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“Nunca entendí por qué debería ofrecerle al público encuadres feos”

El director Paolo Sorrentino se pasa a la televisión con su primera serie, 'The Young Pope'

Tommaso Koch
Paolo Sorrentino fuma durante el rodaje en Roma de 'The Young Pope' el 7 de agosto de 2015.
Paolo Sorrentino fuma durante el rodaje en Roma de 'The Young Pope' el 7 de agosto de 2015. YARA NARDI (REUTERS / Cordon Press)

En el momento cumbre de su carrera, Paolo Sorrentino descubrió la síntesis. Con el Oscar entre las manos —mejor filme de habla no extranjera por La gran belleza—, este maestro de la reflexión cinematográfica soltó en 2014 un discurso brevísimo. 35 segundos para dar las gracias a su equipo, su familia y a sus cuatro fuentes de inspiración: “Scorsese, Talking Heads, Fellini y Maradona”. Todo un reto para un perfeccionista que desmenuza cada plano y alarga su escritura durante páginas y páginas. De hecho, en las películas siempre se ve obligado a cortar buena parte de sus ocurrencias. Tal vez por eso Sorrentino se haya lanzado a su primera serie, The Young Pope, que acaba de rodar.

“La escritura es lo que sé hacer, y solo trabajo en cosas que tienen que ver con ella: libros, películas, series…”, defiende quien hace meses lanzó en España su última película, La juventud, así como la novela homónima (editada por Plataforma). “The Young Pope me ha dado la posibilidad de dilatar la narración. Y ahora los productores televisivos te garantizan estándares cinematográficos”, añade. Fan de series como True Detective y Fargo, Sorrentino se suma así a la lista de cineastas que saltan a la pantalla pequeña, como Woody Allen o su adorado Scorsese.

El relato de la propia entrevista es como los textos del director: se alarga. Durante semanas, la charla se confirma y cancela varias veces. Cuando por fin Sorrentino (Nápoles, 1970) coge el teléfono, regresa a la síntesis: tiene poco tiempo. Aunque finalmente la conversación se prolonga una media hora. Eso sí, de The Young Pope ni quiere ni puede hablar. Se sabe que centra en un papa italoamericano, Pius XIII, interpretado por Jude Law, y Sorrentino confirma que todavía no hay una fecha de estreno oficial. Sí habla el italiano sobre Javier Cámara, otro protagonista de la serie: “Es una de las personas más bellas que haya conocido en mi vida. Ahora que ya no rodamos le echo de menos”. 

Y eso que el director no necesita mucha compañía. Mejor expresarse con el cine, que en palabras. “Tengo una fuerte predisposición a la soledad. Como índole, no tener que relacionarme con otras personas me resulta más fácil”, asegura. Curioso, para alguien que trabaja en un set, rodeado de decenas de individuos. Para Sorrentino, los rodajes son “vacaciones” de su soledad. Y colaborar con intérpretes como Sean Penn, Toni Servillo, Michael Caine y Harvey Keitel ayuda a hacerlas más llevaderas.

Con los últimos dos, en La juventud, Sorrentino retomó sus hilos conductores habituales, ya presentes en La gran belleza o Las consecuencias del amor: hombres mayores camino del ocaso, rodeados por hermosura y tristeza. “Son dos lados de lo mismo. Los adultos están condenados a la decadencia, que a su vez tiene cierta belleza melancólica”, explica. La misma que encierra el personaje de un futbolista que mantiene un talento extraordinario, en un cuerpo echado a perder, una copia más que evidente del pibe de oro: "Para mi generación, en Nápoles, Maradona fue un dios laico al que idolatrar".

Al fin y al cabo, el cineasta también se ha definido a menudo como "melancólico". “La escuela auténtica para rodar películas son los enredos de la vida; tienes que tener bastante mala suerte para poder hacer cine. Hay sentimientos acumulados en la adolescencia, la rabia, el dolor, el sentirse inapropiado, que entonces te aterran pero determinan una sensibilidad particular”, agrega. La vida, en el fondo, fue una profesora más cruel para Sorrentino que la escuela de cine a la que nunca fue: sus padres fallecieron en un accidente doméstico cuando apenas tenía 17 años. De hecho, el italiano asegura que en parte The Young Pope responde a sus propias preguntas sobre ese duelo.

Seguramente, la serie también incluya su tradicional caza de lo bello en cada plano. “Nunca entendí por qué debería darle al público que paga encuadres feos”, defiende sobre su profesión. Y agrega: “Es muy frecuente el sentirse un impostor. Este trabajo se hace con motivación personal y técnica, y cuando uso la segunda siento que estoy engañando al prójimo”. Entre tanta artesanía, se podría pensar que a Sorrentino le aterre que ahora se vea cine en móviles, tabletas y televisiones. Sin embargo, no es el caso: “Le tengo gran respeto y amor a la sala, pero soy un nostálgico moderado. Hay que medirse con lo nuevo, no solo quejarse. Una película es una experiencia emotiva individual y su fuerza estética se puede apreciar también en un ordenador”.

Más que el soporte, lo importante para el italiano es seguir a lo suyo: “Lo que me gusta del cine es el trabajo en sí, el trabajo por el trabajo”. ¿Hasta cuándo? Hace meses declaró que le quedaban “cuatro películas” antes del retiro. ¿Era una broma? “No lo sé. Lo que tengo son cuatro ideas para nuevos filmes”. He aquí otra historia que se va a alargar: la suya.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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