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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De ratones y hombres

El corredor de la muerte (Killer)

Dirección y guión: Tim Metcalfe.

Fotografía: Ken KeIscli. Producción: Oliver Stone y Melinda Jason,

EE UU, 1996. Intérpretes: James Woods, Robert Sean Leonard, Elen Greene,

Cara Buono, Robert John Burke, Steve Forrest, Lili Taylor. Estreno en

Madrid: cines Liceo, Palacio de la Prensa, Roxy A, Vergara, Real Cinema.

En 1930, el mismo año en que Carl Panzram, el protagonista de El corredor de la muerte, un asesino confeso de 21 personas, fue ejecutado en la cárcel de Leavenworth, EE UU, vivía sacudido por un gran debate nacional sobre la reforma de las prisiones emprendida poco antes. El hacinamiento, ampliado por la lucha contra el crimen organizado nacido de la ley seca y por las ya alarmantes consecuencias de la crisis de 1929, había propiciado algunos motines célebres con profusión de muertos, como los de Dannemora y Auburn (1929), que Hollywood -la Warner, a decir verdad: siempre fueron punteros en este terreno- supo mostrar con prontitud envidiable. El gran tema era entonces el de la responsabilidad social en la formación del delincuente: en suma, si éste nace o lo hace criminal una situación social y afectivamente adversa.Basada en un relato autobiográfico escrito en realidad no por el preso, sino por el celador del penal que trataba más directamente con él, y que llegó a ser algo muy parecido a su amigo, El corredor se sitúa en medio de ese debate, como si en EE UU no se hubiese zanjado aún el tema de las responsabilidades sociales relacionadas con la delincuencia. El punto de vista progresista lo mantiene justamente el celador, un judío intelectual e izquierdista que se hace funcionario justamente por la falta de trabajo, contrario al rigor carcelario y a la descalificación del delincuente como monstruo. El del sistema, obviamente, las autoridades del penal, que, no obstante, no aparecen revestidas con los habituales estigmas del malo del género, despiadado, brutal y despótico. Y la víctima, con mucho el personaje mejor definido del filme, lo encarna justamente el potencial ajusticiado, con quien James Woods, como siempre competente, se luce a modo.

Imprecisión

Algo hay en el filme, no, obstante, que le impide ser una obra redonda. Y ese algo es no sólo un aire de déjà vu que casi siempre tienen los filmes que abordan el universo carcelario, sino también una imprecisa dosis de tensión. 0 dicho de otra forma, que Metcalfe, guionista de algún crédito no desdeñable, aunque ciertamente no ilustre -Kalifornia, por ejemplo-, y aquí director debutante, no acierta del todo a dar solidez dramática a lo que sí está escrito por el guión, pero virtualmente ausente del filme.

Por ejemplo, la explosiva situación del encierro de guardián y asesino en una misma celda, con el liberal funcionario desprovisto de armas y a merced del preso, está claramente escrita para que resulte impactante; pero su plasmación en la pantalla resulta casi adusta, indudablemente un fallo de puesta en escena en un director que, cabe recordarlo, hace aquí sus primeras armas.

Filme hecho con indudable coraje, beneficiario directo del prestigio de progre profesional de su productor, Oliver Stone, El corredor contiene, a pesar de sus debilidades, apuntes ciertamente interesantes sobre los años veinte y treinta y el mundo del delito, sobre todo porque su visión del problema carcelario es cualquier cosa menos maniquea. Le sobra ingenuidad, pero indudablemente resulta valioso; y, en todo caso, abre un esperanzado interrogante sobre la carrera futura de Metcalfe, un hombre que parece saber elegir sus temas y que, con más horas de rodaje a sus espaldas, seguramente se podrá convertir en un cineasta no ya apreciable, sino incluso solvente e interesante.

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