Los versos de un cóctel suicida
Libros de Sylvia Plath y Anne Sexton permiten reconstruir su trágica relación
"Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta". La que se tenía que curar era Anne Sexton, que en la Navidad de 1956 vio por televisión un programa sobre el soneto y pensó: "Podría hacer eso". Como recordaría al final de su vida, hasta los 28 años "tenía una especie de yo enterrado que desconocía si sabía hacer algo más que salsas y cambiar pañales. Era una víctima del sueño americano".
Para Sexton, nacida Anne Gray Harvey (1928-1974), aquel sueño era una pesadilla. Tercera hija de un viajante de lanas que la maltrataba, se retrató a sí misma como "la no deseada, el error / que Madre usó para evitar que Padre / se divorciara". Cansada de un marido que también le pegaba y madre de dos hijas a las que pegaba ella, Sexton, marcada por un trastorno bipolar, había intentado suicidarse meses antes de descubrir la poesía. Como parte del tratamiento, su psiquiatra la animó a escribir.
Compartieron taller literario y se suicidaron con once años de diferencia
Plath, cuya poesía completa se acaba de traducir, fue un símbolo feminista
Se publica en España el poemario que le valió a Sexton el premio Pulitzer
"Sylvia aprendió de Anne, que era más auténtica", dijo Robert Lowell
Tres años más tarde de su "segundo nacimiento", Anne Sexton se matriculó en un curso de escritura que impartía en Boston el poeta Robert Lowell, que le enseñó, decía, no "qué poner en un poema sino qué dejar fuera". Allí coincidió con una brillante joven de 27 años que estaba a punto de publicar su primer libro y que trabajaba como secretaria en el Hospital General de Massachusets. Se llamaba Sylvia Plath.
A Sexton le duró toda la vida la fascinación por Plath, con la que se iba beber martinis al Ritz después de las clases. Cuando ésta se suicidó en 1963, Sexton escribió uno de sus poemas más famosos, La muerte de Sylvia, incluido en el libro Vive o muere, premio Pulitzer en 1967 y recién publicado en España por la editorial Vitruvio con traducción de Julio Mas Alcaraz. El libro, el primero de Sexton que se traduce completo al castellano, coincide en las librerías con la Poesía completa de Sylvia Plath (1932-1963), publicado por Bartleby en traducción de Xoan Abeleira a partir de la edición canónica del poeta Ted Hughes. En un par de meses el volumen ha agotado la primera edición, de 2.000 ejemplares, algo extraordinario tratándose de un libro de poesía de 700 páginas, un género en el que las tiradas se mueven entre los 500 y los 1.000 ejemplares.
Marido de Plath y censor de su obra en los años que siguieron a su muerte con el pretexto de proteger a sus dos hijos, Hughes llevó durante décadas el sambenito de haber provocado el suicidio de su esposa al dejarla por otra mujer. Muerta a los 32 años, Sylvia Plath se convirtió, con sus descarnados Diarios (Alianza), la novela autobiográfica La campana de cristal (Edhasa) y poemarios como El coloso y Ariel en una referencia en la literatura del siglo XX. Su peripecia vital y su lucha por encontrar un espacio propio como mujer, la convirtió además en un símbolo para el feminismo.
Matizado por libros como Cartas de cumpleaños (Lumen), del propio Ted Hughes, o Wooroloo (Debolsillo), escrito por Frieda, la hija mayor de ambos, el mito Plath llegó al cine con la película Sylvia, de Christine Jeffs, que en 2003 convirtió a Gwyneth Paltrow en la escritora y a Daniel Craig en su marido.
Fascinada por Sylvia Plath, Anne Sexton llegó a decirle a su médico: "Esa muerte era mía". Alcohólica, depresiva y embarcada en una montaña rusa de hospitales y amantes, ella misma terminaría quitándose la vida en 1974. Para entonces había revolucionado la poesía estadounidense con su tratamiento descarnado de cosas tan aparentemente poco líricas como la menstruación, el adulterio, el incesto o la masturbación.
Según Robert Lowell, maestro del confesionalismo, "Anne era más auténtica pero sabía menos. Sylvia aprendió de Anne". Para Viorica Patea, autora de Entre el mito y la realidad. Aproximación a la obra poética de Sylvia Plath (Universidad de Salamanca), "Sexton ansiaba el éxito, sobre todo el de Plath. Era muy teatrera. Anunciaba sus intentos de suicidio por telegrama. A Plath no le impresionó".
Para Patea, además, "la obra de Sexton es una biografía novelada, o poetizada. La de Plath, no. Si se leen sus poemas sin saber nada de su vida, se ve que han asimilado toda una tradición y que en ellos la muerte es un paso para la regeneración de un yo oprimido".
"Sylvia y yo hablábamos muchas veces y extensamente de nuestros intentos de suicidio, entrando en los detalles, con profundidad", escribió Sexton en una de sus cartas. ¿Es posible desligar la obra de un poeta de su biografía? Para muchos, ésta la reduce a una mera anécdota, por trágica que sea. Para José Luis Gallero, autor de una imprescindible Antología de poetas suicidas (Árdora) en la que Plath y Sexton comparten páginas con Mayakovski, Paul Celan y Cesare Pavese, es justo lo contrario: "Una muerte así aviva el deseo de saber los motivos que llevan a algunos poetas al abismo desde una obra de alto voltaje. Es una prueba de sinceridad". La propia Anne Sexton, con todo, avisó alguna vez sobre la literalidad de sus poemas: "Un escritor es alguien que con unos muebles hace un árbol. Todos los poetas mienten". Sólo algunos se matan.
Fragmento inicial de La muerte de Sylvia, de Anne Sexton. Traducción de Julio Mas Alcaraz
A Sylvia Plath
"Oh Sylvia, Sylvia, / con una caja muerta de cucharas y piedras, / con dos hijos, dos estrellas fugaces / errantes en el pequeño cuarto de juegos / con tu boca en la sábana, / en la viga del techo, en la necia oración, / ... / ¡Ladrona! / ¿Cómo te arrastraste dentro, / bajaste arrastrándote sola / al interior de la muerte que yo deseé tanto y durante tanto tiempo, / la muerte que las dos dijimos que estaba superada / la que llevábamos en nuestros pechos flacos, / de la que hablábamos tanto cada vez / que nos metíamos tres martinis de más en Boston, / la muerte que hablaba de psicoanálisis y remedios, / la muerte que hablaba como novias conspiradoras, / la muerte por la que bebíamos, / ¿las razones y luego el acto tranquilo? (...)"
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