La protesta contra el Gobierno desata la guerrilla urbana en Roma
La revuelta terminó con 40 detenidos y un centenar de heridos
El centro de Roma ardía ayer. Mientras el Parlamento otorgaba la confianza al Ejecutivo de Silvio Berlusconi, en las calles de la capital explotaba la protesta. Una marcha heterogénea, que reunió a miles de opositores de Il Cavaliere, degeneró en duros altercados y enfrentamientos entre grupos de incontrolados y policías. Al final de la tarde columnas de humo, coches y contenedores en llamas apuntalaban el panorama de la plaza del Popolo, el corazón burgués de la capital italiana; adoquines, macetas decorativas y barras de hierro arrancadas de los chirimbolos publicitarios yacían en el suelo. Los agentes cargaron una y otra vez.
Un total de 41 personas fueron detenidas y acusadas por "resistencia, devastación y uso indebido de armas". Además, unos 57 agentes y más de 50 manifestantes resultaron heridos. El frente del no a Berlusconi había empezado su toma de la ciudad de forma pacífica y casi silenciosa. A primera hora de la mañana, se reunieron todos aquellos que se oponen a un Ejecutivo débil: estudiantes que ocupan las universidades contra la reforma que está pendiente de aprobación en el Senado; el Pueblo Violeta, el movimiento de oposición cívica que reúne a los desquiciados por Berlusconi y a los decepcionados por la izquierda; Rifondazione Comunista, el partido que no pudo votar la moción de censura porque no está representado en el Parlamento; los obreros del mayor sindicato metalúrgico, la Fiom-Cgil; los ciudadanos de L'Aquila exasperados porque, un año y medio después del tremendo terremoto que destruyó la ciudad, el centro histórico aún no se reconstruye; y los napolitanos que no quieren resignarse a soportar la basura que por enésima vez llena sus calles. "Nosotros no confiamos", era el lema de la manifestación que reunió en Roma a 50.000 personas.
Tensión en otras ciudades
Sin embargo, senadores y diputados, defendidos por un cerco policial que impedía acceder a la zona del casco antiguo donde se erigen los edificios del poder político, sí confiaron en el Gabinete de Berlusconi al que devolvían un poco de aliento. Cuando el megáfono espetó el resultado del voto en la Cámara baja y la voz empezó a correr, estallaron los altercados. "Vergüenza, vergüenza", gritaban los manifestantes.
Los antisistemas que estaban mezclados entre ellos en la marcha, hasta aquel momento tranquila, se separaron de los demás y, equipados con cascos, bufandas, explosivos caseros y adoquines arrancados de las calles, confluyeron en la Via del Corso, muy cerca de Montecitorio, sede de la Cámara baja. Allí rompieron macetas decorativas, improvisaron barricadas con cubos de basura y lanzaron sus petardos, piedras y huevos hacia las camionetas de las fuerzas policiales que presidían la zona.
La policía respondió con cargas muy violentas e indiscriminadas. Los altercados tensaron la calle romana de las compras. La cercana plaza del Popolo fue escenario de los choques más graves durante casi una hora. Al final de la tarde, la plaza redonda con sus dos iglesias gemelas era el reflejo de una verdadera guerrilla urbana: tres largas columnas de humo negro subían de sendos coches quemados; los cubos de basura estaban volcados, decenas de adoquines arrancados, barras de hierro y madera esparcidas en el suelo. Las tiendas habían bajado las persianas. Una veintena de camionetas de policía y de los carabinieri seguían desplegadas.
La jornada fue agitada también en el resto del país. En Milán un centenar de estudiantes irrumpió en la Bolsa, llevando una pancarta en la que estaba escrito: "panda de trapicheros, racistas, ladrones, mafiosos, financiad nuestro futuro". En Palermo, los estudiantes consiguieron bloquear el aeropuerto. En Genova, ocuparon el puerto. Manifestaciones muy tensas se registraron también en Turín y Nápoles. La tensión atravesó la península, de un extremo a otro.
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