La casa de las palabras
La Feria del Libro le gana la batalla a la lluvia y empieza sus actividades dedicadas a África
Un chiquillo se acercó ayer a una caseta de la feria: "¿Tiene libros sobre el diablo?". El librero le enseñó uno, un cómic. "¡¿Pero no tiene libros?!". "Los cómics son libros", le dijo el librero; el chico se quedó hojeando, y finalmente se lo llevó. Era uno de los centenares de jóvenes que ha copado la Feria del Libro de Madrid, que este fin de semana pasó de la lluvia torrencial a la primavera más típica. El sol y las nubes cayeron sobre decenas de autores que compitieron entre sí sin la ansiedad de las listas de los más vendidos. La Feria ha comenzado ya a mirar a África, su tema de este año.
Según nos decía anoche Palmira Márquez, la responsable de prensa de la feria, son los jóvenes los que están ganando terreno en el gusto de los lectores, y singularizó para explicarlo el éxito verdaderamente apabullante de dos chiquillos de la literatura, Laura Gallego (SM) y Stephanie Meyer (Alfaguara Juvenil), que no sólo han desatado el furor de los que buscan firmas si no que, como muchos otros autores adultos, se enrollan de maravilla con sus seguidores.
Ésa es la esencia de la feria, el buen rollo autor-lector. Y esto es lo que dice la propia Palmira: "Lo que sorprende ahora no sólo es que los jóvenes tomen la feria, sino que se perciba esa cercanía, ese calor que hace que el diálogo se sobreponga a la perentoriedad de la firma". Teo Sacristán, el director de la feria, dijo lo mismo, y señaló algo más: "A la feria ya no la tumba ni el tiempo, porque con lluvia, cosa que ocurrió el viernes y el sábado, tampoco bajan las ventas".
Tuvieron los directivos de la feria una pequeña decepción el primer día, porque ninguna de las autoridades estatales que tradicionalmente le dan lustre a la inauguración pudo venir "por problemas de agenda"; acudió el responsable de Cultura de la Comunidad de Madrid, Santiago Fisas, "y se llevó una buena calada de agua, pero aguantó con toda la dignidad del mundo". Nadie de la Casa Real pudo venir (avisaron a tiempo, dice Teo), y la ministra de Cultura no encontró un hueco.
Los autores adultos mantuvieron ayer muy alto el nivel de firmas, y de encuentro. Manuel Rivas escribió verdaderos ex libris para sus lectores, Almudena Grandes, Rosa Montero, Javier Marías, Luis Landero, Julia Navarro, los premiados Nativel Preciado (Premio Primavera, Espasa) y Luis Leante (Premio Alfaguara), Ildefonso Falcones convirtieron, según los directivos de la feria, el certamen en lo que es: un lugar de encuentro, ellos detrás del mostrador, los lectores ávidos de juntarse con ellos.
Otros dijeron su libro de viva voz. Vestido de negro, con una camisa blanca ("como el blanco de sus tazas", le dijo alguien), Forges presentó (con un lleno completo) su libro La transición y la Constitución (Espejo de tinta) y estuvo sembrado. Para él, la historia, que es su obsesión, "es la novela más apasionante que se puede escribir: conoces al bueno, conoces al malo, pero nunca sabes cómo va a acabar. Y, además, dura muchiiiiísimo".
Para los organizadores de la feria, la estrella de este encuentro que tiene a África como protagonista es el Pabellón Infantil, donde hay una biblioteca-exposición de libros sobre África. El lugar se llama África, casa de palabras. Y allí los niños pueden llevarse los libros infantiles que la feria dedica al continente africano. Al lado, en el pabellón de Encuentros del Círculo de Lectores se celebró ayer un debate sobre el futuro de la creación literaria africana. En el mismo recinto hoy comienzan las actividades culturales de la feria. José María Ridao, escritor, cuya vida le ha traído y le ha llevado a África, hablará sobre ese continente desde la perspectiva de un europeo, y luego moderará un coloquio con el tuareg Ibrahim Al Koni y el nubio Idris Ali. A las 19.30, la hora de África suena en la feria del libro de Madrid. Y no hay previsión de lluvia, sino de polen. Y de libros.
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