El tesoro (desprotegido) del Apóstol
La Brigada de Patrimonio Histórico investiga la desaparición del 'Códice Calixtino' de la catedral de Santiago - El libro, una joya del siglo XII, no estaba asegurado
"No" era la respuesta más habitual para cada organizador de exposición que quisiese disponer del Códice Calixtino de los archivos de la catedral de Santiago, un volumen del siglo XII, de valor incalculable, conocida como la primera guía del Camino de Santiago. Algunos visitantes lo podían ver solo "desde la puerta" y cada vez que algún investigador o experto accedían a los 225 pergaminos que componen el volumen, la vigilancia era estricta. El códice, cuya desaparición de la catedral ha provocado una alerta europea, solo abandonó la cámara de seguridad donde se guardan todos los volúmenes valiosos del archivo un par de veces, con ocasión de dos exposiciones, la última en 1993. E incluso en esos momentos, volvía rápidamente al archivo catedralicio. Para la última muestra, el códice estuvo fuera dos días, el tiempo justo para la inauguración, y después fue sustituido por una edición facsímil. Los propios investigadores del archivo no podían sacarlo a la sala de investigación.
El acceso al volumen estaba restringido, pero el control de las llaves era "laxo"
Solo tres personas pueden entrar a la cámara de seguridad
Los cuidados cuando la pieza salía de la catedral se completaban con un seguro ad hoc, pero cuando estaba dentro del edificio, su valor no estaba cubierto por ninguna aseguradora. El precio de los pergaminos, incalculable, fue tasado en 1990 en 1.000 millones de pesetas cuando la organización de la exposición de arte religioso de Las Edades del Hombre quiso contar con el códice para la muestra. El coste, relató ayer el deán, les hizo desistir. La catedral sí cuenta con un seguro general, aunque el cabildo no supo aclarar si cubre el volumen. "Como norma [el códice] no sale de la catedral. Si en algún caso el cabildo determinase cederlo por excepción a algún sitio, entonces fijaríamos un seguro ad hoc", puntualizó Díaz.
Estos cuidados, sin embargo, contrastan con la limpieza de la desaparición del Códice Calixtino. El propio deán de la catedral y responsable de su archivo, José María Díaz, confirmó ayer lo que apuntaban fuentes policiales: la cerradura de la estancia de seguridad no estaba forzada. Fuentes de la investigación añaden que las llaves estaban en la cerradura cuando se percataron del robo. Díaz no quiso comentar ninguno de los aspectos que trascendieron sobre las medidas de seguridad del archivo "por recomendación" de la propia policía. Solo especificó que hay "controles en todos los ángulos del claustro, de forma que queda fotografiada cualquier persona" que entre en el archivo.
La última persona que vio el volumen es uno de los dos investigadores del archivo que tienen -además del deán- acceso a la estancia de seguridad. Lo echó en falta a última hora del martes, pero asegura que el jueves o el viernes estaba en su sitio, sobre un cojín, cubierto con un tapete. En seguida avisó al deán, según el relato del propio Díaz, que, junto a otros dos trabajadores del archivo rebuscaron en la cámara y en los cuartos contiguos. No apareció, y llamaron a la policía, que se personó en la catedral y comenzó la investigación. El cabildo interpuso el miércoles la denuncia de desaparición del códice. La policía no sospecha por el momento de ninguna de las personas que podían acceder a la sala con libertad, que ya han sido interrogadas. Fuentes de la investigación confirman que, aunque el acceso a la cámara de seguridad era bastante restringido, el control sobre las llaves era "bastante laxo". La Brigada de Patrimonio Histórico se encarga de la investigación y se han activado los protocolos europeos para controlar los canales de venta de obras de este valor. Las sospechas apuntan a un robo por encargo.
Entre las últimas personas que visitaron la estancia se encuentra el expresidente de la Real Academia Galega, Xosé Ramón Barreiro, que compara la pérdida con "el derrumbamiento del pórtico da Gloria". "Me lo enseñó el archivero a distancia, desde la puerta", recuerda, "y no nos lo dejaron para la exposición que abrió la Cidade da Cultura. Según ellos, por razones de seguridad". Que la vigilancia en torno al códice era estricta también lo afirma José Manuel Díaz de Bustamante, catedrático de Filología Latina en Santiago y uno de los mayores expertos en la obra. "Por gentileza del cabildo, yo he dado clases con mis alumnos de latín medieval junto al códice", recuerda, "pero en medio de las medidas de seguridad más histéricas que se puedan imaginar". Al latinista le parece "no extraño, sino sorprendente" el robo. "Si usted supiese cómo estaba de custodiado...", apunta. Carlos Villanueva, catedrático de historia de la música en la Universidad de Santiago, registró la polifonía del códice en disco con diferentes grupos. La primera vez que accedió al Códice Calixtino fue en los años setenta y asegura que él siempre trabajó en la catedral en el "ámbito restringido del archivo y limitado a investigadores". No es exactamente ese el recuerdo de un fotógrafo profesional que prefiere el anonimato y que en 2002 realizó la reproducción facsímil del volumen. Ni el archivero ni nadie del cabildo, afirma, vigilaron su labor y, al finalizar, tuvo que buscar a los responsables por diferentes dependencias.
Hace un mes, el deán mostró por última vez el códice, probablemente a un catedrático, y esa fue la última vez también que lo vio. Aunque el archivero no acusó a nadie de la desaparición en voz alta, sí dejó entrever que tiene su propia idea: "Si sospecho de alguien no lo digo. Primero porque es pecado hacer juicios temerarios y en este caso y si es un juicio temerario interior para este fin puedo formularlo pero nunca manifestarlo. El que se lo llevó, sabía de qué se trataba, de su incalculable valor y cómo llegar a él".
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