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Entrevista:La nueva cara de dos estrellas literarias

Como dos niños con libro nuevo

Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte, que se estrenan como autores de literatura infantil, dialogan para EL PAÍS en torno a los retos del género

Javier Rodríguez Marcos

"Si existiera una máquina del tiempo para ir a las Termópilas, para ir a arponear ballenas o a defenderlas, para ir a China, ¿querrías usarla? Pues ahí la tienes. Esa máquina es el libro". Apenas ha terminado Arturo Pérez-Reverte de dar su receta para animar a los niños a leer cuando Mario Vargas Llosa le dice entre risas: "¡Eso lo traías preparado!"

Los dos escritores están en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para presentar su primera incursión en la literatura infantil. El novelista peruano se estrena con Fonchito y la luna, ilustrado por Marta Chicote , mientras que el español lo hace con El pequeño hoplita, ilustrado por Fernando Vicente. Con esos títulos arranca en la editorial Alfaguara una colección impulsada por el propio Pérez-Reverte a la que se irán sumando Javier Marías, Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza. Antes de la presentación, los dos autores conversaron para este diario delante de un café.

Vargas Llosa: "Son lectores puros. O los seduces o los aburres"
Vargas Llosa: "Toda la literatura del pasado es incorrecta políticamente"
Pérez-Reverte: "A los niños no los engañas. Si no les gusta, no les gusta"
Pérez-Reverte: "No hay que alejar al lector de la vida, que es una lucha"
Pérez-Reverte: "Una buena adaptación de un clásico te lleva al texto entero"
Vargas Llosa: "El cine no puede reemplazar el efecto de la lectura"

Mario Vargas Llosa. ¿Primero fue la idea de la colección y luego el Hoplita?

Arturo Pérez-Reverte. Estaba leyendo algo sobre la guerra del Peloponeso y me dije: los críos están perdiendo la memoria de las cosas. Antes leíamos la Biblia, la Ilíada... ahora no se lee nada de eso. Pensé en un niño en las Termópilas y escribí el cuento. En media hora. Y al momento pensé que estaría bien que autores que no son de literatura infantil escribieran para niños.

Pregunta. ¿Usted, señor Vargas Llosa, tenía ya escrito Fonchito y la luna?

M. V. LL. No, no. Además, es el primer cuento infantil que escribo. Una vez, hace años, lo intenté pero fracasé. Conocí en México a una chica que tenía una colección de literatura infantil y me lo propuso. Era de un entusiasmo tal que me comprometí a hacer el esfuerzo. Y no pude. Escribí, reescribí... Me di cuenta de que era dificilísimo. Es el género más difícil porque no es escribir para niños, es escribir como lo haría un niño. Hay que entrar dentro de esa visión no enteramente racional.

A. P.-R. Hay un tipo de literatura infantil que habla a los niños como si fueran torpes o bobos. Y los niños tienen una lucidez y una lógica que ya quisiéramos los mayores. La idea de la colección era hacer cuentos para niños con la visión del mundo de un novelista adulto.

P. En la primera línea de su cuento ya se anuncia que los personajes van a morir.

A. P.-R. Los dos son cuentos muy políticamente incorrectos. El de Mario es una historia en la que un niño quiere besar a una niña. ¡Por algo así en Estados Unidos lo meterían en la cárcel por acoso sexual! En el mío un niño habla de morir, de luchar, de guerra, de buenos y malos...

M. V. LL. De la libertad.

A. P-R. Son materias serias. No es el pirata garrapata y la gallina turulata sino cosas que pueden dar que pensar.

M. V. LL. ¿Hiciste la prueba de leer el texto a algún niño?

A. P.-R. La hizo Fernando Vicente, el ilustrador. Se lo leyó a sus dos hijos.

M. V. LL. Yo hice la prueba con una de mis nietas, Aitana, que tiene nueve años. Se lo leí muy despacio y le dije: "Ahora, por favor, cuéntamelo tú". Me lo contó con toda precisión, sin olvidar un solo detalle. No sabes qué alivio.

A. P.-R. Es que los niños son mucho más lúcidos que los adultos. Tú a un niño no te lo llevas al huerto con cualquier cosa. Son tan honrados que no lo puedes engañar. Si no les gusta, no les gusta y te dicen: "No te empeñes papá, no juego".

P. Y no saben si ustedes tienen mucho prestigio o poco.

A. P.-R. Eso es lo bonito.

M. V. LL. Son lectores puros. O los seduces o los aburres.

P. ¿Se debe renunciar al estilo cuando escribe para niños?

M. V. LL. No creo, tu estilo se adapta, se metamorfosea, pero eres tú mismo, ahí está tu manera de ser, tu sensibilidad.

A. P.-R. Yo reconozco a Mario en el texto de Fonchito perfectamente. Un cuento no es un compendio de literatura, pero sí una ventana a una parte del territorio de cada cual.

M. V. LL. Lo importante es que la literatura infantil ayude a salvar la lectura para que no desaparezca. Porque ésa es una posibilidad que no hay que descartar. Hay una lectura utilitaria, para formarse, que no va a desaparecer, pero a la literaria podría pasarle. Se trata de enganchar a las nuevas generaciones.

A. P.-R. Pero con temas graves, serios: el amor, la imposibilidad del amor, los sueños, la libertad, la lucha, la valentía, la lealtad. Son valores necesarios. Que no todo sea blandito: el globito de colores y el monstruito simpático. Lo importante es que la vida real se le acerque a los niños de una manera tamizada y calculada.

P. ¿Qué opinan de la revisión de los clásicos infantiles desde la óptica de la corrección política?

A. P.-R. ¿Estás al corriente de esa polémica, Mario?

M. V. LL. No

A. P.-R. En ciertos ministerios -vamos, en el de Igualdad- se ha dicho que cuentos como La cenicienta o Blancanieves son machistas y hay que apartarlos de los colegios.

M. V. LL. Vamos por mal camino, porque con ese criterio puedes eliminar la literatura universal entera. Si buscan un tipo de corrección política a la manera contemporánea, la literatura del pasado, toda, es incorrecta.

A. P.-R. Y la Historia. Bernal Díaz del Castillo... Imagínate, matando indios de esa manera.

P. Si los niños no pueden andar solos, adiós a Pinocho y a Caperucita ¿no?

A. P.-R. Así los estás apartado de la vida. Y la vida es lucha, soledad, fracaso, frustración, desigualdad. Es moverse por territorios hostiles.

M. V. LL. Y es violencia. La violencia es un ingrediente fundamental. Si eliminas eso entras en una irrealidad tal que la literatura va a perder todo interés para las nuevas generaciones. Es un criterio peligrosísimo.

P. ¿Hay que adaptar los clásicos a los niños o formar niños capaces de leer a los clásicos?

A. P.-R. Las dos cosas. Yo nací en el 51 y por entonces había una colección de historias juveniles con clásicos adaptados. Gracias a ellos muchos llegamos a los grandes autores. Una buena adaptación te lleva al clásico completo, pero tiene que ser una adaptación bien hecha y no marcada por lo políticamente correcto ni por los condicionamientos de moda.

M. V. LL. Un niño no tiene la formación suficiente para leer un clásico. Se aburre. La primera vez que intenté leer el Quijote, en el colegio, me aburrí espantosamente. No entendía las palabras, me extraviaba en aquellas frases tan largas. Las adaptaciones son una manera de ir preparando la sensibilidad. Además, no puedes leer un clásico con la misma mentalidad que se leyó en su tiempo. Hay otra sensibilidad, otra visión del mundo, otro conocimiento. Justamente los clásicos sobreviven a todos los cambios porque hay en ellos algo que tiene que ver con una experiencia fundamental de la condición humana.

P. ¿Cuál fue el libro que les hizo lectores?

A. P.-R. Los tres mosqueteros.

M. V. LL. Yo lo leí cuando tenía ya 13 años. Lo primero que leí eran cosas de aventuras: Ivanhore, Guillermo Tell... Más tarde, sí, Los tres mosqueteros.

A. P.-R. Hay libros que te formatean el disco duro para siempre. Dumas te llevaba a la historia, a las pasiones, a la amistad, había de todo. Sin excluir la traición, la deslealtad... Leí Los tres mosqueteros con siete años.

M. V. LL. Nunca he querido releerlo. Mi recuerdo es tan absolutamente extraordinario que me aterra la idea de que se vaya a desmoronar, que le vea las costuras.

P. ¿Esas lecturas les formaron también como escritores?

M. V. LL. Mi madre recordaba que yo le cambiaba el final a los libros o continuaba las historias.

A. P.-R. Mario nació escritor. Yo lo que quería era vivirlo. Por eso me hice reportero. Quería ser el personaje.

M. V. LL. Los niños no saben distinguir entre la literatura y la vida. Es lo más bonito de las lecturas infantiles.

P. ¿No ha suplantado ese papel el cine?

A. P-R. Hombre, sí, pero hay que asumir que el mundo es así. Ya no es la biblioteca la que marca a un niño.

M. V. LL. Ahora son las imágenes, pero es importante que la lectura no desaparezca, que la visión que llega con la lectura se mantenga viva. El cine, que me encanta, no reemplaza el efecto que tiene la lectura en la imaginación, la sensibilidad y la actitud frente a la realidad.

A. P.-R. El niño es el ser más imaginativo que existe, y el libro le permite proyectar la imaginación, interactuar con el texto. Una película, sin embargo, es un producto más acabado. Ves la imagen, ves al héroe. En el libro tienes que completar tú, tienes que hacer un esfuerzo complementario. La lectura imprime al niño lector un impulso creativo que no tiene el niño espectador.

Mario Vargas Llosa (izquierda) y Arturo Pérez-Reverte, durante la conversación.
Mario Vargas Llosa (izquierda) y Arturo Pérez-Reverte, durante la conversación.GORKA LEJARCEGI
Arriba, ilustración de Fernando Vicente para el libro de Pérez-Reverte.
Arriba, ilustración de Fernando Vicente para el libro de Pérez-Reverte.FERNANDO VICENTE

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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