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Reportaje:

Aquí, un gran cómico

'Cocorico', del 'clown' francés Patrice Thibaud, llega al Festival de Otoño

Marcos Ordóñez

Hubo una época en la que, pese a la negrura circundante, llegaban a nuestro país (vía cinematográfica o por la televisión fronteriza) los mejores cómicos franceses. Hablo de los lejanos años sesenta. Hablo del Jacques Tati de Mi tío y Playtime, del Funes de La gran juerga, del carablanca Pierre Étaix de El gran amor o Mientras haya salud, del pelirrojo y desgalichado Robert Dhery de La bella americana y Busquen al 202: brontosaurios de oro (o sea, brontosáureos), sepultados por el chapapote de la desmemoria, esa marea arrasadora que también cubre a los que emergieron una década después, desde Rufus, Caubère y Les Inconnus pasando, faltaría más, por el gran Jêrome Deschamps. A Patrice Thibaud, el último genio de esa hornada, le descubrí hará dos años cuando Deschamps presentó Les étourdis en el Festival Temporada Alta.

No es uno de tantos, es tantísimos que no puedes dejar de mirarle

Thibaud, un clown fuera de serie, con el ritmo de una dinamo, tiene padres conocidos: la vocecita desvalida de Bourvil, la gestualidad psicótica de Funes y la malignidad, tan cercana a W. C. Fields, de Fernand Raynaud. Ramón Fontserè, otra máquina transformista, podría ser su hermano catalán. En Les étourdis, Thibaud era un pájaro obsesivo, en permanente estado de histeria febril, que inventaba todos los sonidos, todos los objetos: aún me parto el pecho cada vez que recuerdo uno de sus grandes solos, transformando dos sillas plegables para mutar, delirante y megalómano, en el mismísimo Barón Rojo. Te cruzas por la calle con Thibaud y ni le ves: de hecho, cuando se presentó a una prueba de la compañía Deschamps, tras años de vagabundeo y desastre escolar, ni se fijaron en él. Calvo, tripón, desmañado, uno de tantos. Y era justo al revés: no es uno, es tantísimos que no puedes dejar de mirarle. Al asunto: que Thibaud viene al Festival de Otoño con su nuevo espectáculo, Cocorico, protagonizado, escrito y dirigido por él, mano a mano en escena con el actor y pianista Philippe Leygnac. Que no se lo pierdan, fundamentalmente, porque no se pilla a un cómico así todos los días. La función, del 18 al 20 de noviembre, en el teatro del Instituto Francés (y la noche siguiente en el Auditorio Lorca de San Fernando de Henares), es uno de los acontecimientos del certamen. Sin olvidar, por supuesto, el inminente y descomunal programa doble de Daniel Veronese (Hedda Gabler y Casa de muñecas, del 5 al 8, en Cuarta Pared) y el esperadísimo The blue dragon de Robert Lepage (20 a 23, Teatro de Madrid), su retorno, 20 años después, al universo de la Trilogía de los dragones.

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