italiano bambino- nació hace 36 años, el día de año nuevo, en el campamento tuareg de Tidine, en el desierto del Sahara, a unos ochenta kilómetros de Agadez. Viaja con pasaporte de Níger, el país africano a la cola de los índices de desarrollo humano: el último de los 188 evaluados por Naciones Unidas.
En los campamentos de los hombres de azul en la Libia de Gadafi, en los que cuidaba rebaños de ovejas, Bombino se impregnó de los códigos y rituales, y la tradición poética y musical tuareg –ellos prefieren llamarse imuhars o kel tamacheq, los que hablan tamacheq-. Y aprendió a tocar viendo vídeos y escuchando cintas de guitarristas de los que jamás había oído hablar: Jimi Hendrix, John Lee Hooker, Jimmy Page…
Su anterior disco, Nomad, lo produjo Dan Auerbach (The Black Keys) en Nashville y el nuevo, Azel, lleva la firma de David Lonsgtreth (Dirty Projectors) y está grabado en Woodstock, Nueva York. La novedad es el intento esbozado de conectarse con el reggae de sus admirados Tiken Jah Fakoly, Alpha Blondy o Bob Marley. Azel, que en tamacheq tiene varios significados, es el nombre del pueblo de su mujer, por el que Bombino solía andar con su mejor amigo desde finales de los noventa. Con la rebelión tuareg de 2007 le tocó tomar de nuevo la ruta del exilio, esta vez hacia Burkina Faso. Los militares nigerinos partidarios de la línea dura iban a por los músicos y mataron a dos guitarristas amigos de Bombino. Llegó a Uagadugú sin dinero, pero con su guitarra. Allí se lo encuentra Ron Wyman, autor de un documental titulado Agadez, the Music and the Rebellion (2010), que decide producirle el disco Agadez.
Todo empezó con Tinariwen. A principios de los años ochenta. Cuando los fundadores del seminal grupo empezaron a mezclar en sus guitarras eléctricas músicas de la región, como tinde y takamba, con el blues. Con la imagen de unos músicos echándose al hombro la Stratocaster y el Kalashnikov, Tinariwen se convirtió en símbolo de resistencia del pueblo tuareg. La música –cortante, sin refinar-, con mensajes revolucionarios y de autodeterminación, se propagó en casetes, de los campos de refugiados de Argelia a Mali y Níger. Y con el tiempo llegó hasta los oídos de artistas como Thom Yorke o Robert Plant. Hoy, además de Bombino, con sus letras de paz y tolerancia frente al yihadismo y la represión de algunos gobiernos contra los tuaregs, existen grupos como Tamikrest, Etran Finatawa, Terakaft, Toumast, Imarhan… defendiendo esta música modal, catártica rama roquera de la guitarra del blues del desierto.
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