Vida y agonía del porno español
El cine X nacional cumple 25 años en plena crisis por el cambio de hábitos de consumo y la difusión masiva en Internet
Hace ahora 25 años, el 4 de mayo de 1983, Jesús Franco estaba "haciendo películas". Por eso y porque Franco alardea de haber hecho toda su vida el cine que ha querido "sin tener en cuenta las directrices de la Administración", no estaba todavía al tanto de que aquel día se legalizaba oficialmente la pornografía en España. Ése fue el día en que entró en vigor el Real Decreto 1067/1983, que regulaba las salas especiales de exhibición cinematográfica: el pistoletazo de salida para el porno español. Cuentan los expertos en el cine de Jesús Franco que él estaba montando Lilian, la virgen pervertida como una película pensada para los circuitos de cine S -la calificación anterior al X-, pero que, tras la promulgación del decreto, decidió transformar el filme en porno mediante insertos de otras películas suyas que, en la versión para el mercado internacional, contenían escenas de sexo explícito. Franco lo niega: "Lilian nació exactamente como es; nunca la cambié". Con su concepción original o con modificaciones posteriores, Lilian, la virgen pervertida se convirtió en la primera película española del porno en la legalidad.
La industria del porno debe elegir entre el cine y el sexo puro y duro: aproximarse al arte o el negocio rápido
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Aquel filme abrió la veda para un tipo de producciones muy similares al cine de serie B cuyo principal abanderado ha sido el propio Jesús Franco. "Eran películas de estética cutre, pero muy divertidas, en las que ni siquiera el sexo lograba excitar, dada la impericia de los actores, muy diferentes de lo que luego hemos visto en el porno", dice el periodista Manuel Valencia, coautor del libro Exxxpaña. Historia del cine X español hecho en vídeo. Franco dirigió, entre 1983 y 1987, 11 películas X, muchas de ellas en compañía de Lina Romay, su actriz fetiche y compañera sentimental, que fueron vistas por 315.000 espectadores en las salas X, según datos del Ministerio de Cultura. Una de ellas, La rajita de Lulú, ostenta el honor de haber sido la cinta porno española con mejor rendimiento en taquilla de todos los tiempos: 88.055 personas se dejaron 209.139 euros en las salas, casi una cuarta parte de lo que recaudaron todos los cines X de nuestro país hace seis años.
Fue en 1988 cuando se produjo la primera muerte del porno español. Las trabas legales que la norma imponía al funcionamiento de las salas, entre ellas la obligatoriedad de pagar un porcentaje de taquilla del 33% y la prohibición de promocionar las películas que se exhibían por medio de carteles o imágenes fotográficas en el exterior de las salas, provocaron un curioso fenómeno: a los distribuidores les salía más rentable comprar un filme en el extranjero y doblarlo al español que lanzar al mercado un producto nacional. Eso fue desanimando a directores y productores hasta que, aquel año, desapareció el porno en formato cinematográfico. Como señala Jesús Franco, la desaparición del porno fue algo lógico, "como siempre pasa cuando la Administración se dedica a dirigir tu vida".
La popularización del vídeo casero cambió los hábitos de los españoles y, en consecuencia, su relación con el cine X. Tras cuatro años de oscuridad, el porno español resurgió en 1992 por casualidad, concretamente como resultado de una conversación entre Antonio Marcos, distribuidor de películas X, y José María Ponce, periodista y editor de la revista Sadomaso. Marcos, extrañado de que no se hicieran películas porno en España, le pidió a Ponce material de formato casero y éste le entregó unos recortes que encontró "por casa" filmados años atrás, "de la época en la que rodábamos pequeños cortos para vender con la revista". Esos recortes, en los que aparecía como protagonista la compañera sentimental de Ponce en aquellos momentos, María Bianco, los editó Ponce en forma de película bajo el título de Los vicios de María, considerada la primera película X rodada en vídeo en España.
Si Franco fue el primer padre del porno español, Ponce fue quien sembró el germen de la industria, con su trabajo al frente de revistas especializadas en la década de los noventa, la dirección de las seis primeras ediciones del Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona (FICEB), surgido en 1992, y la realización de una treintena de filmes hasta su retirada, hace ahora seis años.
Los vicios de María fue el embrión para el nacimiento de una industria que, desde 1992, ha tenido un desarrollo más o menos sostenido. Hasta el punto de que en 2007, el cine X en España facturó 470 millones de euros, realizó 180 películas -la mayoría de ellas fragmentos para ser comercializados por Internet- y dio trabajo a 2.386 personas, entre actores, directores y empleados de las productoras y distribuidoras, según datos del FICEB.
Una actriz de cine X gana unos 600 euros por escena sexual, que incluye, en casi todos los casos, sexo anal, oral y vaginal. La diferencia de caché la marca lo conocida que sea la actriz y su experiencia en la industria. Las primerizas que se presentan a los castings que organizan las productoras no pasan de los 200 euros por la prueba, mientras que las actrices consagradas en la industria europea o americana pueden llegar a embolsarse 3.000 euros por una escena. Los hombres lo tienen peor. Con una media de 300 euros por corte, comienzan con escasos 50 euros por el primer casting. Si el resultado es satisfactorio y convence al director o productor, pueden llegar a los 1.000 euros, lo que recaudaba Nacho Vidal durante su aventura americana.
Pero ésos son los datos positivos, los que reflejan una industria boyante con una serie de leyendas a su alrededor que hablan de bonanza económica y sueldos astronómicos. Dunia Montenegro, una brasileña de 30 años que trabaja como actriz porno en España desde 2004, desmonta todos esos tópicos. Convencida de que podría triunfar en el porno español, Dunia envió un e-mail hace cuatro años a una web que organizaba castings y, bajo su auspicio, acudió al FICEB de aquel año: "Fue un desastre, porque el tipo que lleva esa página nunca me pagó". No ha sido su única experiencia negativa en la industria española. Asegura que ha pasado por todo tipo de engaños: "Que te prometan un tipo de escena sexual y después encontrarte con que tienes que hacer otra cosa", o "haber pactado que la escena la harías con un actor con el que trabajas bien y luego tener que hacerlo con alguien que te repugna". Negarse a los abusos sobre lo pactado es casi impensable: "Es muy difícil, porque ya estás en el set y, si no lo haces, siempre hay alguien dispuesto a ganar ese dinero".
Pese a las dificultades, Dunia no reniega de su profesión, "que tiene cosas maravillosas". Ha terminado convirtiéndose en una de las principales estrellas del porno nacional, algo que no es sencillo precisamente en un momento en que los actores se enfrentan a una creciente escasez de ofertas de trabajo. "Ahora se rueda muy poco y casi todo va directamente a comercializarse por Internet", dice Dunia. Al contrario que en las películas, en las que rodar una escena sexual suele ocupar un día de actividad, los segmentos para Internet se graban muy rápidamente, en poco más de una hora. Y, como consecuencia, están peor pagados, "unos 200 euros", dice una joven que prefiere permanecer en el anonimato. Con ese panorama, muchas actrices han de recurrir a otras actividades para llegar a fin de mes, como los espectáculos de strip-tease, la animación en despedidas de soltero e incluso la prostitución con el reclamo de que son actrices porno, como reconoce una de las implicadas.
La Red podría ser la causante de esta segunda muerte del porno tradicional español. IFG era hace cinco años la compañía que más películas producía en España, una docena al año. Ahora hace dos. "Y eso para mantener nuestro mercado internacional", confiesa su director de mercadotecnia y nuevas tecnologías, Víctor Diago; el resto son segmentos destinados a Internet, "porque han cambiado los hábitos de consumo", se justifica, lo que transforma el concepto de cine porno en sexo filmado. Dunia cree que la solución pasa por "buscar fórmulas para rentabilizar el producto, compaginando películas de tipo tradicional con las que se realizan para Internet".
La historia se repite. Si a finales de los ochenta fue la incapacidad del porno para adaptarse al formato de cine la que provocó la desaparición de la industria, ahora es la escasa viabilidad del modelo que ha perdurado en los últimos 16 años la que provoca que la industria del porno, en plena encrucijada para decidir entre el cine y el sexo puro y duro, opte por el negocio rápido y no por intentar aproximarse al arte. Una decisión que provocaría la muerte del porno como cine y cuyo epitafio lo expresa Ponce, voz autorizada por su faceta de pionero: "Si el porno español nació tarde y murió pronto, el porno hecho en vídeo renació tarde y ha vuelto a morir demasiado pronto".
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