El triunfo de las 'fans' en Málaga
Mario Casas, Amaia Salamanca y la gente de la tele arrasan en un festival en el que las adolescentes provocan miedo
Es el reino de las chonis, el triunfo de los alaridos, de los histerismos. La ciudad está tomada por ellas y el cine español ondea la bandera blanca de la derrota: ellas mandan y los actores de la tele triunfan. El pasado fin de semana fue de locura, centenares de chonis (inconfundibles: raya de ojos, móviles superguays, gafas fashionde sol, aire a la Juani, capacidad increíble para gritar) convirtieron Málaga en su imperio y arrasaron allá por donde quisieron.
Su culmen fue el estreno de Fuga de cerebros, comedia mamporrera y de brocha gorda donde compartían pantalla Amaia Salamanca (Sin tetas no hay paraíso) y Mario Casas (SMS, y ahora el sustituto de Hugo Silva en Los hombres de Paco). La televisión lanza a sus mitos a la gran pantalla y ellas, sus fans, se lo agradecen: Mentiras y gordas supera ya los cuatro millones de recaudación gracias a este público. Ellas han logrado que ningún actor se atreva a pisar la calle, asediado como está el hotel AC Málaga Palacio por las hordas. Guardaespaldas como armarios roperos golpeados por adolescentes hiperhormonadas, una alfombra roja que grita a ritmo de orgasmo colectivo. Hace dos años Hugo Silva -era la época de su protagonismo en Los hombres de Paco- soportó la oleada, el año pasado le tocó a Miguel Ángel Silvestre -"El Duque" triunfaba en Sin tetas no hay paraíso- y este año ha sido la edición de Mario Casas.
En 2008 Silvestre sufrió la rotura de tres camisetas y vio cómo echaban abajo el cierre metálico de un restaurante en el que cenaba. Las chonis no entienden ni de respeto ni de peligros: se tiran sobre coches en marcha, golpean sus ventanillas... Han decidido que nadie se interpone en su camino. La puerta del hotel está permanentemente tomada por unas 300 niñas (bastantes acompañadas por sus madres) y cada vez que sale o entra alguien se alcanza el paroxismo. Un cineasta español las llama las "gaviotas": "Estás en la habitación, allá arriba, y de repente oyes gritos agudos, como si fueran gaviotas peleando por comida. Y son ellas, que gritan porque llega o se va alguien". Parece como si en Málaga solo vivieran quinceañeras.
Este año Hugo Silva pidió más protección (a Silvestre le tuvieron que poner guardaespaldas personales), pero Mario Casas -el rey de 2009- ha decidido dejarse querer. En la alfombra roja, tanto el día de inauguración del certamen (viernes) como en el pase oficial de su filme (el sábado), Casas arrasó. Rodeado de casi 2.000 adolescentes al borde del histerismo colectivo, se dedicó a fotografiarse, a arrodillarse para agradecer el cariño de ellas. Y ellas se vuelcan con él, y odian a quienes las apartan de su ídolo. El primer día, la jefa de prensa que lo acompañaba a la gala en el coche oficial fue recibida al grito de "¡¡¡Zorra, zorra!!!" por bajar del mismo vehículo que Casas. En cambio, Santiago Carrillo, protagonista de un excelente documental, Último testigo: Carrillo, de Manuel Martín Cuenca, sobre su figura, firmó multitud de autógrafos: "Es que si está en la alfombra y lo fotografían, es que este señor mayor debe de ser famoso", confesaba Vanessa. Y con ella María, Carmen, Lucía, Sandra... Antonio Rubial, número dos de la agencia de actores Kuranda, la más grande y poderosa de España, asegura: "No hay un festival así. De verdad". Y sabe lo que dice, acostumbrado como está a recorrer todo el mundo al lado de Penélope Cruz. Casas lo disfruta: "Mira, es bueno para la película, ayudará a que sea un éxito y muestra el poder de la tele. Es acojonante, ¿verdad?". El estreno este viernes de Fuga de cerebros puede convertir a Casas en el actor español más taquillero este año, porque también es uno de los miembros del reparto de Mentiras y gordas. Su compañera Amaia Salamanca, que debuta en la gran pantalla, comenta: "Que la tele introduzca tu imagen en las casas hace que te sientan suya, de la familia. También es cierto que en el sur se lo toman más a pecho. Aunque aquí y ahora todo es un poco desmesurado. Yo les agradezco el cariño". Mientras, en la puerta, dos chicas paran a Lorena Muñoz, directora argentina de documentales, jurado de la sección de ese género. Una le pregunta: "¿Eres famosa?". "No". Y la otra le tiende la libreta y le dice: "Firma. Ahora sí". Incluso dentro del hotel no se pasea tranquilo. Media docena de chicas va de un lado al otro del vestíbulo, interrumpiendo charlas y entrevistas. "Es que convencimos a nuestros padres para que nos pagaran unas habitaciones en cuanto supimos que venía Mario Casas".
Ellas mandan... excepto para Hugo Silva, que probablemente esté harto. Presente en Málaga con el thriller Agallas, al ser preguntado ayer por este fenómeno, dice: "No tiene nada que ver conmigo ni con mi trabajo. Es una cuestión mediática, una energía que se retroalimenta. No estoy de acuerdo con eso de que solo ocurre aquí. Yo lo he sufrido también en San Sebastián". Y finaliza muy serio: "Yo lo veo con mucha ironía".
Una vuelta en coche confirma todas las impresiones. Este periodista pasó un día con la troupe de Fugas de cerebros -alguno concedió más de 30 entrevistas- y asistió con ellos al estreno. Al salir del hotel, las chicas gritan desaforadas mientras un miembro de la seguridad empuja al coche en el que el redactor comparte asiento trasero con dos de los actores secundarios, ambos además malagueños: Alberto Amarilla (El camino de los ingleses) y Canco Rodríguez (Aída). El vehículo avanza camino del teatro Cervantes. Las chonis, apostadas por todo el trayecto, se tiran sobre el coche en marcha y golpean con el puño cerrado las ventanillas. El periodista recibe decenas de miradas de desprecio, no por compartir el coche con ellos, sino porque molesta la visión de las fans, que al escoger este lado del vehículo han perdido la oportunidad de fotografiar a uno de los actores. Hay miedo tanto por el cristal como por que una de las chicas se resbale y acabe bajo las ruedas de cualquier coche. Desde los vehículos de al lado salen móviles que retratan a los pasajeros. Amarilla está contento por haber rodado esta comedia: "Este público no va a habitualmente a ver cine español y Fuga de cerebros puede fidelizarlo para nuestra industria. Así tendremos dinero para rodar más cine de autor, como La soledad. Pero esta locura solo se da aquí y ahora. A mí el resto del año me dejan en paz". A la llegada a la alfombra roja, Canco, que disfruta su fama con los ojos bien abiertos, es recibido al grito de "¡¡¡Barajas!!!", el nombre de su personaje, el amigo yonqui de Luisma, en Aída. Al periodista le berrean que se agache, que no moleste, que se diluya, lo que hace acongojado. Detrás llega Mario Casas y la plaza del teatro Cervantes estalla en un extraño, brutal y desaforado grito agudo que duele en las cabezas de cualquier ser vivo. Es el paroxismo.
A los veteranos, el asunto también los anodada. Juan Diego, que recibió la madrugada del domingo el premio Málaga, confesó: "Es imposible resistirse. Me da ternura. Yo solo pedí una vez un autógrafo y fue al maestro Dicenta. Y más frívolo que yo no hay nadie", remató entre risas. Otros jóvenes llevan su carrera de otra forma. Aída Folch presentó en Málaga un estupendo thriller, 25 kilates, en la sección Zonacine. Ella rechazó rodar Mentiras y gordas. La gente le deja más tranquila.
No hay un momento de relajo: restaurantes asaltados, niñas llorando... Domingo, 18.30 horas. Desde el vestíbulo del hotel, Casas, maleta en ristre, provoca los aullidos con risas y gestos de "más, más". Llega su coche y se monta a la carrera, rodeado de centenares de personas. En un lateral, 20 de las quinceañeras ven la maleta. "Mira, se va a casa. Vive en Madrid, así que cogerá el AVE. ¡¡¡Corred!!!". Y se dividen en cinco cuartetos que se suben a sendos taxis al momento como si fuesen avezados paparazzi. De la estación de tren no llegaron noticias de disturbios.
Babelia
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