"En la ópera puede ser bueno pensar cómo se canta un bolero"
Juan Diego Flórez (Lima, 1973) tiene un amigo filósofo que se ha arreglado la vida para trabajar sólo por las mañanas y dedicar las tardes a la lectura. "La verdad es que envidio a esa gente", comenta el que ostenta el título oficioso del mejor tenor belcantista de la actualidad. Cuando se repara en esta condición, parece incomodarse un tanto y matiza sus palabras: "Es una carrera de grandes sacrificios, pero también es un gran privilegio, porque haces lo que más te gusta, cantar".
"Nunca se acaba de dominar el estilo. Estás desnudo. Tú y tu voz. No hay orquestación que te vista"
"La expresión lo es todo. Sería muy aburrido si todo fueran fuegos de artificio, virtuosismo, sin expresión"
Tan bien canta este tenor peruano de 34 años que rompió la prohibición antidivos impuesta por el mítico Toscanini en 1933. Ofreció en febrero un bis en la Scala de Milán mientras representaba La fille du régiment, de Donizetti, ante los emocionados aplausos del público. Ayer, con su hablar pausado, quitó importancia al suceso en el Palau de les Arts de Valencia, donde ofrecerá un recital lírico mañana. Cosas de la prensa. "No creo que fuera un hito", dice. Recuerda otras veces, otros bises en Viena, Londres, Bolonia, Japón...
Él nació en el seno de una familia de tradición musical, pero ajena a la ópera. Su padre cantaba y tocaba la guitarra acompañando a la célebre cantante criolla Chabuca Granda. El propio Flórez empezó entonando rancheras, baladas, temas de The Beatles, Led Zeppelin. Llegó a tener una banda de rock. "Crecer con toda esa música me ha ido enriqueciendo y todo sirve en la ópera. Me aficioné a la ópera ya en el conservatorio. A veces, en la ópera, aunque la técnica es fundamental, nos olvidamos de la expresión y para lograrla puede ser bueno pensar, por ejemplo, en cómo se canta un bolero".
Expresión es el término recurrente en el discurso del tenor. "Como me he especializado en el bel canto, he aprendido un poco cómo tengo que cantar y qué se necesita, aunque nunca se acaba de dominar el estilo. Estás desnudo. Tú y tu voz, porque no hay orquestación que te vista, que te ayude. Se nota todo. Si desafinas, si un agudo no es brillante... En el bel canto es muy importante la limpieza y tener mucha técnica, pero la expresión lo es todo. Sería muy aburrido si todo fueran fuegos de artificio, todo virtuosismo, sin expresión".
Flórez ha hecho del estilo promovido por su admirado Rossini, donde la orquestación es mero acompañante de la voz, su tarjeta de visita. Con el inquieto compositor italiano comparte también otra gran afición: la gastronomía. Además de un magnífico músico, el bon vivant de Rossini fue un excelente cocinero que ha pasado también a la posteridad por prestar su nombre a populares platos como el turnedó o los canelones Rossini. El tenor peruano no aspira a tanto, reconoce con media sonrisa. "Además, he dejado de cocinar. Ahora es mi mujer la que lo hace. Me gusta mucho, pero no tengo apenas tiempo", apostilla. Sí que encontraría un hueco en su muy apretada agenda para volver en cualquier momento al restaurante El Bulli, de su chef preferido, Ferran Adrià. "¡Ojalá!", exclama por encima del murmullo, con el habla como si se estuviese aclarando la voz continuamente.
El tenor ha decidido cantar en el futuro más obras de Mozart. "Será como un elixir para la voz, después de cantar vocalidades tan extremas", apunta. Su debut como profesional se produjo en el Festival Rossini de Pesaro en 1996. Fue la sensación del certamen. Aprovechó la indisposición del tenor Bruce Ford para mostrar su don natural tamizado por sus estudios en Filadelfia y California. Y muy pronto se abrió paso en los más prestigiosos escenarios del mundo hasta alcanzar el estrellato en la escena internacional del belcantismo. Su especialidad son Rossini, Bellini y Donizetti, los compositores que mejor se adaptan a su voz. En el Palau de les Arts, con Vicenzo Scala al piano, cantará obras de los tres, fragmentos de ópera de Mozart y de algunas zarzuelas, como Doña Francisquita, de Amadeo Vives. Ofrecerá "una primicia", un avance de su próximo disco, dedicado al tenor Giovanni Battista Rubini, All'udir del padre Afflitto, de Bianca e Fernando, de Donizetti.
Flórez está diversificando su repertorio. Cantará por primera vez Rigoletto, de Verdi. Será el abril del próximo año, en su ciudad natal, Lima, y después viajará con la ópera a Europa. También pretende investigar más en el repertorio belcantista con el ánimo de descubrir partituras ocultas y relanzar obras apenas conocidas. Además, quiere implicarse en proyectos sociales desde su condición de cantante. En junio, participará en Lima en un concierto cuya recaudación se destinará a los niños.
Uno de sus principales referentes es Alfredo Kraus. "Por su elegancia en el canto, por su filosofía, por ser consecuente con sus ideas y su repertorio, por su trabajo con la técnica, por su manera de sentir. Pude hablar con él por teléfono y supe por otros que me apreciaba como cantante, lo que satisface especialmente". También destaca el "fraseo, la sensibilidad", la forma de cantar "sensual, llena de sensualidad y de sentimiento" de Montserrat Caballé. Y cita también a Plácido Domingo, entre otros.
Con 34 años, tiene muchas cosas por delante, pero prefiere tomárselo con tranquilidad. Ahora, por fin, va a tener más vacaciones para hacer más cosas que cantar. Las planificó "hace tres o cuatro años", como el resto de sus actividades. Lleva un ritmo frenético. Le compensa, pero quiere frenar un poco. "Por ejemplo, nunca puedo estar en casa. Mi mujer me tiene que enviar por e-mail el piso que tenemos que elegir para nuestra casa que estamos montando en Pesaro", se lamenta. Aprovecha las horas muertas de los viajes en avión para leer. Ahora está inmerso en El pez en el agua, de su compatriota Mario Vargas Llosa, con el que tiene previsto un programa para Canal +, y acaba de leer Viaje al fin de la noche, de Céline.
Lleva 10 años de carrera y le quedan "muchas cosas que hacer", reitera el tenor peruano.
Babelia
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