Pero... ¿dónde están los edificios?
Sin construcciones ni maquetas, arranca la Bienal de Arquitectura de Venecia más polémica - Aaron Betsky, comisario: "Las casas son la tumba de este arte"
Un chico y una chica se tumban en el suelo desnudos para leer un libro. A pocos metros, otra pareja canta vestida con ropa ligera. Se trata de la instalación del arquitecto suizo Philippe Rahm. Los primeros viven en un ambiente artificial, a una temperatura de 28 grados. La vida de los segundos transcurre a 12 grados. Y por raro que suene, esto es la Bienal de Arquitectura de Venecia.
"En esta disciplina cuentan también los elementos invisibles, como la luz o la temperatura", se defiende Rahm. No todo van a ser maquetas, edificios, proyectos. Al menos, en esta 11ª Bienal (desde el sábado y hasta el 23 de noviembre). No en vano, en el recorrido por el Arsenal veneciano, periodistas y arquitectos comparaban ayer la cita con una exposición de arte contemporáneo. Sin edificios reales, sólo experimentos, instalaciones (y hasta una performance). Tanto de arquitectos consagrados como de jóvenes.
La mirada se detiene en la instalación del español Vicente Guallart: una bicicleta, salones con mesa para la televisión, lavadoras, armarios, camas (con crucifijo incluido), lavadoras, cocinas... Todos los objetos, construidos a escala real, están interconectados. Mediante un teclado, las cosas y sus usuarios pueden relacionarse con el mundo. Cada uno tiene un microservidor, que permite "establecer relaciones sociales, económicas o ambientales. El objetivo final es ahorrar energía", escribe Guallart en el catálogo. Ha sido seleccionado porque, según apunta el comisario de la bienal, Aaron Betsky, "explora la relación entre la arquitectura visual y la virtual. Con el uso de nuevas tecnologías, su trabajo es un buen ejemplo de experimentación de la realidad, una prueba tangible de un mundo mejor".
Porque todo se debe en esta rompedora cita a las ideas e interpretaciones de la arquitectura y la construcción de Betsky (Montana, Estados Unidos, 1958). Cuando se trata de ser crítico con los arquitectos, este comisario no tiene pelos en la lengua. "Una arquitectura que pretenda dar soluciones construyendo es falsa, está muerta. Los edificios son la tumba de la arquitectura", comenta desde su despacho, desde el que se contempla una vista espléndida de los tejados de la ciudad y el Gran Canal.
La sonrisa no abandona nunca la cara de este arquitecto, graduado en Yale, que ha preferido ser un teórico a dedicarse a la construcción y diseño de edificios. Ha sido director del Instituto de Arquitectura Holandés, comisario del Museo de Arte Moderno de San Francisco, y, desde 2006, dirige el Museo de Arte Moderno de Cincinnati. Ha firmado una docena de libros y es un reconocido escritor de ensayos. Se presenta a la entrevista puntual, camisa blanca y corbata al estilo Obama. Betsky ha dicho que es un error confundir la arquitectura con la construcción de edificios. "Es muy simple, pero al mismo tiempo suena confuso", explica. "Una construcción es una construcción. La arquitectura es todo lo relacionado con la construcción de edificios: cómo organizar, diseñar y pensar éstos, o bien cómo aparecen en el panorama. Los edificios son la huella más importante de un arquitecto, pero es realmente difícil encontrar arquitectura en ellos, porque uno mira el edificio, pero no ve la arquitectura".
Los creadores que exponen este año en Venecia no plantean soluciones, pero muestran los caminos para hacer visible otro tipo de arquitectura, "que no se limita al diseño de edificios, sino también al diseño de espacios internos, objetos y muebles". "Veremos muchos experimentos, que espero traten de aportar un nuevo punto de partida", continúa.
Una filosofía que podría aplicarse a la instalación de una estrella en medio del paseo. Frank O. Gehry ha ideado una enorme estructura de madera, montada completamente a mano. La obra resume su arquitectura artística y experimental, "que va más allá de la disciplina", añade Betsky. El próximo sábado, Gehry recibirá el León de Oro a toda una carrera, el galardón también reconocerá el trabajo del historiador James S. Ackerman.
Visualmente atractiva, pero tal vez poco funcional es la obra de Zaha Hadid y Patrik Shumacher. Su "flor de loto" es un gran salón, con un escritorio móvil, una pantalla, una silla, una cama, todos cargados de pliegues, poco cómodos para las partes posteriores. "No digo que los arquitectos no sean necesarios", continúa el comisario. "Necesitamos buenos arquitectos, capaces de construir un mundo crítico, un mundo mejor, abierto a nuevas posibilidades que van más allá de los espacios de uso cotidiano, como casas, oficinas, espacios donde las personas trabajan o se divierten. Tal vez es necesario encontrar otros instrumentos que impulsen una arquitectura que no se limite a la construcción de objetos-edificios".
Consecuencia de este discurso es, para el comisario de la muestra, la afirmación de que la arquitectura es poder económico y también político. "Los edificios son muy costosos y sólo quien tiene dinero y poder puede asignar una obra a un determinado arquitecto. Para romper con la relación entre arquitectura y poder político, los arquitectos deben, simplemente, rechazar nuevos proyectos. Por otro lado, habrá cada vez menos dinero para una arquitectura inteligente y crítica". Al preguntarle si sigue vigente el lema de la Bienal de 2000, dirigida por Massimiliano Fuksas, que pedía menos estética y más ética en la arquitectura, Betsky dice: "No se puede ser ético construyendo cosas feas, pero un arquitecto es ético cuando es crítico y es capaz de concertar la arquitectura con el mundo real".En la obra del español Guallart, los hombres se conectan a los objetos "Necesitamos arquitectos capaces de crear un mundo crítico", dice Betsky
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