El regreso de los muertos vivientes
A diferencia de los vampiros, los muertos vivientes tienen un problema grave como protagonistas de una ficción: no hacen ni pueden hacer nada como personajes, simplemente van por ahí, caminando como zombis, nunca mejor dicho, comiéndose lo que pillan y no precisamente con buenos modales. Los vampiros dan mucho más juego: hablan, tienen sexo (mucho), intrigan, luchan por el poder, interactúan con humanos, viven miles de años, hablan... Quizás por eso (y porque no es la serie más adecuada para ver durante la cena y también porque llevar un tebeo con millones de seguidores a la pantalla siempre implica un enorme riesgo) existían ciertas reticencias entre algunos aficionados hacia The walking dead, que regresa este lunes a las 22.00 a la cadena Fox de su descanso invernal de media temporada (el episodio fue emitido el domingo en EE UU en AMC). Sin embargo, la serie apocalíptica que creó Frank Darabont antes de salir tarifando, basada en los comics de Robert Kirkman, también productor ejecutivo, ha batido todos los records de audiencia durante su tercera temporada. Pese a los muertos vivientes mudos, a los festines de carne fresca y al festival de escenas desagradables, el relato de un grupo de supervivientes en un mundo atestado de zombis se ha convertido en la serie más vista de la televisión por cable estadounidense.
Los datos son apabullantes: el último episodio, emitido el pasado 2 de diciembre, alcanzó en us primera emisión 11 millones de espectadores. Como señalaba el veterano analista de televisión de The New York Times, Bill Carter, en el blog Media Decoder: "The walking dead terminó la primera parte de la tercera temporada con los índices más elevados en la categoría más importante para los anunciantes –espectadores entre los 18 y los 49 años– que ningún otro programa. Con un rating del 5,3, en ese tramo de edad cada episodio supera en su primera emisión The Big Bang Theory, Modern Family y The voice".
La serie ha sufrido desde el principio problemas con sus creadores, primero se fue Frank Darabont, el director de Cadena perpetua que lanzó el proyecto, mientras que el responsable actual, Glenn Mazzara, anunció que su marcha el mismo día en que se informaba de que se iba a producir una cuarta temporada. Sin embargo, pese a todos estos cambios, la serie ha ido ganando solidez y adeptos en cada episodio y no resulta fácil cuando muchos espectadores que hayan leído el cómic ya saben lo que va a pasar, simplemente esperan verlo narrado de otra manera en la pantalla.
Como en La carretera de Cormac McCarthy, sus protagonistas se mueven entre la solidaridad y el egoísmo, a veces son capaces de hacer cualquier cosa por sobrevivir y a veces muestran una generosidad suicida. Como en esta descorazonadora novela, la serie describe un mundo casi siempre brutal y no precisamente por los muertos vivientes. Otra gran novela sobre el apocalípsis, Soy leyenda, de Richard Matheson, acaba por ofrecer un enfoque similar al de The walking dead. En el caso del libro de Matheson, publicado en 1954 en plena paronoia ante la posibilidad de que se produzca el armagedón nuclear, un virus convierte a gran parte de la humanidad en vampiros. Un superviviente solitario los mata por el día, mientras se esconde por la noche, hasta que se da cuenta de que el verdadero monstruo es él porque los vampiros tratan de establecer una sociedad y él, como en una leyenda de terror, surge de sus pesadillas para matarlos mientras duermen.
Según se van acumulando los episodios, The walking dead lleva a una reflexión similar, aunque por otro camino. Los zombis están muertos, como los vampiros, pero a diferencia de ellos no son capaces de organizar nada porque no tienen cerebro. Sin embargo, en esta tercera temporada, queda más claro que nunca quiénes son los verdaderos monstruos y no se trata precisamente de los tipos que anda dando tumbos en busca de carne fresca.
Más sobre The walking dead:
- El terror de The walking dead pasa a manos de los humanos, por Miriam Lagoa.
- Toda la información sobre la serie, en Quinta Temporada.
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