"La guerra suena como un globo"
Un programa financiado por la UE alerta a padres y profesores de un área colombiana en conflicto de los peligros para los niños
Verónica Alejandra tiene nueve años y el pelo y los ojos muy negros. Ya sabe distinguir entre un Map y un Muse. El primero es una mina antipersonal que puede estar escondida en un juguete; el segundo puede ser una granada o estopín sin explotar abandonado por guerrilleros o soldados a su paso por las montañas que rodean su casa y su escuela. Verónica Alejandra es indígena nasa —una comunidad que defiende su territorio y su dignidad en medio del conflicto colombiano— y vive en uno de los cabildos del norte del departamento del Cauca, al sur del país. Muchas veces, en clase, la ha sorprendido el ruido de las balas. "La guerra", dice con su voz delgada, "suena como cuando se revienta un globo". "Así suena", repite convencida después de un breve silencio.
La escuela a la que asiste es una de las 15 donde se adelanta un programa de la ONG Diakonie, financiado por la Unión Europea. La idea es hacer conscientes a profesores y padres de familia de los riesgos de vivir en una zona donde en cualquier momento "se prende la balacera".
"Vivíamos en medio del peligro", reconoce una maestra, "sin ser muy conscientes de él. Los niños se estaban acostumbrando al ruido de las balas". Desde 2005, cuando entró el Ejército en esta zona, dominada durante años por la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se ha vuelto común una escena en su escuela: por un lado disparan las FARC y por otro responde la fuerza pública. "Nos tiramos al suelo, con los alumnos, mientras las balas atraviesan por encima, rompiendo los aires", cuenta la profesora.
El primer paso, de la mano de la Fundación Tierra de Paz, una ONG local, es elaborar un mapa de riesgo. En una cartulina se dibuja el área de la escuela y los problemas: minas, municiones, tránsito de combatientes por los mismos caminos por los que los niños van a la escuela
La guerrilla convierte muchas veces en trincheras las sedes educativas y los soldados, en estos parajes montañosos, ven como un buen lugar de reposo a las escuelas. En medio de los combates, las canchas de fútbol se convierten en helipuertos Y aunque no quedan registrados en los mapas, se habla de otros peligros: el reclutamiento de niños y jóvenes y las tensiones que se generan porque los estudiantes se enamoran de soldados, policías o guerrilleros
"Esta preparación nos ha caído en el corazón. Con este programa habríamos evitado ocho muertos, entre ellos tres niños", lamenta un padre de familia. Son las víctimas que han dejado las minas sembradas por las FARC y los residuos de guerra —artefactos Muse— olvidados en campos y senderos. Muchas veces, la guardia indígena —que defiende su autonomía con bastones y con "el pensamiento"— se arriesga a retirar estos artefactos explosivos.
Un segundo paso es buscar soluciones. Los padres de familia también colaboran: en una de las 15 escuelas de la zona aportaron un jornal de su trabajo en el campo para colocar una reja debajo del techo de uno de los salones. La idea es utilizarlo de refugio en medio de los combates y evitar los cilindros repletos de metralla que utilizan las FARC como arma no convencional. En otras escuelas decidieron colocar puertas auxiliares que comunican entre sí todos los salones; se forma así un corredor de escape para evacuar de manera rápida y ordenada el centro. En otras, se ha cercado el área escolar con alambres.
¿Cómo trasmitir este sentido de prevención a los niños? ¿Cómo evitar la curiosidad infantil, que los expone en medio de hostigamientos y combates? "Si escuchan tiros, quieren salir a mirar y les gusta recoger todo lo que encuentran por los caminos", dice otra maestra. Ella y sus compañeras decidieron que la mejor forma de llegar a sus alumnos era con rimas y cuentos. "Cuando vayas por un camino / no te vayas a orillar, / porque un objeto extraño / los pies te puede dañar...", explica un verso destinado a enseñarles que sólo deben andar por los caminos principales y que no pueden recoger objetos extraños, ya que una mina quiebrapatas o una munición sin explotar les pueden mutilar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.