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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caos y exigencia

Su altísimo nivel de exigencia solo era superado por su imprevisibilidad y por los repentinos cambios de planes

Prince en una actuación en 1986.
Prince en una actuación en 1986.PASCAL GEORGE (AFP)

Tristeza. Mucha tristeza. Y luego rabia. Estas son las dos primeras sensaciones que me han abordado tras recibir la noticia de la repentina muerte de Prince. Tristeza por motivos obvios. Y mucha rabia que produce el pensar que con tanto artista mediocre que hay en el mundo de la música, tiene que morir el mayor de sus genios a tan temprana edad. Aunque su legado es inmenso, su desaparición nos deja sin su talento para el presente y el futuro, el mundo de la música se ha quedado huérfano con su muerte.

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Fui el promotor de Prince en los últimos tres conciertos que ofreció en España a finales de 1998 y estuve a punto de volver a traerle a Barcelona para ofrecer dos conciertos acústicos en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona el pasado mes de diciembre (la gira europea se canceló tras la trágica matanza en la sala Bataclan de París). En estos dos conciertos, que al final no llegaron a nuestro país, las negociaciones eran un caos total. Veinte años después de que Doctor Music lo trajera a España, el funcionamiento en el particular mundo de Prince seguía siendo el mismo.

Su altísimo nivel de exigencia solo era superado por su imprevisibilidad y por los repentinos cambios de planes que rodeaban todo lo que hacía, hasta el punto de que organizar sus conciertos era totalmente insoportable. Pero era Prince y cuando luego tomaba el escenario entendías que un genio de tal calibre —alguien “de otra galaxia”— no podía tener una mente normal y por lo tanto su manera de funcionar en la vida cotidiana también tenía que ser la propia de un extraterrestre. Pero valía la pena. Yo siempre he pensado que la cantidad de dolores de cabeza que un promotor o mánager puede soportar por parte de un artista ha de ser directamente proporcional a su talento. Y el talento de Prince rozaba lo infinito.

Podría contar muchas anécdotas, pero siento que ahora no es el momento. Tan solo quiero añadir que, en mis más de treinta y cinco años como promotor de conciertos, jamás he conocido ni visto a nadie como Prince. Si la música moderna tuviese un Dios, sin duda seria Prince.

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