'La fama es una bestia peligrosa, es mejor ser anónimo'
El turismo sexual y el escándalo de los laboratorios farmacéuticos que venden medicamentos caducados a países del Tercer Mundo son los dos principales argumentos de El peor remedio (Seix Barral), la octava novela del comisario veneciano Guido Brunetti, que Donna Leon (Nueva Jersey, Estados Unidos, 1942) publica en España. La escritora norteamericana afincada en Italia desde hace más de 20 años tiene cada vez más lectores en España y un importante club de admiradores que esperan con impaciencia cada nueva entrega de Brunetti. Ésta, desde luego, no les decepcionará.
Paola Brunetti, la mujer del comisario, harta del escándalo del turismo sexual, y ante el escepticismo de su esposo, decide actuar por su cuenta: rompe de una pedrada el escaparate de una agencia de viajes dedicada al negocio. Es detenida. Brunetti escamotea las pruebas. Bronca familiar. Otra pedrada y la luna recién puesta hecha añicos. Vuelve a ser detenida. Brunetti ya no puede esconderlo y su jefe, el burocráta Patta, lo suspende. Pero el propietario de la agencia es asesinado y Patta no tiene más remedio que llamar a su comisario para que le saque las castañas del fuego. Lo que encuentra es mucho más gordo: la venta ilegal de medicamentos caducados o la fabricación de placebos para exportar al Tercer Mundo, un negocio redondo.
'El 11 de septiembre no me interesa, y creo que Bin Laden no es un problema importante'
'Soy una fanática de la ecología, por eso sólo utilizo transporte público'
Pregunta. Todo eso ocurre en la realidad, ¿verdad?
Respuesta. Por supuesto. Un amigo farmacéutico me lo explicó. Las farmacias devuelven los medicamentos a los fabricantes y si éstos los destruyen pierden dinero, así que los mandan al Tercer Mundo y en lugar de perder ganan y, además, quedan como héroes de la beneficiencia. ¡Puaff!
P. Novela a novela crece la figura de la signorina Elettra, la secretaria del vicequestore Patta. A veces da la sensación de que es ella quien resuelve la mayoría de los casos.
R. Pues espérense a leer la décima novela de la serie. Elettra es como Despina, la criada de Così fan tutte, que se disfraza de médico, de notario...
P. En esta novela, como en las anteriores, vuelve usted a criticar la justicia italiana.
R. Para mí, la verdadera justicia es cuando Paola lanza la piedra. Las agencias de turismo sexual seguirán con su negocio hasta que pierdan dinero con ello. Paola es pasional, podría haber hecho un manifiesto, pero lo resuelve con una encantadora pedrada.
P. ¿Sigue sin querer publicar en Italia?
R. Nunca lo haré. Está en mi contrato con Diogenes . El otro día, estaba en un ponte esperando a una amiga y me reconocieron tres alemanes, uno detrás de otro. Así no se puede vivir. Cuando yo esté muerta que hagan lo que quieran. La fama es una bestia negra. Es mejor vivir anónimamente.
P. ¿No será también porque a los italianos no les gustaría lo que usted escribe sobre ellos?
R. A algunos sí y a otros no. Los italianos que las han leído en inglés, en francés o en alemán, opinan que es muy desconcertante que una no italiana les comprenda tan bien.
P. En abril publicó en Alemania y usted Willfol behaviour, sobre la memoria del fascismo.
R. Era un tema que tenía pendiente. Los italianos creen ahora que durante la II Guerra Mundial todos eran antifascistas. Es como en Estados Unidos con Vietnam. En los setenta la mayoría estaba a favor de la guerra, incluso se hablaba de lanzar una bomba atómica, en cambio ahora, todos dicen que se opusieron. Los italianos creen que en África los acogieron con los brazos abiertos. Y lo que es más, en las escuelas la Historia acaba con la I Guerra Mundial. Los de derechas quisieran dar su visión en los textos escolares y los de izquierda la suya, pero como los gobiernos duran tan poco no tienen tiempo de hacerlo, así que se han quedado en la I Guerra Mundial.
P. En cada novela dispara usted contra alguien o contra algo: el Gobierno, la Iglesia, el poder financiero, la Mafia, la trata de mujeres del Este para ser prostituidas en Italia... ¿Tiene más balas preparadas?
R. Sí. En Uniform, que acabo de terminar, trato el tema de los militares italianos, y me quedan más. Por ejemplo quiero volver a la Santa Iglesia, con todo esos santos que están haciendo. Se han vuelto locos beatificando y beatificando, creo que van a hacer santa hasta su Isbael la Católica. Otro tema pendiente son los medios de comunicación. Y otro, el agua, ¿quién la controla? Es un problema europeo muy importante. También quiero escribir sobre los anglosajones en Italia.
P. ¿Sobre los angosajones?
R. Le pondré un ejemplo. Un grupo de neoyorkinos de Venecia dan cada año una fiesta. Hace unos años me invitaron y una mujer quería hablar de Ezra Pound, pero no se acordaba del nombre y empezó a preguntar y preguntar. '¿Cómo se llamaba aquel viejo fascista loco?'. Y dale que dale. Al final, dije yo ¿Viejo, loco y fascista? Ah, sí, claro. Ronald Reagan. Me miró como si quiesiera clavarme cuchillos en los ojos. No volvieron a invitarme nunca más a esa fiesta. Sobre eso quiero escribir, sobre cómo son los anglos que viven en Italia. ¿Por cierto no va a preguntarme sobre el 11 de septiembre?
P. Pues, vale.
R. No me interesa nada. Soy una loca, lo confieso, pero, por mucho que quieran hacérnoslo creer, Bin Laden no es un problema importante. ¿El conflicto entre Isreael y Palestina? Se acabará cuando los americanos quieran, cuando les digan '¡Basta! Se acabó'. El terrorismo tiene remedio, aunque no se sepa encontrarlo. En cambio, hay otras cosas que ya no tienen remedio y que son mucho más importantes, porque significan el futuro.
P. ¿Por ejemplo?
R. La ecología. La temperatura sube, sube y sube, Alaska se está derritiendo. Todo el mundo quiere tener coche y aire acondicionado. Tenemos que renunciar a un modo de vida si de verdad queremos salvar el mundo. Nos estamos suicidando. Soy una fanática de la ecología, por eso sólo utilizo transporte público. A estas alturas de mi vida, en lo único en lo que creo de verdad es en la ecología.
Babelia
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