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Reportaje:

Vuelven los militares, pero no el Ejército

El favorito en las presidenciales del domingo en Guatemala, el general retirado Pérez Molina, promete mano dura para luchar contra la inseguridad

¿Cómo puede ser que Guatemala, el país que vivió una de las guerras civiles más largas y sanguinarias de América Latina -250.000 muertos en 36 años de conflicto-, se vuelque ahora con los militares, sus antiguos verdugos, para afrontar el futuro? El general retirado Otto Pérez Molina, conservador, es el favorito para ganar las elecciones de este domingo con un mensaje de mano dura. No resulta extraño si se tiene en cuenta que el país se ha convertido en un Estado sin autoridad.

Esa es la herencia de los seis Gobiernos liderados por civiles desde 1985. La ineficiencia de los gobernantes se ha traducido en una pérdida de autoridad del Estado, que queda en una situación de debilidad frente a poderosos enemigos como las mafias internacionales de narcotraficantes.

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La inseguridad es el tema que más preocupa a los guatemaltecos: un 43% de la población lo coloca como el problema más importante, según una encuesta del diario El Periódico. El hombre de la calle no puede moverse libremente por los asesinatos cometidos por pandilleros que cobran extorsiones. Los problemas para desplazarse se agravan además porque no hay día que un grupo que reclame presuntos derechos no bloquee las principales carreteras del país y provoque un caos que causa pérdidas millonarias a los sectores productivos. El campesino no puede llevar los productos al mercado; tampoco los exportadores a los puertos de embarque.

Los guatemaltecos demandan seguridad y, según las encuestas, esta parece estar encarnada en la figura de Otto Pérez Molina, del Partido Patriota. "Mejor un proyecto sólido, que ofrezca garantías, a uno de ocasión" y "estamos cansados del a ver qué sale", son comentarios comunes entre muchos ciudadanos.

Para Gustavo Porras, antiguo comandante del grupo guerrillero Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), el proyecto de Otto Pérez se adivina a largo plazo. En las filas del Partido Patriota, puntualiza Porras, hay oficiales superiores con planes que van más allá de una legislatura. Conocedor profundo de la psicología de los uniformados, Porras resume así el sentir militar: "Los civiles ya tuvieron su oportunidad. Con pequeñas diferencias, el resultado de su gestión es altamente deficitario".

Desde el punto de vista de los militares que ahora se aprestan a retomar el poder, aunque lejos del cuartelazo, la principal característica de los 26 años de supremacía civil ha sido el intento de destrozar el Estado, algo que atenta contra la esencia misma de las instituciones armadas, para quienes, a decir de Porras, "el Estado es mi casa".

Porras puntualiza que vuelven los militares, pero no el Ejército, que ya ha asumido el papel que le corresponde en una sociedad democrática. A esto se suma el malestar provocado por el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas, que durante el régimen de Óscar Berger (2004-2008) superó, incluso, las cifras pactadas en los Acuerdos de Paz. "Así nos pagó la clase alta, después de que les sacamos las castañas del fuego", es una frase que se repite como letanía en los cuartos de banderas de todos los cuarteles.

Así las cosas, el retorno de un proyecto manejado por militares retirados sería un acto de pragmatismo político. "Ya no cabe el ensayo. Y un proyecto sólido puede sacar al país del marasmo político en que se encuentra", concluye el exguerrillero Porras.

No será tarea fácil. El principal reto del próximo Gobierno es rescatar la institucionalidad del Estado guatemalteco, algo que pasa, necesariamente, por una reforma fiscal que le permita tener los fondos necesarios para enfrentar las reformas necesarias y que enfrenta, a priori, la resistencia de la todopoderosa iniciativa privada.

Esta visión es compartida por José Carlos Sanabria, analista de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales, para quien Otto Pérez es un militar que jugó un papel importante en el proceso de paz con la guerrilla. "Es un uniformado comprometido con la democracia, que rompe con los esquemas del pasado negro de los militares". Si triunfa en las urnas, puntualiza, "llegará al poder después de más de ocho años de intenso trabajo, no de manera improvisada, como llegaban los golpistas tras el derrocamiento del gobernante de turno".

El analista Miguel Ángel Balcárcel subraya que la virtual llegada de Pérez al poder no implica el retorno al autoritarismo. De confirmarse su triunfo, "el general estará obligado a reconstruir su pacto político y social". Eso pasa necesariamente por una reforma de la Ley Electoral y de la misma Constitución. Para el analista, ese reto "debe cumplirse en los dos primeros años de la legislatura. Si no es así, existe el riesgo de que se pierda para siempre".

El General, como se le llama en Guatemala, tiene una ventaja de 20 puntos sobre sus principales oponentes. Su gran error en las elecciones de 2007 fue centrar su campaña solo en la inseguridad, así que en esta ocasión ha hablado de crecimiento económico -promete llegar al 5%-, de transparencia y de controles para evitar la corrupción.

Sus detractores le recuerdan su presunta implicación en la represión del Ejército durante los años ochenta, algo que él niega. También plantean dudas sobre quiénes han aportado dinero para su campaña. En cualquier caso, si el General gana pondrá fin a un plan diseñado desde que fue mano derecha del presidente Ramiro de León Carpio (1993-1996): ambición de ser presidente y uno de los firmantes del tratado de paz con la guerrilla en 1996.

El candidato Pérez Molina saluda a sus simpatizantes antes de un acto electoral en Solola, a 183 kilómetros de la capital.
El candidato Pérez Molina saluda a sus simpatizantes antes de un acto electoral en Solola, a 183 kilómetros de la capital.J. D. LÓPEZ (REUTERS)

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