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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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'Tuiteando' la revolución

Manuel Rodríguez Rivero

Tempestad en el cada día más transitado mundo de las redes sociales. Se trata de una nueva movida internética que coincide con el éxito de La red social, la película de David Fincher que pone a caer del burro de la honestidad a Mark Zuckerberg (1984), uno de los creadores de Facebook. El lema publicitario de la cinta resume el meollo del biopic: "No haces 500 millones de amigos sin hacerte algunos enemigos". Es decir, la sempiterna historia del triunfo de un tiburón en el país de la igualdad de oportunidades y tonto el último: trabajo, ambición y, sobre todo, pisar los callos necesarios para estar en el lugar adecuado en el momento preciso.

La nueva movida es más ideológica. En una reciente entrega de The New Yorker Malcolm Gladwell, el gurú de The tipping point (La frontera del éxito, Espasa, 2001) se descuelga con un provocador artículo en el que pone en solfa las potencialidades movilizadoras de Twitter, la red social por la que hoy, sin ir más lejos, se intercambiarán más de 65 millones de mensajes de menos de 140 caracteres. La inmensa mayoría de ellos servirá para que los usuarios informen a sus "amigos" acerca de "las pequeñas cosas que ocurren en su vida", es decir, en "el mundo real", según explica el vídeo informativo del sitio. Gladwell critica la extendida opinión de que Twitter se ha convertido en un instrumento imprescindible en la lucha por los derechos civiles, así como para movilizar a la gente contra opresores y dictaduras de toda laya. Su tesis, simplificada, es la siguiente: Twitter es eficaz para movilizaciones "débiles" y sin riesgo, pero no para las que implican compromisos "fuertes" y personalmente arriesgados, que requieren un tipo de comunicación menos virtual y más enraizada en la auténtica amistad y en la comunidad de ideas y sentimientos cotidianamente compartidos. Con ejemplos extraídos de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos y de agrupaciones más o menos revolucionarias y antisistema, Gladwell pretende demostrar que, en la lucha por objetivos políticos y sociales, la disciplina, el sentido de la jerarquía y la estrategia son ingredientes fundamentales, y estos no pueden obtenerse con el tipo de vinculación que propicia la red social. Resumiendo: el activismo de las redes solo tiene éxito "motivando a la gente a hacer las cosas que la gente hace cuando no está bastante motivada para llevar a cabo un verdadero sacrificio". Compromiso y motivación; estrategia y espontaneidad; disciplina y jerarquía. Inevitablemente a uno le vienen a la memoria los viejos debates sobre el modelo de organización revolucionaria que la izquierda mantuvo desde 1848 hasta hace bien poco.

Malcolm Gladwell ha sublevado a la comunidad de 'blogs' y redes sociales con un artículo que pone en duda la capacidad movilizadora de Twitter

La reacción de los tuiteros ha sido inmediata, tanto en su medio favorito como a través de blogs y redes sociales: desde quienes reiteran que Twitter es una herramienta revolucionaria que cambia las mentalidades, "haciendo consciente a la gente de lo que los Gobiernos pretenden hacer en su nombre", hasta quienes acusan a Gladwell de estar anclado en el pasado. La paradoja es que The Tipping Point, el superventas que le hizo famoso (dos millones de ejemplares vendidos en EE UU), trata precisamente de cómo lo que permite que un mensaje se propague como un virus y convierta su contenido en éxito (ideas, actitudes, productos) es la coincidencia de ciertas condiciones que tienen que ver con la persona que emite el mensaje, el modo de transmitirlo y las circunstancias que rodean la emisión. No estoy muy convencido de que las redes sociales sirvan para cambiar las cosas, pero les aseguro que, de ahora en adelante, haré más caso a esos mensajes no pedidos que llegan a mi ordenador preguntándome si quiero ser amigo del remitente. No vaya a ser que me esté perdiendo algo.

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