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Reportaje:

El tesoro estaba en el despacho

'San Jerónimo leyendo una carta', de Georges de la Tour, ha permanecido durante años sin ser reconocido en el palacio de la Trinidad

Elsa Fernández-Santos

Hijo de un panadero, no se conocen datos seguros sobre la formación artística de Georges de la Tour (Vie-sur-la-Seille, 1593- Lunéville, Lorena, Francia, 1652). Hoy, sus lienzos son rarezas inencontrables. El Prado sólo posee una de sus obras, Ciego tocando la zanfonía, adquirida en 1991. Ayer, un segundo de la tour fue presentado en las dependencias de la pinacoteca. Se trata de una figura de San Jerónimo, de medio cuerpo, visto en posición central, leyendo una carta con unos anteojos en la mano. El reverso del lienzo lleva inscrito en grandes letras "Duquesa de Uceda", y en el bastidor el nombre "Zurbarán".

Poco más se sabe, de momento, de la procedencia del cuadro, llamado San Jerónimo leyendo una carta. Llevaba "años y años" en el Palacio de Trinidad, hoy sede del Instituto Cervantes, y estaba colgado en el despacho del administrador del centro.

José Milicua, catedrático y patrono del Prado, se ha encargado de la atribución del lienzo

El catedrático y patrono del Prado José Milicua ha sido el encargado de la atribución del cuadro. Una atribución a la que también ha contribuido el máximo especialista en De la Tour, el ex director del Louvre Pierre Rosemberg. "Estimamos que este San Jerónimo es un Georges de la Tour fuera de duda razonable", dijo ayer Milicua. Miguel Zugaza, director del Prado, afirmó que la obra se encuentra en buen estado. "El cuadro está con nosotros desde el mes de marzo, aunque Milicua lleva trabajando con él desde antes".

César Antonio Molina, director del Instituto Cervantes, dijo que el cuadro se encontraba en el despacho del administrador del centro, desmintió que fuera descubierto durante la dirección de Jon Juaristi y (documento en mano) leyó la fecha de salida del lienzo de la institución: "En mi propio coche". Molina insistió repetidas veces en que se trataba de su "descubrimiento", y añadió: "Nadie hasta el día de hoy había reparado en el cuadro. Pero se sabrá quién levantó la liebre".

Molina explicó que decidió hacer un inventario de las obras que había en la sede del Cervantes y que así reparó en el cuadro. "Tengo suficiente ojo para saber lo que veo", añadió el director del Cervantes, quien aseguró que el futuro del cuadro está por determinar y que será una decisión tomada entre los dos ministerios implicados, el de Cultura y el de Exteriores. "El Instituto Cervantes no regala nada a nadie. Los respectivos ministerios tomarán una decisión. Si hay una cesión lo daremos a conocer en un nuevo acto público".

"Ya se verá adónde va", apuntó Zugaza, quien añadió: "Hoy celebramos un enriquecimiento patrimonial del Estado".

Después de los detalles burocráticos, el especialista José Milicua habló del cuadro, y explicó las tripas de la atribución de San Jerónimo leyendo una carta a Georges de la Tour. Se basa, según su informe, en la calidad, que acreditan otros originales del maestro. Milicua, con la ayuda de diapositivas y de otras obras del francés, se detiene en los detalles del cuadro: la pincelada de la cabellera, la luz en las cejas y pestañas, así como la comparación con sus composiciones de similares características han sido claves para la identificación. El reducido catálogo de obras autógrafas de De la Tour, dice el experto, aumenta el valor del hallazgo, del que ya han sido informados los especialistas franceses de la época del artista.

No existe documento alguno que registre el San Jerónimo leyendo una carta encontrado en el Instituto Cervantes. Que llevara en el bastidor el nombre de Zurbarán no es extraño ya que varios cuadros de De la Tour, antes de ser reconocidos, habían sido asignados sin rigor a pintores españoles del seiscientos, como Ribera o Velázquez.

"La mirada entrenada", cuenta Milicua, "distinguirá aquí la calidad de factura que acreditan los originales del maestro. Esa escritura libre de la cabellera, animada por rasgueos caligráficos de superficie a punta de pincel, inconfundiblemente suyos, lo mismo que esos toques mínimos que hacen brillar al choque con la luz pelillos de párpados y cejas". Milicua se detiene en los detalles de la carta que lleva el santo en la mano. Sus matices, explica, son de altísima calidad: "El papel desplegado de la carta enseña a la vez una escritura exterior. Ésta, doblemente, por tenue transparencia y por visión directa de las dos líneas incompletas del comienzo de la carta que el papel deja asomar al vencerse hacia delante".

Algunos autores han hablado de De la Tour como una especie de "precubista", sobre todo al analizar sus pinturas nocturnas. "Pero también en nuestro soleado San Jerónimo", finaliza Milicua, se manifiesta una latencia geométrica arcaizante, conviviendo con ese gusto por el detalle sutil. La mancha color rojo De la Tour".

<i>San Jerónimo leyendo una carta, </i><b>.</b>
San Jerónimo leyendo una carta, .EFE

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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