Versiones no tan originales
Los 'remakes' marcan tendencia en las series de televisión en un intento de rentabilizar iconos que ya demostraron su eficacia. En unos casos, como 'Doctor Who' y 'Hawai 5-0', el acierto es total. En otros, las nuevas versiones solo apuntan la falta de ideas
Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá". La frase solía soltarla Maurice Harold MacMillan en sus tiempos de primer ministro del Reino Unido, cargo que ejerció entre 1957 y 1963. Seguro que MacMillan no esperaba ver convertida su frase en paradigma de la producción televisiva del siglo XXI, que, aparte de procedimientos policiacos, médicos atribulados que corren de un sitio a otro, hombres elegantes que no paran de fumar mientras inventan irresistibles lemas publicitarios y personas perdidas en una isla (o igual no estaban tan perdidas), no para de girar la cabeza y buscar algo que copiar (otros dirían "inspirarse"), a veces con suerte y otras con menos.
La última oleada de remakes televisivos ha llegado para quedarse, aunque no está claro que lo consiga. Su voracidad no conoce límites ni géneros y -por desgracia- tampoco pudor. La parte buena (que la hay) es que algunas de esas recapitulaciones han conseguido abrirse camino gracias a una inteligente combinación de pasado y futuro. La mala es que solo un infinitésimo porcentaje de las mismas ha encontrado la receta correcta mientras que el resto ha fallecido de forma indecorosa tras darse en las narices con el portazo del público.
Si el público original de la serie reacciona con benevolencia, el producto tiene todas las de ganar
'Galactica' fue un ejemplo de cómo usar el potencial de una premisa atractiva como motor creativo
'El coche fantástico' y 'Melrose Place' han sido un desastre. En 'Hawai 5-0' todo sigue igual de bonito
"Es buena idea intentarlo, las películas han probado que el remake puede funcionar", decía Warren Littlefield, programador jefe de NBC, a The New York Times poco antes de que la cadena se diera el gran tortazo con La mujer biónica, una magnífica idea sobre el papel (la serie original de Lindsay Wagner en los setenta no era ninguna maravilla, así que valía la pena actualizarla con algo más de estilo y un presupuesto más generoso) que en 2007 parecía que iba a comerse la parrilla. Nueve episodios después era cancelada sin miramientos.
Littlefield tenía motivos, que siguen siendo válidos a día de hoy, para ser optimista: basta con dar con esa tecla que funcionó en su momento, pulsarla y esperar los resultados. La base sigue ahí, con lo que no es necesario crear nuevas mitologías, y si los durmientes (léase "el público que disfrutó en su momento de la serie") reaccionan con benevolencia, el producto tiene todas las de ganar. Esto pasa poco... cada vez menos, pero eso no impide a los que manejan el cotarro seguir insistiendo en el concepto: cualquier tiempo pasado puede ser mejor.
En 2000 pudo verse otra prueba de lo delgados que son los hilos que unen el ayer con el mañana: El fugitivo, que en los sesenta había sido un hit, no convenció ni al apuntador. El pobre Tim Daly, actor que encabezaba el reparto y que se las prometía muy felices con la serie, vio cómo 22 episodios después ya no los veía nadie. Al menos, eso sí, la CBS -que producía y emitía el invento- tuvo su recompensa: la serie que seguía a El fugitivo en su emisión de los viernes, CSI Las Vegas, se convirtió en un bombazo.
Otros que siguen sin verlo claro son los chicos de V. En 1984, Diana y compañía invadían la Tierra y se enfrentaban a una rebelión en toda regla. En 2009, la cadena ABC pensó que los lagartos bien valían una revisión y se embarcó en una superproducción que acabó por provocar eso tan peligroso de "ni fu ni fa". Sin embargo, un desenlace excelente a su primera temporada y la promesa de que en la segunda habría más caña han devuelto la fe a la cadena, que apuesta por ellos. En España veremos el resultado en TNT (dial 24 de Digital +). Las expectativas han alcanzado el grado de "habrá que darle otra oportunidad", y eso al otro lado del Atlántico es como un cheque con varios ceros.
La lista de estrellados sin remedio es francamente extensa: El coche fantástico fue un desastre sin paliativos. Ni siquiera que Val Kilmer pusiera la voz a KITT alivió a los fans. Melrose Place es aún peor que el original; ni siquiera la presencia de la pérfida Heather Locklear sirvió para interesar al público, quizá porque las tramas parecían sacadas de alguna mala telenovela mexicana. Lo mismo puede decirse de Sensación de vivir, una serie que tenía sentido en los noventa, pero que en nuestro tiempo resulta dolorosamente prescindible (a pesar de ello, ya va por su tercera temporada y amenaza con una cuarta). Hace tiempo que los pijos dejaron Beverly Hills para instalarse en Manhattan: ¿para qué necesita alguien a los viejos ricos de Sensación de vivir cuando tiene a los nuevos ricos de Gossip girl? Por cierto, esta última, inconfesable remake con botox de Sexo en Nueva York, sigue con paso firme (en España la emite Cosmopolitan) y sin signos de agotamiento.
Pero hay otros remakes,buenos, que superan al original hasta en los títulos de crédito. Uno de ellos es el de Battlestar Galactica . En su versión primigenia (de 1978), la serie se inclinaba por una ciencia-ficción aventurera y dócil, donde a los buenos y los malos solo les faltaba un cartel que delimitara su territorio. En la versión moderna, que empezó su carrera en 2004, la intensa reflexión moral sobre la raza humana y los múltiples vericuetos en los que se enredan sus protagonistas convirtió la nueva Galactica en una auténtica gozada. El reparto (encabezado por una maravilloso Edward James Olmos), los guiones, los efectos especiales y hasta una narrativa compleja y pausada contribuyen a ello. Fue un fabuloso ejemplo de cómo atacar el pasado sin rendirse a él, usando el potencial de una premisa atractiva como motor creativo sin tener que calcar hasta el cartel. El trampolín o el sofá, que decía MacMillan.
La nueva versión de un clásico como Dr. Who es otro ejemplo de esa filosofía donde lo más importante no es desmontar el reloj y construirlo de nuevo (con el riesgo de que dé la hora como a él le dé la gana), sino mirarlo de lejos y limitarse a ajustar las piezas. Así es como sus inductores, los siempre brillantes Mark Gatiss y Steven Moffat (responsables también de la deliciosa relectura y reescritura televisiva de Sherlock Holmes, Sherlock) han conseguido que el buen doctor, hombre que lleva saltando por el tiempo desde 1963, vuelva a gozar del crédito del siempre exigente público británico.
En la misma línea se mueve el último ejemplo de remake inteligente: Hawai 5-0. En su momento (1968), la serie era una gigantesca postal de un rincón paradisiaco que tenía la suerte de contar con un grupo de buenos actores y una de las canciones más pegadizas de todos los tiempos, popularizada por The Ventures y elevada a los altares por la televisión. Tanto que en la nueva Hawai 5-0 (que emite Fox, dial 21 de Digital +) la canción sigue siendo la misma, Hawai sigue siendo igual de bonito y el reparto sigue siendo igual de competente. Eso sí, ellos y ellas son mucho más guapos, se ven más biquinis que en el original y los guiones se han adaptado al progreso: hay misiles guiados por láser, móviles de última generación, pistolas de porcelana y un montón de gadgets para cazar a los malos.
Además, el guión lo han escrito a cuatro manos Alex Kurtzman y Roberto Orci, dos escritores que "al menos en televisión tienen un largo historial de excelencia: de la sorprendente Alias a la impresionante Fringe, pasando por Xena, la princesa guerrera, una de esas series de culto que nunca se olvidan.
En Hawai 5-0 tan pronto se dedican a cazar a un terrorista como a tratar de evacuar a la población por un tsunami mientras preservan la escena de un crimen, y todo con un buen bronceado y un cuerpo perfecto. La serie -es obvio decirlo- está siendo un éxito en EE UU y ya se rumorea una segunda temporada: es un producto comercial que funciona a la perfección, entretiene y no tienen ínfulas de ningún tipo.
Algo parecido le sucede a Nikita (en TNT), donde el sex-appeal de Maggie Q es capaz de taparle las vergüenzas a cualquier defecto. Si Peta Wilson, protagonista de la serie original (1997), tenía un punto lánguido que ayudaba a acentuar el matiz atormentado de su personaje, a Q, en cambio, le van las peleas callejeras y las armas automáticas de gran tonelaje. Con eso en mente y la segunda temporada ya aprobada, los nuevos episodios de la singular fémina se prevén muy movidos, lo que al fin y al cabo no es otra cosa que lo que el espectador demanda.
Mientras tanto se preparan ya nuevas visitas al pasado: la nueva versión de Los Ángeles de Charlie (la actriz Drew Barrymore se está encargando de seleccionar al reparto) o los constantes rumores de una actualización (lo que en el mundo del cine llaman un reboot) de Dallas, en la que Warner parece querer incorporar a viejas glorias del original (1978) como Larry Hagman (J. R.), Patrick Duffy (Bobby) o Linda Gray (Sue Ellen), son ya los grandes tótems del remake que está por llegar. Un género para el que el pasado y el futuro son la misma cosa y en el que -por mucho que le pese a MacMillan- cada vez hay más sofá y menos trampolín.
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