"Al pasado solo se viaja como turista"
En algún momento de su último libro, Marcos Ordóñez le pide a los lectores que cierren los ojos, una petición que no resulta tan extraña en un libro para el que la realidad solo es un lugar de paso a otras realidades menos evidentes y en el que en la primera página, por si a alguien le cabía alguna duda, echa mano de una cita de Lewis Carroll: "Si te lo digo tres veces será verdad".
Ordóñez (Barcelona, 1957) habla de la ironía en el título de Turismo interior ("Viaje interior no sería lo mismo, al pasado solo podemos viajar como turistas") y de su ritmo ("nada tiene que ver con la improvisación, yo creo firmemente en la estructura y en escribir y reescribir una y otra vez"). Al hablar de la forma, añade: "Escribimos tocando de oído. Y lo hacemos -o al menos lo hago yo- porque no sabemos cantar o hacer música". Los tres relatos que componen su novela se mueven entre el diálogo veloz, el fraseo corto y una intensidad misteriosa. Los tres charlatanes drogados de Esto no está pasando, primera parada a toda velocidad del volumen; la búsqueda de la hermana de un escritor desaparecido rastreando la pista de un fantasma en Como un policía en un país extranjero y Gaseosa en la cabeza, que cierra el libro con el propio autor como protagonista y el miedo y sus formas como centro de la historia.
Su nuevo libro son tres novelas en una y la última es autobiográfica
Turismo interior se escapa de las categorías ("porque no es una novela, ni tres novelas cortas, porque dos son ficción y el tercero, no") y por eso su autor recurre al argentino Ricardo Pigia para adueñarse de un término que quizá lo explique bien: "Literatura mutante, que es la que me gusta como lector". Sin embargo, existe un punto común en los tres cuerpos de su libro: "Una forma narrativa que aplico igual a una crítica de teatro que a una novela, es decir, contar una historia. Siempre se trata de contar una historia". Ordóñez es crítico teatral de EL PAÍS, profesor de guión y escritor de novelas como Detrás de hielo o Trazan en Acapulco o libros-reportaje como Beberse la vida o Ronda del Gijón.
Es el tercer relato el que, según su autor, da un sentido final a los dos primeros, pese a que lo escribió primero y pese a que es el más pegado a su yo. "El texto nació de una ponencia para un congreso de psicoanalistas sobre los miedos del hombre contemporáneo. Yo mismo me tomé como sujeto de análisis. Finalmente el tema no se quedó en los ataques de pánico, sino en el miedo a perder y a perderse, el miedo a la pérdida, el peor de todos nuestros miedos".
"¿Dónde está la autobiografía de un escritor? ¿Está en lo que se postula como autobiografía o en sus ficciones? ¿Y dónde está la verdad? ¿En lo que escribe, en lo que vive o en el hueco que queda entre ambos?", se pregunta Ordóñez, para quien escribir está lleno de "sorpresas" como la que le brindó un amigo cuando le dijo que su libro, y concretamente su segunda parte, era como una película de David Lynch vista a través de una botella de Anís del Mono. "¡Me encantó!".
Babelia
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