La escritura del horror
Ojalá el pueblo alemán hubiese hecho caso al grafólogo Ludwig Klages cuando antes de que Adolf Hitler subiera al poder predijo que podría llevarle al desastre. Lo que habrían dado España y los españoles por que las señoritas pretendidas por el mozo Francisco Franco en cartas de amor nos hubieran advertido de su bloqueo afectivo o de sus golpes de irritabilidad. ¿Y si algún italiano a los que Mussolini dedicaba fotos con letra florida y frases grandilocuentes se hubiera dado cuenta a tiempo de que en esa escritura se encerraba un orgullo desmedido? Por no hablar de aquellos rasgos que denunciaban avidez y tendencia a la acaparación en el general Pinochet...
Es tarde ahora para evitar las consecuencias que han asolado durante el siglo XX la moral y parte de la especie por culpa del ensañamiento de varios sátrapas como aquellos tres o también de otros como Stalin y Augusto Pinochet. Pero gracias a las fotografías y las cartas de su puño y letra que se guardan en la Fundación José María Castañé, un auténtico arsenal de historia contemporánea en Madrid, podemos hacernos una idea amplia de sus personalidades enrevesadas.
"Los retratos autógrafos de la Fundación Castañé dan idea de sus personalidades enrevesadas"
"Stalin era un esquizoparanoico, un hombre que desprendía sadismo; Hitler sólo contaba con trastornos personales", según Anthony Beevor
"En la F nos muestran todos una tendencia al ensañamiento, una desesperada obsesión por volver atrás", dice el grafólogo Germán Belda
Por su letra les conoceréis... No encierra secretos para una ciencia como la grafología. Germán Belda García-Fresca, director de Grafostudium y vicepresidente de la Sociedad Española de Grafología, ha estudiado los documentos de la fundación y ha sacado conclusiones interesantes. "Todos ellos presentan rasgos comunes", asegura este experto. "Son cinco monstruos con líneas similares: hombrecillos con fuertes complejos de inferioridad que buscan desesperadamente demostrar una grandeza de la que carecen".
Como todo trauma comienza en la infancia, este catálogo de monstruos no iba a ser menos. Los cinco presentan una tremenda influencia a imitar de la figura paterna y graves carencias afectivas por parte materna. "Se observa cierto despecho hacia la madre, no se sentían queridos por ella, lo que tampoco indica que fuera cierto. Se trataba de una percepción muy íntima", comenta Belda.
Pero ¿dónde se encierran todos esos secretos, los vericuetos de silencio que afectaban después en decisiones irracionales a millones de seres humanos inocentes? En letras que todos escriben por igual. La F invertida, sin ir más lejos. La F de fascismo, curiosamente. "Todos ponen la fuerza de la letra en el lado izquierdo; eso indica una tendencia al ensañamiento, una desesperada obsesión por volver hacia atrás y reincidir sobre varias cosas", comenta el grafólogo. En el caso de Franco, su propia firma es la que le delata. Mientras que en Mussolini se observa en otras palabras, como en una dedicatoria suya en castellano al conde de Florida y en otra a "los flechas de España", en referencia al Frente de Juventudes.
El caso de Hitler ha sido ampliamente estudiado a lo largo del siglo XX. "Así como Napoleón fue una obsesión para los grafólogos del XIX, Hitler lo ha sido después de manera constante", asegura Germán Belda. Incluso se han realizado trabajos de referencia en España, como los que llevaron a cabo Mari Luz Puente y Francisco Viñals, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en una obra titulada Grafología criminal.
Sobre ese icono permanente del horror, y a raíz de los documentos de la Fundación Castañé, en los rastros de la letra de Hitler se desvela su crueldad. "También su resentimiento, su autoafirmación, su impotencia, en este caso literal, impotencia sexual, así como su tendencia a la depresión, su capacidad de seducción y su arrogancia", añade como rasgos poco envidiables el grafólogo.
Son cosas que concuerdan con la opinión del historiador Anthony Beevor. El autor de libros como Berlín, 1945. La caída o Stalingrado y más recientemente El día D, sobre el desembarco de Normandía, asegura que ha preguntado a eminentes psiquiatras británicos sobre la personalidad de Hitler y Stalin. "El líder soviético puede ser diagnosticado como un esquizoparanoico, pero sobre Hitler lo más que se puede decir es que sufría graves alteraciones de su personalidad", comenta Beevor.
La escritura de Stalin ofrece algún rasgo más, según el grafólogo: "Además de cruel y despiadado, la caligrafía nos indica que era muy espartano". La austeridad se observa en una escritura directa, sin florituras, muy simple. La tendencia a la crueldad, según Belda, "en la separación entre las letras en forma de ángulo, con orientación hacia la zona inferior". Puede ser algo, según Beevor, que va más allá, un rasgo del que se desprende "su sadismo". Se trata de un aspecto que en Hitler resultaba más oculto. Según el historiador británico, "el Führer mostraba un completo rechazo a presenciar escenas violentas, lo que no le impedía aplicarla en otros".
El problema de Benito Mussolini era diferente. Su punto débil, según nos cuenta la grafología, era el orgullo. Pero dependía de sus contextos. "En Mussolini se da un caso curioso. Su talante era el de un sujeto desafiante. Pero la firma se extiende cuando tiene la situación controlada y se comprime cuando está bajo la influencia y el dominio de los nazis. Se arruga como un acordeón, es lo que llamamos nosotros el síndrome de prisión", asegura Belda.
Del Duce al Caudillo, por apelativos, en Franco vemos también diferencias. Los documentos del dictador español en los que se ha basado el estudio son varios. No sólo los autógrafos de las fotos, sino cartas de años de su gobierno. En ellos se ve una tendencia al pasado constantemente aludido como un ideal. También ira. "Mucha irritabilidad, mal genio", comenta Belda, quien se ha apoyado también en estudios que hizo su padre, el también grafólogo Pedro Germán Belda o Mauricio Sandró, como le conocen sus colegas.
Una de las características del dirigente español era cierta tendencia hacia la frialdad: "Tenía los objetivos muy marcados en la vida. Planificaba perfectamente, era un gran estratega. No ponía énfasis en los ideales ni era amante de los alardes materiales", comenta el experto. Es algo que también señala Beevor: "De Franco impresiona su sangre fría en su actitud hacia la violencia. La acometía como una estrategia para mantenerse en el poder". Algo que impresionaba hasta a los propios alemanes. "En 1936, el embajador nazi se mostró impactado cuando en mitad de una cena Franco dio orden de ejecutar a una milicia de mujeres y después siguió comiendo tranquilamente", comenta Beevor. También su escritura demuestra mucha cerrazón a la hora de reivindicar sus posiciones: "Sus actuaciones parecían desproporcionadas a la hora de defender sus propios intereses". Todo un mecanismo de defensa que protegía otras carencias. "Su bloqueo afectivo constante, por ejemplo".
También echaba mano de otros mecanismos psicológicos para combatir eso: "Quitaba lo emocional de en medio con mucha facilidad. Y basaba su día a día en la constancia y una rutina muy fija". La letra que más le delata en sus peores rasgos es la T. "La lanza demasiado hacia la derecha, con lo que llamamos un golpe de látigo". Eso indica una clara iracundia y descargas de energía. La P también hace evidentes sus debilidades: "La coloca a menudo por encima de su medida habitual".
Si Stalin y Franco no eran dados al derroche, en Augusto Pinochet encontramos un rasgo que le diferencia de los otros cuatro: "Una tendencia a la avidez y a la apropiación", comenta Germán Belda. La C y la O también indican un bloqueo de la libido. "Debía padecer, según las letras, grandes problemas sexuales".
Son asuntos que los otros cuatro desviaban con su idealización de la guerra. Las armas eran la forma más sugestiva de resolver problemas, según Beevor. "Sobre todo Hitler y Mussolini. En los demás era más un mecanismo para incrementar poder. Hitler veía el conflicto como una manera de depurar la raza, pero en esa supuesta limpieza también perecieron millones de los que él consideraba indiscutibles representantes de la supremacía aria. Mussolini encontró en ello la forma de satisfacer nuevas aspiraciones imperiales".
Las cifras del horror arrojadas entre todos ellos son desoladoras: Stalin, entre represaliados, deportados, víctimas de hambrunas provocadas y demás logros siniestros de su tiránico mandato, arroja un total de 20 millones de muertos. Hitler, a sus seis millones de judíos exterminados en el Holocausto suma otros cinco como responsable directo de la guerra. De Franco se estiman 150.000 muertos por sus castigos y su represión una vez acabada la contienda. Pinochet, más de 4.000... No por colocar más ceros se evitan los escalofríos. Por eso José María Castañé ha reunido a lo largo de varias décadas un vasto catálogo del espanto ocurrido en el siglo XX.
"He ido formando como un puzzle que nos ayude a entender, a mí y al resto, por qué ha pasado lo que pasó", asegura este empresario. El lugar donde tiene depositados sus fondos rezuma un olor silencioso a polvo, barro, tinta y sangre de historia. El que ha ido cocinando este obsesivo coleccionista del pasado. Persigue documentos de las dos grandes guerras, del conflicto civil español, del Holocausto, de la guerra del Pacífico, de Rusia desde antes de que estallara la revolución... Retratos de carniceros, megalómanos y manipuladores sin medida. "Nuestro discurso, como fundación, se basa en la enorme trascendencia y la larga cola de consecuencias que puede acarrear una agresión", afirma Castañé, hombre reflexivo, sereno, dispuesto a abrir sus archivos a cualquier estudioso de esos asuntos claves. En el fondo, esta recopilación de la guerra, para él, es un clamor a favor de la paz: "Se trata de un estado de equilibrio que si queda arrasado, se derrumba durante mucho más tiempo que el propio conflicto". Las pruebas son claras. "¿Cuándo acabó la Guerra Civil española? ¿En el año 1939 o en 1975? ¿Cuándo dio término la II Guerra Mundial? ¿En 1945 o en 1989, con la caída del muro de Berlín?".
Las fotografías que ilustran estas páginas pertenecen al archivo de la Fundación José María Castañé.
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