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Reportaje:GENTES

Los Douglas vuelven a naufragar

El gen que marca el apellido Douglas parece un perfeccionista adicto a la fisonomía: la barbilla y la mirada de Kirk Douglas, de 93 años, se reproducen con exactitud casi geométrica en su hijo Michael, de 65, y en su nieto Cameron, de 31. Cuando los tres actores aparecen juntos en una foto, es imposible no sentir cierta inquietud ante esa impronta genética tan arrolladora. Al fin y al cabo, para ser concebido es imprescindible la participación de una mujer, pero en el caso de esta saga legendaria, recientemente tocada por la desgracia de ver al benjamín entre rejas por tráfico de drogas, es como si alguien hubiera borrado el rastro de la mitad femenina en la ecuación procreadora.

Ni la misiva del patriarca, ni las palabras de su madre y de su madrastra han evitado que Cameron acabe en prisión
"Casi nadie en segunda generación logra triunfar. Es una retahíla de carreras rotas y autodestrucción", dijo Michael

Y no deja de resultar irónico, porque en la vida de Kirk y Michael, dos intérpretes tan colosales como algunos de sus mejores filmes, desde Senderos de gloria o Espartaco, en el caso de Kirk, hasta Wall Street, en el caso de Michael, las mujeres han sido, a partes iguales, la bendición y la maldición de su existencia. Ambos fueron adictos a ellas. Kirk, durante su primer matrimonio, algo que hizo que la madre de Michael, la actriz Diana Dill, pidiera el divorcio; él le confesó que le resultaba imposible ser fiel. Anne Buydens, su segunda esposa, con la que tuvo otros dos hijos, Peter y Eric, aceptó durante los primeros años a un marido adúltero, pero Kirk acabó transformándose en un marido ejemplar.

Michael, que no sólo heredó la barbilla y la mirada de su padre, sino el talento con el que ambos devoran la pantalla y esa debilidad por las féminas, se casó con Diandra Laker en 1977, pero en los noventa tuvo que ingresar en una clínica de rehabilitación alegando ser adicto al sexo, precisamente tras interpretar y arrasar en la taquilla con tres películas bastante tórridas: Instinto básico, Atracción fatal y Damage. Años después, en su biografía oficial, no hay rastro de aquella supuesta dependencia, solo se habla de adicción al alcohol. Pero el mito, real o imaginario, quedó en el aire, y cuando Michael se separó de Diandra Luker, madre de Cameron, para casarse con Catherine Zeta-Jones en 2000, la actriz galesa, en vista del currículo de su futuro esposo, le hizo firmar un precontrato nupcial que le obligaría a pagar, ante un teórico divorcio, 1,7 millones de dólares por cada infidelidad que Zeta-Jones pudiera demostrar. De momento no ha sido necesario desembolsar ni un dólar: la pareja muestra solidez y juntos tienen dos hijos, Dylan Michael y Carys Zeta. Con ellos, Michael ha tratado de enmendar todos los errores que cometió con Cameron, que son en realidad los mismos que su padre cometió con él: ser una estrella ausente, demasiado preocupado con su carrera como para prestarle atención a su hijo.

"Si miras a tu alrededor puedes ver que casi nadie en segunda generación logra triunfar. Es una retahíla de desastres, carreras rotas y autodestrucción". Esta frase premonitoria, que hoy se puede aplicar perfectamente a su hijo Cameron, la dijo Michael Douglas en una entrevista hace años hablando de los problemas que acarreó para él ser el hijo de Kirk, un actor con una carrera coronada con un Oscar de honor en 1996, y al que Michael trató de emular, pero todo se le hizo increíblemente cuesta arriba. A eso habría que añadir las dificultades emocionales de crecer sin la atención paterna debida. El propio Kirk reconoció años después: "Yo no estuve ahí para mi hijo".

El único de los tres Douglas que se forjó una carrera desde abajo fue precisamente el patriarca de la saga. Nacido como Izzy Demsky en una familia de inmigrantes judíos en Amsterdam (Nueva York), Kirk también sufrió la ausencia de un padre frío que abandonó a su familia cuando él aún era un niño. Su futuro se lo labró con sudor y mucha ambición, hasta lograr ser un actor de éxito, o lo que es lo mismo, conquistar el llamado "sueño americano". No fue hasta su octava película, Campeón, cuando consolidó, además de su primera candidatura al Oscar, esa imagen de tipo duro que le hizo célebre y caracterizó gran parte de sus más de 60 filmes, con títulos imprescindibles como Cautivos del mal y El loco del pelo rojo.

Michael, en cambio, pese a crecer entre cojines dorados, tuvo muchos problemas para que su carrera como actor arrancara, entre otras cosas porque ser hijo del gran Kirk Douglas, que en un principio no quiso que su hijo siguiera sus pasos, no era fácil de digerir. Según el propio Michael relató en la revista Vanity Fair, cuando comenzó a actuar en la serie The streets of San Francisco, con la que se dio a conocer en los setenta, vomitaba antes de cada rodaje debido a la ansiedad y a la presión de no estar a la altura de su padre. No obstante, aún tuvo mejor suerte que su hermanastro Eric, un cómico que acabó muerto por sobredosis en 2004 tras arrastrar una vida de adicciones varias.

Cameron podría haber acabado igual, y por eso, pese al drama de su encarcelamiento, Michael asegura: "Al menos, ahora está a salvo". Cameron empezó a tontear con las drogas en su adolescencia, cuando también acusaba la ausencia de su progenitor. "Fui un mal padre, si por mal padre se puede interpretar el estar demasiado ausente", ha admitido Michael. Cameron intentó, sin demasiado éxito, labrarse una carrera como disc jockey hasta que su padre decidió ofrecerle una oportunidad como productor, algo que Kirk había hecho con él al principio de su carrera, cuando no parecía que Michael fuera a despegar como intérprete. Kirk le dio a su hijo una joya en bruto, los derechos sobre la producción de Alguien voló sobre el nido del cuco, que Kirk había protagonizado en Broadway. Y aunque Michael decidió no contratar a su padre, sino darle el papel de protagonista a Jack Nicholson, la película consiguió el Oscar al mejor filme en 1975, catapultando la carrera de aquel productor novel de apenas 31 años que pronto demostraría también su valía como intérprete con éxitos comerciales como La joya del Nilo.

A Cameron, en cambio, lo que le llegó a las manos en 2002 fue Cosas de familia, ese drama familiar que reunió a las tres generaciones Douglas, e incluso a la abuela del clan, en un filme con un guión espantoso donde todo aquel talento quedó completamente deslucido y que sucumbió estrepitosamente frente a la crítica y el público. A pesar del batacazo, a nivel familiar, aquel filme debió de tener cierto efecto catártico, puesto que los tres Douglas se interpretaban más o menos a sí mismos y reproducían las dificultades de sus relaciones. Además, para Kirk y Michael significó trabajar juntos por primera vez. "Mi hijo y yo nunca estuvimos cerca, quizá a causa de mi divorcio. Pero esta película cimentó nuestra relación. Fue muy bonito y muy importante para mí", dijo Kirk tras un rodaje que llegaba precisamente después de que saliera milagrosamente vivo de un accidente de helicóptero y superara un infarto.

Cameron interpretaba al hijo adolescente que tontea con las drogas, pero se da cuenta de que son malas, emulando un poco su propia vida, puesto que cuando produjo el filme acababa de pasar por rehabilitación. Sus adicciones habían comenzado en la adolescencia, pero el fracaso de la película y de las dos siguientes en las que participó como actor le hicieron regresar a los vicios de antaño. En 2007 le arrestaban por posesión de heroína y en 2009 se convertía en uno de los detenidos dentro de una gran operación federal antidroga en la que se descubrió que Cameron vendía heroína y metanfetamina desde 2006.

La policía lo encontró en un hotel neoyorquino completamente colocado y en posesión de unos 200 gramos de cristal. Le pusieron bajo arresto domiciliario a la espera de juicio, pero poco después, su novia, Kelly Sott, era sorprendida tratando de introducir siete gramos de heroína en el apartamento dentro de un cepillo de dientes eléctrico, así que Cameron fue a dar con sus huesos en la cárcel. En los meses que precedieron al juicio, celebrado en abril, Cameron consiguió limpiarse, e incluso su padre reconoció que era la primera vez que le veía sobrio desde que su hijo era un adulto. Todo el clan Douglas se unió para pedirle al juez clemencia con cartas conmovedoras. Kirk arrastró sus 93 años de Los Ángeles a Nueva York para visitar a su nieto y escribió una misiva en la que decía: "Me alegré de ver lo bien que se ha tomado su encarcelamiento. No culpa a nadie más que a sí mismo. No fue autocomplaciente, ni espera que le tengamos piedad. Su único pesar es el daño que le ha causado a otros. Pero estoy convencido de que Cameron podría ser un gran actor y una persona que se preocupa por los demás. Le quiero mucho".

Pero sirvió de poco: ni las palabras de su madre, Diandra Laker, ni las de su madrastra - Catherine Zeta-Jones-, ni los cinco folios del propio Michael, en los que se culpaba a sí mismo por no haber sido un buen padre, consiguieron evitar que el pasado 20 de abril Cameron fuera sentenciado a cinco años de cárcel. "Esta puede ser su última oportunidad para cambiar las cosas", le dijo el juez. Con rostro sombrío, Cameron aceptaba la sentencia y aprovechaba la ocasión para pedirle perdón a su familia: "Quiero disculparme ante mis seres queridos por haberles metido en esta pesadilla creada solo por mí. Creo, señor juez, que esta vez las cosas serán diferentes".

De momento habrá que esperar cinco años para saber si Cameron podrá reinventarse y superar el complejo de ser segunda generación, algo que a Michael le costó muchos años. "La percepción pública es que, si triunfas, es porque te lo dieron hecho y no tuviste que esforzarte; y si no triunfas es que eres un desgraciado. No es fácil vivir con eso. Como productor, el éxito me llegó muy joven, pero como actor tardó mucho más. No fue hasta que conseguí el Oscar por Wall Street en 1987 cuando realmente conseguí superar el complejo de ser el hijo de mi padre", dijo recientemente Michael. El personaje que le valió aquel Oscar fue el de Gordon Gekko, ese tiburón de las finanzas que Oliver Stone visualizó para la ficción con tanto tino que aún hoy, 15 años después, sigue resultando actual. Él canonizaría la frase "la codicia es buena", que se convirtió en la máxima de toda una generación de ejecutivos agresivos.

Este año, Michael ha vuelto a encarnar a Gekko en Wall Street 2, cuyo estreno en Cannes en mayo le ha obligado a pasear su dolor paterno por el olimpo del glamour precisamente pocas semanas después de que su hijo recibiera su condena. Es el estigma que le toca arrastrar a Michael, igual que Kirk vio a su hijo a punto de perderlo todo hace veinte años.

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