Rusia juzga "intolerable" la situación en Kirguizistán y se plantea una intervención
La violencia étnica contra los uzbekos se ha cobrado al menos 124 vidas
El presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, calificó ayer de "intolerable" la situación en Kirguizistán, donde "continúa vertiéndose la sangre y hay desordenes étnicos masivos". Los acontecimientos allí son "extraordinariamente peligrosos para la región, por lo cual es necesario hacer todo para atajarlos, de acuerdo con la ley pero con dureza", manifestó. Antes, Rusia y sus aliados de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) habían anunciado que no excluyen ninguno de los medios a su disposición para acabar con la violencia en Kirguizistán. La OTSC está integrada por Rusia, Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán, Armenia y Bielorrusia, y en 2009 fundó unas fuerzas de reacción rápida, vertebradas alrededor de paracaidistas rusos.
Moscú y sus aliados apoyan una fuerza de reacción rápida con paracaidistas rusos
Rusia, la antigua metrópoli colonial centroasiática, se configuraba ayer como el único centro capaz de liderar una intervención pacificadora, aunque parecía confiar aún en la posibilidad de superar la crisis reforzando al Gobierno provisional de Kirguizistán con equipo y especialistas. Desde el último estallido de la violencia en Osh, en el valle de Ferganá, los desordenes étnicos se han cobrado decenas de muertos y han originado un éxodo masivo de decenas de miles de personas, sobre todo hacia Uzbekistán, donde más de 70.000 personas han encontrado un precario cobijo.
La cifra oficial de muertos, 124, solo refleja los que fueron trasladados a depósitos de cadáveres, pero tanto desde la provincia de Osh como desde Jalalabad llegaban noticias sobre otros cadáveres amontonados en mezquitas inaccesibles por razones de seguridad. Desde la comunidad uzbeka, que en diversos puntos está aislada y sitiada, se calculaban en 700 las víctimas uzbekas de pogromos e incendios en Jalalabad. De los 5,5 millones de habitantes de Kirguizistán, cerca del 14% son uzbekos, y la proporción de esta comunidad es mucho mayor en el valle de Ferganá, una zona densamente poblada dividida entre Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán.
La intervención de Rusia fue solicitada el pasado sábado por el Gobierno provisional kirguís, dirigido por Rosa Otunbáyeva. Lo mismo solicitaban vehementemente los líderes de las comunidades étnicas kirguís y uzbeka, que dieron ayer una conferencia de prensa conjunta en Moscú. Todo indicaba que, en caso de intervenir, el Kremlin consensuará la fórmula sobre todo con Uzbekistán y Kazajistán, y también buscara el respaldo de la comunidad internacional. La situación en la zona iba a ser tratada esta madrugada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Medvédev se manifestó sobre Kirguizistán a última hora de la tarde ante el secretario general de la OTSC, Nikolái Bordiuzha, que le informó de la reunión de urgencia mantenida por los secretarios de seguridad de los países miembros. Los altos funcionarios no excluyeron ningún tipo de medidas y para empezar propusieron ayudar a los órganos de orden público de Kirguizistán con equipo técnico terrestre y helicópteros. Medvédev, por su parte, no excluyó una reunión extraordinaria de jefes de Estado de la OTSC si la situación no se estabiliza. Las informaciones sobre el desarrollo de los acontecimientos son confusas, pero hay indicios de una mayor coordinación de las dos comunidades étnicas para controlar los desórdenes.
En el conjunto de países de la OTSC, Bielorrusia no solo ha apostado por Kurbanbek Bakíev (ex presidente kirguís depuesto tras la revuelta de abril), sino que le ha dado una plataforma para expresarse. Desde Minsk, Bakíev pedía ayer también la intervención de la OTSC y negaba que el origen de la violencia fueran causas políticas. Sin embargo, fuentes en Kirguizistán asocian el comienzo de los disturbios con los intereses de sectores económicamente vinculados al clan Bakíev que luchan para mantener su influencia.
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