"De la vida me acuerdo, pero ¿dónde está?"
En su biblioteca, Ana María Moix tiene solo una o dos fotos suyas con otra gente; la mayor parte de los retratos que hay ahí son de personajes que han sido sus maestros. Y su hermano Terenci, por supuesto. Encima de donde se sienta hay dos fotografías grandes (hechas por la gran Colita) de Carlos Barral y de Jaime Gil de Biedma, dos grandes amigos que murieron sucesivamente a finales de la década de los ochenta. Esas dos grandes fotografías señalan casi al esqueleto de la historia personal de la escritora Ana María Moix. Nacida en 1947, fue la nena en aquella gauche divine que se articuló en torno al riesgo editorial que asumió en los años sesenta Carlos Barral. Ella fue pronto poeta (Baladas al dulce Jim), periodista cuyos perfiles eran una de las delicias del histórico Tele/eXprés, la novelista de Julia, de Walter, ¿por qué te fuiste? y de Vals negro... La vida la fue llevando de una vocación a otra de modo que fue también editora exitosa de poesía, descubridora de talentos narrativos... Regresó a la publicación de obra propia a principios de la década de 2000, cuando publicó un libro de relatos cuyo título, De mi vida real nada sé, llevó a nuestro Rafael Conte a hacer, en 2002, este retrato: "Ana María está triste, desde luego, y nos dice por qué: por el paso del tiempo, los desencuentros amorosos y la progresiva presencia de la muerte". Ahora está además enfadada; su enfado, el enfado de Ana María, ha hallado forma de libro. Su Manifiesto personal (Ediciones B) es como un puñetazo en la mesa. No quiere callar ante lo que pasa, está indignada. Es como una carta a la sociedad con la que, como aquel personaje de Günter Grass, rompe los cristales. ¿Tan indignada? Aquí lo explica. Y explica también, ahora con mucho conocimiento de causa, qué es el dolor humano, el que se siente por dentro. Ahora sabe algo de la vida real: cuando nos sentamos ante ella en su casa de Barcelona, a Ana María le acababan de dar esa noticia brutal que unos médicos dicen de una manera y otros de otra, pero que al fin y al cabo tiene un solo titular inequívoco. Tiene cáncer. Lo está afrontando, y su ánimo es alto, el de una persona indignada, en todo caso. Por ahí comenzamos.
"Falta educación moral e imaginación para ponerse en el lugar del otro"
"Los intelectuales se han bajado los pantalones ante la calculadora"
Está enfadada.Como todo el mundo. Todos estamos enfadados y desconcertados por las cosas que estamos viviendo. Cada día hay alguna noticia que te perturba la concepción que tenías de las cosas. Los países se hunden en media hora por una noticia de una agencia económica, que deben estar todas compradas. Qué casualidad que se empezara por Portugal, estando tan cerca España y Grecia, tres países con Gobiernos socialistas, y que los defendiera Strauss-Kahn antes de que a este le hicieran lo que parecía una encerrona. No soy paranoica, pero es mucha casualidad. Y ahora de Portugal no se dice nada desde que está la derecha. ¿Es que de pronto nadan en la abundancia?
¿Y España?Aquí ha caído toda la repercusión de la crisis global. Inevitable porque la política se ha dejado comer por la economía. Podrán incluso con Obama. Pero en el caso de España el asunto está agravadísimo por la crisis de la construcción, que se veía venir, que se creó con Aznar, pero tampoco los socialistas -hay que reconocerlo con gran dolor de corazón- pudieron parar esa barbaridad. La crisis de la construcción ha arrastrado a la pobreza a media población española.
En su 'Manifiesto personal' cuenta una historia de corrupción que quiso salpicar a Carlos Barral...En sus últimos tiempos. Unos promotores fueron a verle a Calafell, a su casa junto al mar. Iban en dos Mercedes. Él era senador, lo habían nombrado miembro de la Comisión de Costas. Cerca de Calafell había un terreno de nadie por el que pasaba un arroyo. Aquellos tipos querían construir allí, pero no tenían permiso. Si se callaba, el cheque que le ponían delante sería suyo, además de los Mercedes que habían traído. Carlos empezó a gritar: "¡Yvonne, Yvonne! ¡Estos sinvergüenzas atentan contra mi honor! ¡Mis espadas!". Aquellos tipos se largaron inmediatamente. Carlos murió unos meses después. Y ahora todo aquello está urbanizado.
Uno de los personajes que le hablan en el libro dice: "Este país ha ido desconfiando de sus ilusiones".No es solo un mal de los políticos, sino del despilfarro de la generación de los ochenta. Empezaron a dominar los gerentes. Lo único que contaba era el dinero, el cargo. Veíamos cómo iba bajando el nivel cultural del país en todo. Y como si no pasara nada. Ahora la gente reacciona más porque nos toca la supervivencia. Poco a poco se fueron perdiendo las ilusiones. Winston Churchill decía aquello de que "la democracia es el peor de los sistemas si exceptuamos todos los demás". No podemos ni debemos prescindir de los partidos políticos y de la democracia. Pero sí hay que atornillarlos en la calle. Creo que los indignados y el resto debemos renunciar a esta moda tonta del voto en blanco. Hay que votar, pero también hay que estar en la calle con plataformas ciudadanas.
El libro acaba con la expresión de una esperanza suya. Uno de esos personajes que usted cita se va a acampar con los indignados... Los indignados dicen que no hay que votar.Bueno, no lo sabemos; algunos lo dicen. Si el voto en blanco supusiera sillones vacíos en el Congreso, habría que pensárselo. Si no es así, eso sería darle poder a la derecha, es evidente. La derecha no nos va a sacar de aquí, es lo suyo ayudar a las financieras. Lo que está haciendo el Tea Party en Estados Unidos. El Tea Party está en España. Rajoy no es Tea Party, pero otros de su partido sí lo son. No es mi partido, no lo votaré. A lo mejor seré la última del país que seguirá votando a los socialistas. Y, además, al contrario de lo que dijo Felipe González, en una frase durísima, aunque buena, buenísima: "Seguiré militando en el partido, pero he dejado de ser simpatizante". Me parece lo más duro que puede decir dentro del partido socialista, sus razones tendrá; yo, al revés, nunca he militado en el partido, pero soy simpatizante.
¿Y por qué la izquierda ha dejado de alimentar ilusión?La caída del Muro y del comunismo -nunca fui comunista, por cierto-, por un lado, desinfló a la izquierda. No estábamos a favor del Muro, estábamos en contra de que se impidiera la libre circulación, estábamos en contra de la represión de la libertad de expresión. De repente, aquello se acabó y la izquierda se deshinchó. Algo raro. Pero es que a la vez creo que el capital perdió al enemigo y los Gobiernos se entregaron a él. Lo explica bien Toni Judt. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta los sesenta, el Estado de bienestar despega de manera espectacular por primera vez en la humanidad. Cuando cae el comunismo, deja de existir este enemigo del capital. Y se crea el Estado de capital, y hace concesiones por temor a que en Europa vaya cogiendo auge el comunismo, tengamos una revolución o muchos problemas con los sindicatos. La socialdemocracia sabe crear un Estado de bienestar, pero en cuanto desaparece el enemigo, la socialdemocracia se pone a sumar y a restar igual que el capital, a hacerle las cuentas, a hacer de secretaria del gran capital. ¡Hombre, no! Y hemos acabado con que se está especulando con las deudas externas de los países. Es una barbaridad.
Dedica mucho espacio del libro a alertar sobre la falta de educación como el germen de todos los males...No hay una educación moral y ética. Los padres se dedicaron a ganar dinero e hicieron dejadez de eso. Creo que el mal fue este individualismo feroz de finales de los setenta y ochenta hasta ahora. La mística esa de tener tres pisos en propiedad, dos coches, gimnasio, sesiones de bronceado porque un ejecutivo ha de ir de punta en blanco... Todo eso desaparecerá pronto, esa es la parte positiva, desgraciadamente, de la crisis. Y digo desgraciadamente porque la crisis la pagarán los de siempre. Esos padres no estaban preocupados por sus hijos, estaban preocupados por elegir una corbata de moda. Yo digo educación moral y ética, pero es que es puramente humana. Jaime Gil de Biedma decía que un factor importante de la inteligencia era la imaginación para ponerte en el lugar del otro. Tenemos poca imaginación para ponernos en el lugar del otro. Si en Estados Unidos te pones en el lugar del negro, no lo escupes. Y si aquí te pones en el lugar del inmigrante, no lo expulsas. La falta de educación ética y moral conduce a asuntos como el de Oslo, donde un chico de la ultraderecha solo puso en práctica las prédicas de los partidos de ultraderecha de toda Europa...
Tampoco se pone en el lugar del otro el alcalde de Badalona, que es militante de un partido que aspira a gobernar España...Es muy gordo. Badalona es la tercera población más grande de Cataluña, siempre obrera y de izquierda, con una gran densidad de inmigrantes... Y son los hijos de estos inmigrantes (andaluces, gallegos, extremeños) los que ahora están siendo incitados. Pero es que el discurso es este: tu médico de la Seguridad Social ya no va a estar disponible para ti porque tienen prioridad los inmigrantes... Es un discurso venenoso para ganar votos. El voto vil.
Dice usted que los intelectuales también se han arrodillado ante el Estado del capital. ¿Qué ha pasado?Volvamos a nuestro Carlos. Él alerta en el último capítulo de sus memorias: está cambiando el mundo, el de la cultura. Uno iba a Bocaccio y se encontraba con un jorobado que bebía whisky, fumaba en pipa y te hablaba de Catulo y de Homero. Y ahora, decía, te encuentras con señores vestidos de oscuro, con una calculadora de mano. Estos son los nuevos gestores de la cultura. Y los intelectuales se han bajado los pantalones delante del señor de la calculadora. Es verdad. Ha sido el dinero. Y la fama. Si le preguntas a la gente normal qué quiere que sea su hijo, no te dirá "arquitecto", te dirá "famoso".
Y usted cita algo más que decía Barral: "Comenzaba a hablarse [entonces] de triunfadores, incluso en las carreras del espíritu". Exacto. Y el mundo de la cultura se ha resentido enormemente de esa confusión entre calidad y cantidad de las listas de éxito. Muy bien, el best seller debe existir, pero antes servía para luego poder editar a un autor nuevo que uno creía que prometía. Ahora no. Ahora el que consigue un best seller, lo que busca es otro best seller.
Le leo, Ana María, algo que escribió Conte: "Ana María está triste, y nos dice por qué: por el paso del tiempo, los desencuentros amorosos y la progresiva presencia de la muerte...".Son temas que siempre me han pesado mucho. En 2011 me siguen pesando y ya me pesaban de joven... Hay unos versos de Jaime Gil de Biedma que siempre me han gustado: "De la vida me acuerdo, pero ¿dónde está?". Con la enfermedad, ahora para mí esos versos son aún más significativos. De la vida me acuerdo, pero ¿dónde está? Estamos llenos de amigos perdidos. Mi universidad fue la gente, no fue la facultad, aunque allí tuve dos o tres buenos profesores, entre ellos Emilio Lledó. Lo demás, en la universidad franquista, era miseria. Así que mi universidad fueron estos amigos de Bocaccio. Me llevaban 20 o 30 años y ya me quedan muy pocos. No siento nostalgia por los sesenta, siento nostalgia por esta gente que valía muchísimo. Dicen que eran unos borrachos que estaban en Bocaccio hasta las seis. ¡Sí, señor, hasta las seis! Pero a las nueve de la mañana Jorge Herralde estaba creando Anagrama, Beatriz de Moura estaba buscando gente para crear su editorial, Barral era el rey de la edición, Castellet creaba la gran editorial catalana que sería Grup 62, la gente hacía cine, Colita, más pobre y mísera que nunca, estaba montando una gran escuela de la fotografía catalana...
Fue un momento muy enriquecedor. Aprecio tanto estos momentos porque eran encuentros de profesionales y de creadores interdisciplinarios. Oías hablar de arquitectura a Óscar Tusquets cuando empezaba, a Oriol Bohigas, que ya era quien era, o a Rafael Moneo cuando pasaba por aquí y se unía a la tertulia de Bocaccio junto a Jaime Gil de Biedma hablando de literatura. O a Juan Marsé despotricando contra todo y hablando también de novela. Había una comunicación de lenguajes artísticos interesantísimos. ¿Qué se ha hecho de esto? Cuando oigo que alguien joven escribe bien pienso: "¡Madre mía, la que le espera!". También es verdad que incluso antes de estar en Bruguera [donde fue editora de ficción] me hartaba de recibir manuscritos, entre los cuales siempre había un par que valían la pena. Se presentaban aquí y me decían: "¿Qué editorial paga más y promociona mejor?". "Niños, vengo de un mundo en el que nunca oí hablar de dinero a Ana María Matute". Ana María las pasó canutas. Durante 20 años no existió en España como novelista. Ya tenía todos los premios habidos y por haber... todos. Dejó de publicar y dejó de existir. Ella nunca lo dirá porque es una señora muy digna, pero yo lo digo porque lo viví. No estaba en librerías, en nóminas de autores de la posguerra ella no salía. ¿Qué país es ese? Hasta que, afortunadamente, se produjo la resurrección con Olvidado rey Gudú. Se ha primado la tontería sobre la sustancia.
Dice usted que pasamos de un país pobre a un país de nuevos ricos.Recuerdo que estuve en Verines, en aquellos encuentros de escritores jóvenes que organizaba Víctor García de la Concha. Carmen Riera me llamó para unas conversaciones sobre la edición. Les dije que no teníamos editores. Publicaréis una novela o dos, y si no tienen éxito, llegará un señor con una calculadora que te dirá que las ventas no dan para seguir editándote. El que decide es el de ventas: "Esto no se vende, no es lo que quiere la gente". ¡Y usted qué sabe lo que quiere la gente!
¿Y cuáles eran los valores de aquella gente de antes de los ochenta: Barral, Castellet, Marsé, Vázquez Montalbán...?Ninguno de los que has nombrado ha renunciado a los valores de entonces. Marsé, afortunadamente, tiene su Premio Cervantes, es un hombre de prestigio, vende libros, es conocido, y me alegro enormemente. No ha renunciado a ninguno de sus valores como creador. Ninguno de ellos ha renunciado al rigor intelectual, ninguno se ha bajado los pantalones para el mercado. Ninguno. Y ahora, ¿qué coño de vida literaria hay? Desaparecieron ellos, casi todos, y me encontré con gente más joven que cuando íbamos a un congreso decían: "Oye, ¿en la editorial te han dado primera o segunda en el avión?". "Segunda". "¡Qué cabrones! ¿Y el hotel es de cinco estrellas o de tres?".
En su estantería hay fotos de sus amigos de entonces. ¿Qué le dio esa gente?No solo me descubrieron autores, fueron amigos. Tenían la generosidad de perder horas y horas con nosotros, que teníamos 19 o 20 años... Eran muy cariñosos, pero muy pedagógicos. "Esto no se hace, esto es indecente", decían. Pero no estaban todo el día hablando de libros, descubrían música, Conchita Piquer... Decía Jaime: "Fíjate en esa canción, es infame, pero mira qué verso más bueno"... Un saber vivir. Como Pere Gimferrer. He conocido mucha gente inteligente y uno de los que quedan es Gimferrer. Nadie sospecha que junto al gran lector que es esconde un gran talento para la vida práctica. Tú le hablas de que te vas a arreglar un pantalón y de pronto te viene con siete direcciones donde te lo pueden hacer... ¡Un talentazo! Cuando mi hermano Terenci estaba enfermo, me llamaba: "Oye, que tengo tres agencias de cuidadores". Se sabe cualquier cosa.
¿Cómo los recuerda?A Carlos Barral le gustaba el disfraz; él mismo lo decía: "Paciencia y disfraz". La gorrita, los chalecos, el tanga en Calafell... Tenía su disfraz para cada sitio. Pero tenía una paciencia infinita para aguantar a quien fuera. Jaime Gil no; Jaime era cariñoso también, pero no aguantaba pesados... Cuanto más inteligente es la persona que tienes delante, más categoría humana hay... A Carlos lo recuerdo ahora sentado en la Espineta, su bar de Calafell, con su copita de vino blanco y diciendo: "La vida cada vez se está volviendo más fea". Tenía razón. Yo pienso lo mismo, y mira cuántos años han pasado.
Hay un personaje fundamental en la vida literaria, y en su propia vida, Ana María: Terenci... ¿El futuro les ha hecho justicia a aquellos amigos, a Terenci?No. A Carlos ninguna, es el caso más claro. No sé qué esperan para mostrar el gran poeta que era. Jaime Gil sí ha sido bien tratado... Mi hermano. Creo que murió con la contradicción de haber querido ser famoso y al mismo tiempo reconocido. Muchos años antes de morir yo le decía: "Decídete ya con la clase de escritor que quieres ser". Él replicaba: "¡Es que en este país no te perdonan que vendas!". Hay gente que dice que Terenci escribía un libro en serio de repente y luego otro con famosas para vender. No. Él lo creía, tenía la misma pasión y le gustaba tanto una cosa como la otra. No hacía esta distinción. Pero la gente sí. Y la crítica también. Murió con esta pequeña herida... Creo que después de muerto le pasó como a Manolo Vázquez. Ya me lo advirtieron en la agencia: una vez desaparecido el autor, cuanto más mediático, más deja de vender. Pasa con todos, menos con Pablo Neruda.
¿Qué queda de un escritor?La fama. A mi hermano le gustaba mucho la fama. Le encantaba. Él era feliz el Día del Libro porque lo disfrutaba aunque llegara con un callo en el dedo de tanto firmar. Era muy extrovertido a pesar de tener un fondo amargo y depresivo. Todos los amigos le echaban de menos porque les hacía reír, pero él las pasaba canutas por ese fondo triste que arrastraba. Y a la vez tenía una enorme vitalidad y energía que no le permitía abandonarse a la tristeza. Era muy vulnerable. Y tenía una energía tremenda. A lo que hay que añadir que tenía una vida sentimental desastrosa. Excepto los años con Enric Majó, el único amante que tuvo de carne y hueso, el resto fue un desastre. No tuvo una vida sentimental plena.
¿Y a usted cómo le va? Ahora está rabiosa, además.Sí, estoy rabiosa como todo el mundo. Y como mucha parte de la población, iniciando una enfermedad cuyo tratamiento será duro. Espero no ponerme triste, tienes que hacerte a la idea y ya está...
Dice Conte: "Y además dice que está triste porque 'de mi vida real nada sé...".En un viaje a Guatemala descubrí esa frase de un poeta que decía algo así como: "De mi vida real todo lo desconozco". Yo lo registré mal, escribí el libro y a uno de los cuentos le puse ese título. A la hora de escribir el epígrafe vi que me había equivocado, pero no lo toqué. Me gustó más la cita y la dejé así... La verdad es que siempre nos estamos sorprendiendo por reacciones y pensamientos propios que nunca habíamos tenido, y la memoria también nos falsea un poco o un mucho la vida.
Y de la vida real pasada, ¿cuál es la metáfora que se puede contar en este momento en que usted está indignada y mira lo que pasa, como dice en su libro, con ojos de cierta melancolía?Los poemas de Jaime. De la vida me acuerdo, pero ¿dónde está? ¿Qué ha quedado? La memoria, pero la memoria no actúa sobre la realidad. Aparte de lo humano, hablamos de esa creatividad, del coraje y de la ilusión de estas gentes que hemos nombrado, y cómo trabajaron, cómo sufrieron, porque tampoco eran felices. Ni Carlos Barral, ni ninguno de ellos. Los poemas de Jaime, la poesía de Carlos Barral. Esas son las metáforas. Fíjate: para que se hable de mi hermano hemos tenido que hacer este esfuerzo de los premios que llevan su nombre. Para que pueda perdurar lo que queda. Quizá hagan algo que valga la pena.
Literatura, vida y compromiso
Nació en Barcelona en 1947. Es, además de la hermana menor del desaparecido Terenci Moix, una poeta cuya obra ha avanzado por la línea vanguardista europea. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, su nombre fue el único femenino incluido en la antología 'Nueve novísimos poetas españoles', de Josep María Castellet.
En 1970 ganó el Premio Vizcaya de Poesía con No time for flowers. En 1985, con Las virtudes peligrosas, y en 1995, por Vals negro, consiguió sendos premios Ciudad de Barcelona. Moix es también una excelente narradora. Sus relatos y novelas tienen una larga carga autobiográfica: como Julia (1969), Walter, ¿por qué te fuiste? (1973) o Las virtudes peligrosas (1985). En 2002, tras un silencio editorial de ocho años, publicó 10 relatos en De mi vida nada sé. (Arriba, en una imagen de hace 10 años, en la biblioteca de su casa junto a su perro Pato).
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