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El cine se larga de Cinecittà

El 60% de los ingresos de los estudios romanos que enamoraron a Fellini hoy en día procede de las televisiones

Stephen Boyd y Charlton Heston en los estudios Cinecittà, durante el rodaje de 'Ben-Hur' en 1959.
Stephen Boyd y Charlton Heston en los estudios Cinecittà, durante el rodaje de 'Ben-Hur' en 1959.Getty Images

La estatua de Cabiria, arena y cactus de las películas del oeste de Sergio Leone, un inmenso elefante al más puro estilo de Bollywood, la Nueva York de los años veinte y las cloacas romanas. Cartón piedra, resina, fuentes y lagos, montañas rusas. El pasado jueves abrió a las puertas de Roma Cinecittà World, el primer parque de diversión en Italia dedicado al cine. 25 hectáreas con atracciones, teatros, restaurantes y mucha vegetación. En las intenciones de los dueños, el Italian Entertainment Group (IEG), el recinto debe servir también a insuflar algo de vida a los míticos pero agonizantes estudios que la sociedad controla en la vía Tuscolana, 25 kilómetros más al norte.

"Nuestro parque no es un lugar de diversión impuesta, es un remanso donde cada uno construye su sueño", comenta Emmanuel Gout, presidente y consejero delegado de Cinecittà World. "Es la declinación de la excelencia y de la maestría italiana en todas sus formas", argumenta mientras señala uno por uno los detalles que tras tres años de obras secretísimas han llevado a la apertura: "¿Ve? Aquí en el pueblo Western resuena la música de Morricone, hay balas y marcas de hierros de caballos en el suelo, la vegetación son cactus y se comen hamburguesas". Cada área se caracteriza como si estuviera hospedando el rodaje de una película. Pasan actores caracterizados, falsos directores y los visitantes pueden participar. "Puedes decidir ser figurante en un remake de Los intocables o Gangs of New York, depende de tus recuerdos y cariños cinematográficos. O puedes subirte a las montañas rusas que se tuercen simulando un viaje al infierno de Dante o una incursión en el espacio", se entusiasma Gout. Y los niños pueden perderse en el Sognalabio, una zona donde inventan su propia historia: "Queríamos fabricar —resume el presidente italofrancés— un homenaje al cine que es el arte de crear mundos paralelos, de poner en escena y hacer concretos, aunque de forma efímera, los sueños".

"Me divertí muchísimo proyectando este parque", exclama Dante Ferretti, escenógrafo italiano. No dudó en aceptar la propuesta de los accionistas de IEG, entre otros el empresario Luigi Abete, el dueño de Tod's Diego Della Valle, y la familia de productores De Laurentiis. Ahora, con 71 años, más de 50 películas en su currículo —la más reciente es Silence, lo nuevo de Scorsese— y tres estatuillas del Oscar en las estanterías de casa, parece un niño con zapatos nuevos. "Entiendo mi trabajo como un servicio a la magia del séptimo arte. Me enamoré de la gran pantalla con 13 años. En mi pueblo cerca de Roma no había nada salvo un cine. Le robaba 30 liras a mi padre y le contaba que iba a estudiar donde un amigo. En realidad, me encerraba en la sala, a oscuras, fascinado por las escenografías que me atraían en un mundo otro, lejano, donde todo podía pasar. Con mi labor intento regalar el mismo efecto. El parque lo logra".

El objetivo del Italian Entertainment Group, que invirtió 250 millones, es alcanzar un millón y medio de visitantes en 2015 y un facturado de 55 millones. "El parque se desarrolla mucho también en espacios cubiertos, así que abrimos todo el invierno y si llueve no pasa nada", dice Gout. El billete cuesta 29 euros, 23 para los menores de 10 años, aunque 2 adultos y dos niños pagan 95. Desde el centro de Roma hay lanzaderas que acompañan a los aficionados de cine o de montañas rusas.

Aquellos grandes rodajes

Inaugurado por Benito Mussolini el 28 de abril de 1937 para que Italia —o el régimen fascista, que entonces era casi lo mismo— tuviese un lugar para aumentar la producción cinematográfica, durante la Segunda Guerra Mundial el estudio fue destrozado por los bombardeos aliados. Al finalizar el conflicto se convirtió durante dos años en campo para desplazados hasta que, reconstruido, volvió a su uso original.

En los cincuenta y sesenta albergó las grandes superproducciones estadounidenses: Quo vadis? (1951), Helena de Troya (1956), Ben-Hur (1959), El tormento y el éxtasis (1965)... A su vez, los grandes directores italianos también la usaban como plató: el que más la disfrutó fue Federico Fellini en títulos como La dolce vita (1960), Satyricon (1969) o Casanova (1976). También Franco Zeffirelli filmó allí Romeo y Julieta (1968) o La traviata (1982).

Los grandes cineastas estadounidenses han seguido filmando allí: Francis Ford Coppola rodó El padrino III (1990), Martin Scorsese reconstruyó el Nueva York de Gangs of New York (2002) y Wes Anderson buceó su Life aquatic (2004). No todo es glamur: en Cinecittà está la casa de Grande fratello, la versión italiana de Gran hermano.

Veinticinco kilómetros más al norte y más en el interior, en otra periferia que roza la ciudad eterna, surgen los históricos establecimientos de Cinecittà. Cuarenta minutos de carreteras, cruces y atascos, hasta la vía Tuscolana, que desde el flamante resplandor del Parque parecen un viaje en el tiempo. Un viaje atrás en el tiempo.

Cinecittà huele a quemado. Tanto que uno de los niños que visitan los estudios se lo hace notar a gritos a sus compañeros: “Mirad, ¡está ardiendo eso!”. En realidad, el incendio se ha producido fuera del conjunto, por mucho que el olor penetre en sus jardines. Pero la duda es legítima ya que en los últimos años los teatros han sufrido varios ataques de las llamas. Y, aunque el incendio real hoy esté fuera, hay otro, quizás más dañino, que está quemando Cinecittà por dentro: alarmas sobre su desaparición y ataques entre la dirección y los empleados arden en el corazón de una de las mayores casas de producción de cine de Europa.

De hecho, hace tiempo que Cinecittà dejó de fabricar sueños. Hoy en día el 60% de su facturación procede de las televisiones. Y de las 60 películas al año que se rodaban en los teatros romanos poco después de que Mussolini los inaugurara, en 1937, apenas queda una docena. La casa que acogió Ben-Hur y enamoró a Fellini parece haber perdido su hechizo.

“Ofrecemos servicios a quienes producen las películas. De ahí que nuestra dificultad se deba a la de la industria. La capacidad del cine italiano de contribuir a la rentabilidad de Cinecittà hoy día es mínima. Las producciones extranjeras sí podrían pero faltan los incentivos fiscales”, ataca Giuseppe Basso, director general de Cinecittà Studios, la compañía a la que el Estado italiano, propietario de Cinecittà, asignó la gestión de los estudios en 1997. En su ayuda, hace pocas semanas, acudió el decreto Cultura del Gobierno de Renzi: las producciones podrán recibir de vuelta el 25% del dinero gastado en Italia —al igual que antes— pero el límite para las devoluciones sube de cinco a 10 millones.

Al fin y al cabo, y más allá del parque, Basso considera que el regreso del cine internacional es la única manera de salvar Cinecittà. Y de convertir en activos los demasiados rojos del balance. Por las pérdidas, que en 2012 ascendieron a 5,6 millones, y por otra mega producción que se rueda desde entonces: la guerra con los trabajadores. Ese año IEG, que también es dueño de Cinecittà Studios, presentó un plan de modernización con el que cedió a compañías externas parte de sus servicios y que prevé, entre otras cosas, la construcción de un hotel con piscina en los estudios.

"Presentamos un proyecto para ampliar Cinecittà porque si llega una producción internacional, que suele ocupar más teatros a la vez, hoy no hay sitio, no tenemos los espacios adecuados", dijo el presidente del IEG, Luigi Abete, inaugurando Cinecittà World, "Confiamos en que 2015 pueda ser el año del relanzamiento de los estudios". Hay dos factores que le dan optimismo al empresario italiano: el decreto de Cultura y el nuevo parque de diversión. "El ministro de Cultura, Dario Franceschini, promovió la medida para atraer las productoras internacionales. Para volver a hacer cine en nuestros platos hay que ser competitivos para ellos, en términos de infraestructuras pero también a nivel económico". Por su lado, las ostentosas puestas en escenas y el cuidado italiano en el detalle del parque deben servir como medicamento para los estudios de la vía Tuscolana. como el hechizo, el sueño que promete a sus visitantes. "Es la demostración de que cuando podemos hacemos las cosas de forma impecable", sentencia Gout.

Para los sindicatos, en cambo, es otro indicio del desmantelamiento, de que los inversores prefieren apostar por otro camino. “No estamos en contra del parque temático o del hotel. Pero primero pedimos que IEG demuestre que quiere revitalizar los estudios y atraer producciones”, asegura Alberto Manzini. El responsable sindical subraya que Cinecittà Studios debe al Estado varios millones por el alquiler de los estudios que hace años que no paga y recuerda la promesa rota que abrió la caja de Pandora: ministerio de Cultura e IEG se comprometieron a invertir siete millones a cambio de fuertes reducciones salariales. La plantilla cumplió, las instituciones no.

Visitantes en la inauguración del parque temático Cinecittà World.
Visitantes en la inauguración del parque temático Cinecittà World.TIZIANA FABI (AFP)

Sin embargo, el hotel de la discordia servirá, según Basso, para acoger a los equipos que rueden en Cinecittà. El director atribuye las críticas al “conservadurismo” sindical, aunque cineastas como Ettore Scola también se han manifestado contra la supuesta desaparición de los estudios. Entre otras esperanzas, Cinecittà se agarra a una negociación con la RAI, la televisión pública, para que instale allí permanentemente varias de sus producciones. Y, luego, el ministro Franceschini pretende levantar en los estudios el primer museo nacional del cine italiano. Aunque, a juzgar por las palabras de Manzini, puede que el proyecto ya se encuentre con un antecesor: “Cinecittà corre el riesgo de convertirse en un museo al aire libre”.

"Es justo al revés", considera Gout, que rechaza no solo el mérito de las críticas, sino el planteamiento entero, en esta batalla entre dos bandos que se mandan señales desde las trincheras pero no consiguen entablar un diálogo. Los trabajadores no se fían y defienden la posición. Los emprendedores intentan volver a ganar, atacando. "No podemos hablar solo el lenguaje de la nostalgia: ¡qué bonito cuando estaba Fellini! ¡Qué bien estábamos antaño! Conservar el pasado es imposible", dice Gout. "Todo esto —ensancha los brazos y los ojos le revolotean— es una señal que lanzamos a las productoras: Cinecittà sigue viva, más que nunca cultiva y aplica su tradición de hacer bien las cosas, la maestría artesanal y el genio para soluciones inéditas, originales. Para alcanzar unr resultado perfecto. Queremos comunicar entusiasmo y orgullo, nada de resignación". Ennio Morricone y Dante Ferretti —su nombre, sus oscars y su profesionalidad— certifican esta declaración de intenciones: "Puse en el parque toda mi vida", se emociona el escenógrafo, "Cada rinconcito es un recuerdo de esta vida mía, dedicada a crear la ficción para que parezca real. O a hacer verdad la ficción. Lo que hemos aprendido nos sirve para enfrentarnos al futuro con garras. Volver a asociar al nombre de Cinecittà a algo vivo, productivo y lleno de gente es un hecho positivo. Me hace ilusión". El parque temático como antídoto. Como cura. Mientras entra en círculo la medicina, Ferretti deja las estatuillas en su casa romana y prepara la maleta para Taiwan. Scorsese no espera.

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