El principio del placer y René Magritte
Una gran exposición en el museo Albertina de Viena se sumerge en la obra del pintor surrealista
El principio del placer en la obra del artista René Magritte, uno de los más valorados del siglo XX y el de más éxito de los surrealistas belgas, es el eje sobre el que se exhiben más de 200 pinturas y obras en papel, completados con documentos, carteles, fotografías y videos, traídos de toda Europa, EE UU y Japón, algunos de ellos, raramente mostrados. La exposición, que abarca todas sus épocas creativas y sus piezas maestras en el museo vienés Albertina desde hoy y hasta el próximo 22 de febrero, lleva por título René Magritte (1898-1967). Sus obras, que en parte muestran el mundo del absurdo, cuelgan en museos de todo el planeta y son tan apreciadas que la pintura Las vacaciones de Hegel se subastó recientemente por 7,42 millones de euros.
"Creo que esta exposición lleva a Magritte a un nuevo nivel, a un nuevo significado y permite redescubrirlo", según el director del museo Tate Liverpool (Reino Unido), Christoph Grunenberg.
Para el director del Albertina, Klaus Albrecht Schroeder, afirma: "este un mundo que conocemos de nuestros sueño, pero que no muestra sueños, pese a emplear los mismos principios, entre otros, de cambio de proporciones, metamorfosis. Es un ataque a la realidad racional". El principio del placer, título tomado del "padre del psicoanálisis", el austriaco Sigmund Freud, es también el de una obra del artista que no se expone en esta ocasión, pero que está presente en numerosos óleos sobre lienzos, como Los amantes (1928), prestado por el museo MoMA de Nueva York, una pintura de una mujer y un hombre que se besan con sus cabezas totalmente tapadas por sendos paños blancos.
La representación (1937), prestada por la Scottish National Gallery of Modern Art de Edimburgo, presenta la parte de un cuerpo femenino desnudo que va desde el ombligo hasta el comienzo de los muslos. Otra obra en esta línea es La violación de 1934, de la Menil Collection de Houston (EEUU), que exhibe la cabeza y el cuello de una mujer con melena castaña y cuyo rostro esta formado por sus senos, su ombligo y su sexo, es decir, es la reducción de la mujer exclusivamente a sus órganos sexuales, un crítica implícita y clara de Magritte.
Los días gigantes (1928), de la Kunsthalle de Düsseldorf (Alemania), es una escena agresiva de violación en la que el artista enlaza la forma y el contenido para lograr una unidad convincente de una mujer desnuda, en situación angustiosa, quien se defiende con todas sus fuerzas de un hombre vestido. Juntos forman un solo cuerpo, en el que una parte de él es el costado derecho de ella. Una acción que aunque sucede en el interior de un espacio enmarcado, construido con las reglas de la perspectiva, se abre a otro indeterminado con lo que Magritte aumenta el ambiente amenazante mientras pone en entredicho el orden tradicional de una pintura.
Magritte reafirma en el Albertina que su potente arte ha logrado pasar a la historia y sigue atrayendo como un imán y hechizando al público, extremos que se deben, según expertos, a que contribuyó decisivamente a dar al surrealismo una concepción en la que juega con imágenes ambiguas y en las que pone en entredicho el vínculo entre el objeto representado y el real, cuestionando así si realmente podemos creer lo que vemos y si la percepción tiene algo que ver, y cuánto, con la comprensión de la realidad. El bombín, la manzana, las nubes en los cielos que pinta y las pipas para fumar son iconos universales de carácter ingenioso, erótico y humorístico, y por ello se pueden ver en algunas obras en Viena.
El orden cronológico incluye los conocidos juegos mentales de Magritte como la pintura Esto no es una pipa y es verdad, es la representación de una pipa. El filosofo Michel Foucault llegó a escribir un ensayo sobre ello. El óleo sobre lienzo de El reino de las luces (1950), prestado por el MoMA, con el característico cielo y sus no menos curiosas nubes de Magritte, es una de las obras de una serie con títulos similares y algunas pintadas en años diferentes que se exhiben y que muestra al autor y su producción en una enorme amplitud, la que le permiten las enormes y numerosas salas del Albertina. El reino de las luces ofrece una imagen enigmática dado que el cielo es el de un momento del día, mientras que el camino que se abre entre árboles es de noche y así Magritte juega con la luz y la oscuridad y la coexistencia permanente entre el día y la noche.
Puesta en escena
La puesta en escena de la exposición, que algunos analistas consideran excelente, consigue tensión dramática y lleva a recordar que Magritte era un artista que devoraba libros de suspense y era conocedor, por tanto, de cómo generar desasosiego en el observador, dosificando la información. En este sentido destaca dos piezas claves de la muestra, concebida con el Tate. El asesino amenazado (1927), de las favoritas del director del Albertina, y El dormido temerario (1928). Ambas son oleos sobre lienzos. La primera es un préstamo del MoMA y la segunda, del Tate.
La exposición se dedica a abordar aspectos de la vida del autor y su forma de comunicar artísticamente sus mensajes y la realidad circundante, aspectos que hasta ahora apenas se habían analizado. Para ello recurre a los mismos modelos y objetos, al erotismo y al encubrimiento-descubrimiento, a los puntos de rotura visuales y al erotismo. Sus tempranos trabajos publicitarios y en carteles, aspectos artísticos que nunca abandonó, y la inspiración que obtuvo de la cultura pop, son temas que se han abordado pocas veces en las exposiciones dedicadas a Magritte. Apoyan la exposición también cortos cinematográficos realizados de forma caprichosa, pinturas de familiares y amigos, con las que con frecuencia hizo collages, sin separarse de su típico elemento del absurdo.
El Albertina completa con este despliegue de Magritte la gran oferta cultural de calidad de este otoño en Viena con la exposición de Fernando Botero en el Kunstforum, de Gustav Klimt y Josef Hoffmann en el museo del palacio Belvedere, Egon Schiele y Hermann Nitsch en el Leopold y Los cuentos de invierno- que cuenta hasta con un boceto de Francisco de Goya- en el Kunsthistorisches Museum.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.