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El poeta que quería ser poema

"Muy pobre hombre ha de ser uno si no deja en su obra -casi sin darse cuenta- algo de la unidad e interior necesidad de su propio vivir. Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia de un hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres o, por lo menos -atendidas ya las inevitables limitaciones de cada experiencia individual-, de unos cuantos entre ellos", señaló el poeta Jaime Gil de Biedma (1929-1990). Bajo esa premisa, el escritor, uno de los autores más importantes de la Generación del 50, sería tremendamente rico, ya que su obra está cargada de su persona. En su primera poesía está el compromiso social, su denuncia de una España pobre y miserable reprimida por el régimen franquista y un grito contra la hipocresía de la burguesía a la que él pertenecía. Ése es el mundo que refleja el escritor en Compañeros de viaje (1959) y Moralidades (1966). Pero también Gil de Biedma está muy presente en Poemas póstumos (1968), donde de una forma mucho más intimista deja la crítica sobre la sociedad para centrarse en su vida cuestionándose hasta su existencia.

El escritor, constantemente derrotado, gay, noctámbulo y noctívago, concibe la poesía de una forma absolutamente experimental, lejana y distante de cualquier surrealismo. Es un autor que, como diría su amigo Gabriel Ferrater, lucha por conseguir que sus textos tengan el mismo sentido que una carta comercial.

Pero más allá de esas experiencias que acercan al poeta a una gran mayoría que se identifica con sus noches y su vida reflejadas en unos poemas llenos de bares, borrachos, chulos y desamores, su obra "sale de su cascarón por medio del coloquialismo y la narratividad (prosa que en generaciones anteriores cultivaron el verso con parecido acierto Luis Rosales o el último José Hierro, cada uno con su personalidad bien diferenciada) y sin renunciar a su esencia se hace más de todos. Y es curioso ver de qué manera consigue esa comunión porque la llaneza con la que el poeta se hace confidente del lector procede de una inteligente asunción de su paso por los clásicos y sus recursos métricos o de la frecuentación de otras poéticas, como la francesa (Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé) o la anglosajona (Yeats, Eliot, Browning, Auden)", señala el periodista y escritor Fernando Delgado en el prólogo de la antología que mañana se podrá conseguir junto con EL PAÍS por 8,95 euros.

En sus últimos años, el poeta que presumía de escribir lento publicó sus memorias de 1956 bajo el título Diario de un artista seriamente enfermo (1974) y Las personas del verbo (1982), la edición definitiva de su obra poética. Corresponden a una etapa en la que, alejado del mundo, se preguntaba por qué había escrito y anhelaba haber sido poema.

El poeta Jaime Gil de Biedma.
El poeta Jaime Gil de Biedma.JOAN SÁNCHEZ

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