La negativa de Puigdemont a seguir pone a prueba a la nueva CDC
La dirección tendrá que buscar candidato a la vez que gestiona el futuro referéndum
La negativa de Carles Puigdemont a ser el candidato del Partit Demòcrata Català (PDECat) en las próximas elecciones catalanas se convertirá en una prueba de fuego para la nueva Convergència, cuya refundación no ha cumplido ni medio año. El liderazgo ejercido por el presidente de la Generalitat había restado protagonismo al partido, en proceso de refundación para dejar atrás su caída en las encuestas y su vinculación a juicios por corrupción. La dirección tendrá que buscar una nueva figura electoral a la vez que gestiona nueve intensos meses con el referéndum en el centro del debate, si es que primero se supera el debate de los Presupuestos, previsto para el mes de febrero. Artur Mas, Neus Munté y Mercè Conesa figuran como posibles relevos.
La dirección del partido intenta blindarse del debate sobre la sucesión de Puigdemont que, justo hace un año, aceptaba el encargo de Artur Mas de asumir la presidencia de la Generalitat por un periodo de 18 meses. Su premisa es que ahora tanto el Gobierno catalán como las fuerzas independentistas no se pueden separar del objetivo del referéndum. Aunque cabe la posibilidad de avanzarla, la celebración de la consulta está marcada en el calendario para la segunda quincena de septiembre. Y, a partir de ahí, si ganara el sí, se tendrían que convocar unas elecciones con carácter de constituyentes seis meses después. Hasta entonces sería Puigdemont el president.
La formación asegura que el debate sucesorio es estéril, escudándose en que no hay comicios a la vista. Pero ese margen de 15 meses es el mejor escenario posible para que el PDECat pueda encontrar y proyectar un nuevo candidato, que tendría que ser escogido en un proceso de primarias. Solo si se presenta Puigdemont o si diera el paso Artur Mas se descarta que haya una candidatura alternativa. Con otras figuras dispuestas a ser cabeza de cartel se visualiza un proceso abierto capaz de reabrir la división interna que mostró el congreso fundacional de julio, y que fue todo un aviso para Mas: los nuevos asociados querían un partido nuevo en el que la dirección contara con sus bases y no decidiera a sus anchas.
El alcalde que superó la nota del president
El último barómetro de la Generalitat aprueba a Carles Puigdemont, al que le da una valoración media del 5,25. El último que analizó a Artur Mas mientras era aún presidente de la Generalitat le suspendía con un 4,22. El asesor de comunicación Antoni Gutiérrez Rubí destaca que el exalcalde de Girona ha logrado afrontar un momento de gran trascendencia política “con una imagen de menos preocupación, de menos rictus y de menor tensión” a la vez que ha transmitido que “forma parte de un grupo y no un papel especial” en el proceso independentista. Pero miembros del partido creen que hay otros elementos que juegan a su favor: “No carga con la pesada mochila de los años de oposición y está menos contaminado” por la política de confrontación, señala uno de sus diputados, quien reconoce la gran valoración que recibe entre el conjunto de los votantes soberanistas.
De ahí que, pese a la confianza depositada en Puigdemont, no haya gustado la contundencia y el momento de decir a la dirección del partido que no cambiará de opinión. Se considera que su predespedida supone dejar plantada a una formación que apostó por él hace un año. Y que el debate se abre muy pronto: a mitad de mandato y con el denominado choque de trenes con el Gobierno central a la vuelta de la esquina si no se redirige la falta de diálogo.
“Este semestre va a ser muy tenso, porque los congresos del PP y del PSOE no van a permitir que se abra la disposición a hablar de la cuestión catalana sin miedos”, dicen las mismas fuentes del partido, que interpretan que quedaría condicionada la oferta de diálogo del Gobierno central.
En ese escenario, Puigdemont está convencido de que podrá convocar un referéndum en el que su posición ha ganado respecto a otras del partido. Su preferencia respecto a la posibilidad de hacerlo de forma unilateral provocó diferencias con Mas el pasado año, cuando la CUP presionó con lo que se llamó RUI (referéndum unilateral de independencia). El expresidente de la Generalitat y actual presidente del PDECat es un firme partidario de la vía pactada.
Incluso dirigentes de la ya vieja Convergència señalaban en privado que el plan de los 18 meses era susceptible de cambios para evitar el denominado choque de trenes y que así lo preferían. Y llegaban a acusar a Puigdemont de ceñirse a la realidad soberanista de Girona, donde más cala el independentismo, sin tener en cuenta otras realidades, como las de las áreas metropolitanas de Barcelona o Tarragona, donde la población está más dividida. La mayor crítica obedece a la aproximación que el Gobierno de Junts pel Sí ha hecho hacia la CUP, a la que se considera que se han hecho demasiadas concesiones.
“No es lo mismo hacer según qué cosas cuando sabes que después lo vas a gestionar tú que sabiendo que no seguirás, y Puigdemont no va a seguir”, afirmaba en diciembre el ejecutivo de un importante grupo empresarial catalán para dar su opinión sobre si el Gobierno catalán sería capaz de convocar la consulta. El actual presidente de la Generalitat ha antepuesto el referéndum a cualquier otro tema e incluso se ha aproximado a los comunes para ampliar la base social de la vía escocesa, la de la consulta pactada y vinculante. Pero su Gobierno no ha dejado nunca de trabajar en paralelo en la redacción de la leyes de desconexión.
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