Dátiles y chocolatinas para cruzar el Estrecho en 'toisarás'
Una llamada anónima al 112 salvó a los seis niños que llegaron solos a España
Los niños están apoyados en el coche, con las caras medio tapadas por las capuchas de las sudaderas que Daniel Iglesias, un miembro de la Cruz Roja, les ha proporcionado para entrar en calor. La mirada de los pequeños denota confusión y cansancio en la imagen que alguien les ha tomado con su teléfono móvil tras su llegada. Han logrado su objetivo, han completado seis de las siete millas y media (12 kilómetros) que separan las playas de Kasr El Seghir de Tarifa. Están vivos en tierras españolas. Daniel observa un saco de tela azul que los chicos traían en la barca, lo abre e inspecciona su interior: algo de ropa enrollada, agua, dátiles y unas cuantas chocolatinas de la marca Kinder Bueno.
Remaron durante más de seis horas con palas de madera, sin motor Los menores están ahora en un centro, tutelados por la Junta de Andalucía
La escena ocurre pasadas las tres de la madrugada del martes 15. Unas horas antes, alguien, aún no se sabe quién, avisa desde un móvil al servicio de emergencias 112. Es la 1.13 minutos, según los registros de las llamadas de esa noche. La voz del hombre al otro lado del teléfono se pierde por momentos y la comunicación se corta en segundos. Pero le da tiempo a alertar sobre lo esencial: hay una patera al sur de la isla de Tarifa. La llamada -quizá el desconocido no lo sepa todavía- salvó la vida de los tripulantes de la embarcación: seis menores magrebíes que navegaban en una barca hinchable de juguete, de poco más de dos metros.
Esa noche soplaba un viento de fuerza 4, entre 11 y 16 nudos, una velocidad ideal para un crucero de vela pero peligrosa para una embarcación sin cubierta que tiene que vérselas con pequeñas olas, borreguillos y saltos continuos sobre el mar. El aviso del 112 a la Guardia Civil activa el mecanismo que vigila las costas desde hace años. Las cámaras del SIVE (Sistema Intergrado de Vigilancia Exterior), colocadas estratégicamente a lo largo del litoral localizan la pequeña lancha media hora después del aviso, a 1,6 millas de la costa (poco más de 4 kilómetros). Ya saben que se trata de una embarcación de juguete y eso no les sorprende demasiado. Han visto de todo: inmigrantes que trataban de llegar a España en colchonetas o en neumáticos, y embarcaciones como la que ahora tienen en pantalla. Ellos las llaman toys (juguetes, en inglés) o toisarás (en referencia a la marca Toys'r'us).
Pero cuando la patrullera Río Cedena de la Guardia Civil llega al lugar, sobre las dos y media de la mañana, los agentes, esta vez, ven algo que nunca han visto. Todos los tripulantes son niños, viajan sin adultos y salvo uno de ellos, que dice tener 16 años, los demás parecen muy pequeños.
Los agentes los rescatan y anotan en su informe que los chicos tienen síntomas de hipotermia. Poco después, en el puesto de la Cruz Roja, Daniel, el miembro de la organización que estaba de guardia, que se ha despertado a las tres menos cuarto y ha salido disparado con ropa y mantas para los críos, les pregunta la edad. "El mayor decía que tenía 16. Y el más pequeño 14, pero parecía que tuviera ocho o nueve años. Estaban bien. Sólo estaban muertos de frío. Llevaban remando más de seis horas con unas palas de madera, sin motor y con viento de costado", relata este empleado, de guardia aquella noche. "No decían nada. Sólo que tenían frío. Y de vez en cuando hablaban entre ellos. Estaban muy cansados", concluye Daniel.
A partir de aquí, la historia de los menores rescatados el día 15 es todavía un misterio. No se sabe de qué pueblo son y aún no se ha podido contactar con sus familias. Los chicos contaron que salieron de Kasr El Seghir, un pueblo pesquero a muy pocos kilómetros de Tánger, pero algunas fuentes que conocen los métodos empleados por los niños para entrar en España dejan abierta la hipótesis de que una barca nodriza tripulada por adultos les soltara en la barca de juguete cerca de la costa.
En cualquier caso, lo ocurrido apunta alguna novedad en los procedimientos empleados por los niños para alcanzar las playas de Tarifa. Hasta ahora, el puerto de Tánger tenía una actividad frenética. Los menores que querían emigrar, procedentes de distintos pueblos del interior del país, se instalaban en una colina cercana al puerto y desde allí divisaban la llegada de camiones a los muelles. Por la noche, los niños se enganchaban a los bajos de los camiones cargados de mercancías para entrar en los ferrys que todos los días viajan hasta Tarifa.
Eso sigue ocurriendo, pero la construcción del Tánger Med, el nuevo y moderno puerto de la ciudad, que ha acaparado todo el transporte de mercancías y que ha incrementado la seguridad, ha hecho que los chavales busquen nuevos métodos. La ecuación no suele fallar. A más controles, más precariedad en la forma de cruzar las fronteras. Eso explicaría la aventura de los seis huckleberrys en su balsa de juguete.
Los seis niños se encuentran ahora en el centro de menores de Nuestra Señora del Cobre, en Algeciras, donde serán tutelados por la Junta de Andalucía hasta que sean adultos. Desde 2003, no se ha realizado ninguna repatriación en Andalucía. La foto fija de la inmigración infantil a 31 de julio de este año es de 873 niños no acompañados protegidos por la Junta en los centros de acogida de la comunidad autónoma.
Quedan fuera de esa foto los que entran con sus familias o los que mueren cruzando el Estrecho de Gibraltar. Pese a ello, el goteo de niños continúa. Pocas horas después de que los seis chicos ingresaran en El Cobre, de que su historia empezase a salir en los periódicos, otros tres chicos entraban en el mismo centro de El Cobre para ser atendidos por los servicios de protección. Acababan de llegar a España, pero ellos no eran una novedad.
Freno a las repatriaciones
La situación de los menores ha mejorado desde que varias ONG denunciaran las repatriaciones ilegales ordenadas desde las delegaciones de Gobierno de algunas comunidades autónomas con el acuerdo de los gobiernos regionales. En 2006 se expulsó a 111 chavales bajo la figura de la reagrupación familiar, una fórmula que permitía enviarlos de vuelta a Marruecos a sabiendas de que en muchos casos pertenecían a familias desestructuradas en situaciones de extrema pobreza. A partir de ese año, varias organizaciones humanitarias y algunos abogados empezaron a parar las repatriaciones en virtud de resoluciones judiciales que señalaban la falta de garantías en el proceso y primaban el derecho del niño antes que su condición de inmigrante.
Desde ese año, el número de expulsiones ha ido descendiendo en toda España gradualmente hasta una decena de expulsiones documentadas en 2008. Una sentencia del Constitucional de ese mismo año y contraria a la repatriación de un menor acabó teniendo consecuencias en el articulado de la nueva ley de extranjería. En el borrador de la nueva norma se establece que habrá que acreditar con un informe las circunstancias familiares del menor antes de iniciar un procedimiento de repatriación.
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